Me pongo mis calcetines de superheroína (uno de caperucitas rojas y otro de lobos feroces, vamos, como el ying y el yang en versión moe) y me siento a esperar, teléfono y tomo siete de
NANA en mano.
Paciencia, me digo. ¡Cuatro días más!
Tan bien armada, no tengo por qué tener miedo.
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