Ahora te echo de menos, la verdad. Escucho una canción que me roza la arteria aorta y pienso que tú te estremecerías conmigo, escuchándola, con cada giro de la música, con esa magia que ninguno de los dos sabíamos explicar con palabras. Tu hablabas de gráficas en el espacio tiempo, de sensaciones flotantes, de la emoción en vilo; yo hablaba de arte. Nos entendíamos. Nos entendíamos demasiado bien.
Pero, aquello no iba a durar para siempre, ¿verdad? Fue increíblemente fácil para ti sustituirme por otra amiga cualquiera. Alguien que te hiciera querer parar el tiempo para que aquella conversación se hiciera eterna. Alguien en quien confiar, que te demostrara que aun existes...
que no vives solo en su teatro de marionetas, mentiras y farsas.
Me acuerdo de cuánto te gustaba cómo escribía, me pregunto qué pensarías si pudieras leer esto ahora.