Respiración cortada, una sonrisa de ojos entreabiertos, y las paredes blanco sucio vuelven a estar ahí.
Labio mordido, indecisa.
Él pregunta, buscando con la mirada. Sus labios te acosan, recibes la caricia encantada, sedienta, cada roce es delicioso y a la vez dulce, pero fresco, ágil.
Pero vuelves a mirar y...
Su cara se ríe de tu sonrisa mordida, y va a volver a besarte pero algo en tu cabeza consigue recuperar la cordura, justo a tiempo.
"Espera" Se lo dices con la mirada. Hasta casi lo asusta a él, el pánico de esa mirada.
-Llévame al sitio que más adores de tu mundo.- Expira de pronto una sonrisa encendida.
-... -
-¡mpf!- Alguien te devora en un beso.
Su boca te suelta, pero no sus manos. Consigues ver entre los latidos de tu cabeza y de tu pecho, y balbuceas.
- ...Oh, vale. Estoy allí.
La única señal que sus largas uñas necesitaban para recorrerte con suavidad en un momento electrizante, en vilo, y después, ¡zas! Sin darte cuenta estás aplastada entre la pared contraria y sus manos, y, ¿sabes?, el baño ya no está.
Es más, ahora, de aquellas dos horas, lo único que no ha quedado grabado a fuego en tu memoria, tu conciencia y tu privilegiado sentido de la estética, es aquel baño, pequeño hasta para ser un baño.
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