Pero arrastrar, arrastran un coraje incluso precipitado, ¡libre!, desatado para llegar a aquello a lo que no nos gusta mirar... lo ataca y le da vueltas. Mil vueltas.
Mil y una, destrozándolo, inflamándolo hasta que en sus cenizas puedan verse sus raíces. Y, una vez descubiertas... cortarlas a ellas, soltándose el rechazo.
Nuevas melodías, confundiéndome; ya no sé por qué latir.
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