No recuerdo un trayecto en tren más productivo que el de ayer.
Era una fría tarde de septiembre y...
Lo cierto es que es una frase genial, aunque no continúe con "caían las primeras ojas" si no con "mi cabeza amenazaba con desconectar y desmayarse".
También es cierto que fue genial, de esas tardes de título, diversión, que atesoras con todo lo que sentiste viviéndolas.
Juego, diversión, estrategia, artimaña. Llámalo como quieras, pero lo cierto es que fue.
Aun no sé cómo los más cercanos creyeron todas las mentiras que dije aquella noche. De verdad confían en mí. Confían en nosotras, es más.
Eso sí que es divertido, que confíen tanto en una personalidad que actúa por impulsos y sensaciones con visión absolutamente panorámica.
Hacia el final ya necesitaba respirar, necesitaba espacio. Y esa canción, como caída del cielo...
Aun no puedo catalogar todo lo que me transmite el recuerdo de aquella tarde, porque se despiertan las dos de golpe y empiezan a sacudirme con su disputa. Y duele tanto como cuando sientes que dos personas en el espacio de una pelean destrozando el lugar.
El lugar soy yo. Y sí, el trayecto en tren me dejó destrozada.
Porque. No sé como explicarlo.
No se cayaban.
Yo podía intentar poner un poco de racionalidad al asunto, pero ya no era yo, si no ellas dos, cambiando todo el rato de posición para replicarme a mí misma.
La reciprocidad es rara.
Sabía a fresa, y, como todas las fresas, sabía a disonancia entre la textura amarga y el sabor del fruto más dulce.
lunes, 14 de septiembre de 2009
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