viernes, 4 de septiembre de 2009

Carta para un ángel

Hola, ángel.
Definitivamente no me entiendo.
Apenas te conozco, el roce ha sido breve, las ocasiones de decir algo más que hola, ridículamente escasas.
A lo mejor desde que sonreíste con esa cara sincera y me lo pediste, quise darte más.
Más en forma de esa sombra clara de sencillez y sutileza que rodea sin descanso la vida de algunas personas. Como tú. Como él.
Si alguna vez dudo de la inexistencia del bien y el mal… no tengo más que recordar tu silueta para estar segura de que por encima de ellos, vida.
Hubo varios cercanos, que mi (ai, justo ahora tengo que ponerle nombre) Cobrin valoraba. Pero al que ella esté dispuesta a entregarme como a ti, creo que ni siquiera Él.
¿Cómo uno de tantos ángeles ha conseguido lo que ni tan siquiera dioses…?
A lo mejor es por su encanto de libro, como me gusta llamarlo.
Me tiraría a sus brazos sin dudarlo. Y no solo a sus brazos.
Yo antes me expresaba bien. ¿Es que voy a perderlo todo?
La suerte, la gracia, la expresión…
Bueno, nadie puede perder cosas que no ha tenido. Así que quitemos la suerte de la lista.
Ángel, pero tú sí escucharías mi voz, ¿verdad?, los ángeles son buenos. Seguro que tú eres tan bueno que me darían ganas de llorar al sentir la ternura.
Odio la ternura.
¿Sería capaz de soportarte?
¿Aguantarías mi lenta capacidad de adaptación (shh, es un secreto. Nadie lo sabe porque siempre empiezo mintiendo.) valorando mis ojos enfermos de amargura?
Eres un mundo en el que quiero vivir. Pero si tú, ángel, me dejaras caer y te alejaras batiendo fuerte las blancas…
¿Quién podría quererme entonces?
¿Solo alguien tan malo como yo?
Ángel…
En forma de sollozo es incluso más hermoso. Imagínate que solloza así otro ángel, con su voz de niño eterno.
No sé si yo… podría querer a alguien malo de verdad. Soy demasiado egoísta. Una mala persona que quiere una buena persona.
Perdón, perdón, Cobrin. Que malas y buenas personas no existen.
Una persona fea por dentro que quiere una tan hermosa que la deje sin respiración.
Poco a poco comprendí que el materialismo existe. Lo acepté y aprendí a mirarlo como algo importante y bello, a su manera.
Cobrin sedaba a Layla cada vez que esta montaba en cólera por su aceptación. Ella es más fuerte. Cuenta con el instinto y siempre pudo con la pobre Layla.
Ángel, ¿no estás orgulloso? Han nacido aquí, en tu carta. Bueno. Tal vez llevan viviendo diecisiete años.
Más dormidas que despiertas en ocasiones, disputándose mi cuerpo y sin saber del todo quién son.
Pobres, mis niñas…
Condenadas a odiarse. Yo. Es mi culpa. ¡Yo las condené…! Un grito sollozado parece incluso peor, ¿eh, ángel?
Por favor… quiéreme, no me apartes… Cada vez sobrevivir es peor. Yo no quiero eso.
Quiero vivir. Tejer recuerdos que hagan a Cobrin derretirse del placer.
Que Layla, mi niña, sea feliz.
¿Habrá alguien más, como yo, que busque esa vida de cuento?
¿Que busque los diálogos perfectos (ag, odio esta palabra)?
¿Qué necesite vivir sin sentirse culpable?
¿Qué pueda compartir el peso de mis mentiras?
Porque cuando esté cansada de llevarlo… podría perderlo todo en un arranque de la furia de Cobrin. Es una niña, no la odiéis. Y si lo tiro. Y al caer hace daño a mucha, mucha gente. Gente importante.
¿Quién podrá entenderme hasta donde yo misma me pierdo discutiendo conmigo, en los bordes de la comprendida incomprensión?
Por eso… por eso te escribo, ángel.
Porque te quiero. Y estoy segura de que esa palabra que duele tanto no puede contigo. Te querré cuando te conozca. Será vivo y seguro, fascinante y angelical.
Será torpe y rudo a veces, pero seguro que muy tierno.
Lo odiaré por ello.
Pero, pero… no lo entiendes Ángel.
Sea lo que sea. Me gustaría que fuera.

Te quieren,

Cobrin y Layla, por orden alfabético.

(Fragmento de aquella historia, de su segunda parte, capítulo tercero)

1 comentario:

  1. No se como expresar. Se que no tengo derecho a opinar sobre esto. Como no tengo derecho no opinaré... Pero... No reconozco a quien yo "conozco" en estas lineas. Yo creo verlo de otra manera.

    Quizás porque estoy en un paréntesis y me cuesta adaptar al pensamiento con la persona.

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