domingo, 31 de enero de 2010
¿Que por qué no pude verte a ti primero?
sábado, 30 de enero de 2010
Si me quedo sola, juego a caerme.
Un teléfono que no suena.
Un mensaje tan suave que derriba el corazón...
To try
Y una brizna de confianza llega en forma de canción.
Cambio
viernes, 29 de enero de 2010
jueves, 28 de enero de 2010
lunes, 25 de enero de 2010
Saltar
No necesito una aventura.
Maldito sol de invierno
Deseo
Me dormí pensando en la cena perfecta, como siempre, la imposible.
Así
domingo, 24 de enero de 2010
¿Dónde estas?
sábado, 23 de enero de 2010
Recuerdo la primera conversacion después de "aquello".
Mi foto perfecta...
viernes, 22 de enero de 2010
¿Mi futuro?
jueves, 21 de enero de 2010
Miss your birthday too.
miércoles, 20 de enero de 2010
Odio.
Maldita "máquina".
lunes, 18 de enero de 2010
"Nunca"
Angüish
lunes, 11 de enero de 2010
Cuando caminábamos por la ciudad,
domingo, 10 de enero de 2010
La verdad es que hasta que acabó la canción, no pude moverme.
viernes, 8 de enero de 2010
Recuerdos.
jueves, 7 de enero de 2010
A veces.
martes, 5 de enero de 2010
Estamos moviendo acero como si tuviera el peso de una pluma
lunes, 4 de enero de 2010
A él le preguntaría
Me pregunto si alguna vez piensas en todo lo que yo decía sobre el arte...
Tengo que encontrarle de nuevo.
Como tú nunca vas a rescatarlo, lo salvo yo de morir olvidado.
domingo, 3 de enero de 2010
Soñando con la ciudad de los ángeles.
Dolor de estómago. Ansiedad. Nada agradable, como si te estuvieran retorciendo por dentro. Cobijada en aquel soportal, recuerdo que llovía, o eso me parecía a mí por entre las lágrimas que no se acababan. Con la cabeza enterrada en las rodillas dejaba que mi furia, que mi pena se vaciase con sacudidas violentas que amenazaban con romperme, o tirarme. Pero no eran fuertes, solo intensas. Sé que no lo entendéis, pero… Es decir, da igual.
Yo lloraba, ajena al mundo, pero este no parecía querer dejarme intimidad, porque por más que me hundía en mí misma aquella calle no desaparecía, ni los muros de aquel centro cuya fachada me amparaba. Y porque además, sucedió lo inimaginable. Algo me rozó la pierna. No, no es eso, lo tan inimaginable.
Me incorporé grácil, dando un respingo, a tiempo para cruzar la mirada con un fantasma.
Creo que supo quién era yo por mi cara de horror, pero, por si no lo había adivinado él solito, con su mente privilegiada y esas cosas, susurré su nombre en un sollozo contenido. Le llevó un par de segundos atar cabos (y caras), pero varias voces bromeando y riendo, llamándole, rompieron nuestra mirada de apasionado horror.
- Aun estás a tiempo de levantarte y olvidar esto- Articulé con voz frágil. Algo en mi mirada debió impactar en la suya, porque ladeó la cabeza de repente y puso los ojos en blanco. Tras una mirada impasible, me puso una mano en la cabeza y se levantó, alejándose a paso ligero hacia su grupo, que le dijo algo así como que no podía ayudar siempre a todos y que llegaban tarde. Oí pasos alejarse y me escurrí por la pared, enjaulando mi cara entre los brazos.
Era sencillamente genial, el día ya no podía ser mejor, y, por supuesto, era ironía. Por si no era suficiente el alfiler que no me dejaba respirar en el pulmón, aquella broma del destino acababa de hundirme una daga en el estómago… ni siquiera quise pensar en la historia que había hecho pasar a aquel chico, ni en qué debería haber visto en mi cara llorosa o, oh, no, qué debía haber pensado al verme allí tirada.
Nada importaba, supuse. “Solo quiero dormir…” Lo había susurrado sin darme cuenta.
- Pues duerme.- Me paralizó una voz que tiró de mí hacia su hombro, y me rodeó con un brazo. Le miré otra vez, sentado a mi lado, sin atreverme a descansar sobre su pecho.
- No te voy a morder.- Sonrió, ladino.
Para ser fiel a mi memoria, me abracé a aquel torso como si fuera a evaporarse en cualquier instante y, no sé si de dolor o de alegría, rompí a llorar de nuevo.
Él me acunaba y me acariciaba el pelo torpemente, para convencerme de que aun estaba allí, supongo, y no era un espejismo. Mientras yo intentaba parar de llorar para preguntarle por qué demonios era tan bueno y qué hacía allí, abrazándome precisamente a mí. Pero cada vez que intentaba recomponerme él me apretaba la cabeza contra su pecho y hacía “shhhh” en mi oído, haciéndome llorar más y, vale, estremecer.
Aunque intentaba controlar mis sollozos desenfrenados, aquel olor había hecho magia y por dentro ya podía pensar, y me sonreía cada vez que sentía su pelo rozar mi cuello cuando, supongo, giraba la cabeza. No sé cuántas horas pasaron, o si fueron tres minutos, pero entre palmaditas en la espalda y bocanadas de aire impregnadas de olor a stradivarius mezclado con lavanda me calmé (y dejó de llover). Un sol suave y cálido ambientaba el momento y, sí, ya, le arrancaba brillos dorados a su pelo, pensaba con rabia mientras algo en mi cabeza decía que aquel personaje acabaría por volverme loca.
Recelosa de soltarle abandoné su pecho y apoyé la cabeza en su hombro, despacio.
Pero no me dejó, se movió para mirarme. Aquella mirada del azul más azul que había visto nunca era una clara pregunta.
-Yo, sentía.. a ver, yo tenía dos amigos, ¿vale? No, mira, da igual, tú conoces a… - No conseguía empezar. ¿Porque no podía o porque no quería? No lo tenía claro. Sonaba horrible de todas formas.
-No tienes que darme explicaciones.
-Pero es que..- Se me escapó. Me paré a tiempo, ¿en qué estaba pensando? Sonrió de medio lado, invitándome a seguir.- .. tus ojos decían que sí.- Murmuré perdida en algún punto de su cuello.
Sobra decir que rió, sin dejar de mirarme. Yo también le miré, divertida por aquella risa tan sincera. La verdad es que más bien nos miramos largo rato, como yo siempre había querido hacer, explorando todo lo que nunca habíamos podido buscar en los ojos del otro. No sé cómo, pero no se me escapaba la sonrisa y permanecí seria, solo esbozando medias sonrisas de vez en cuando… tranquila, relajada, serena, a gusto.
De pronto sonreí de verdad, al invadirme un sentimiento de sencilla felicidad, y me acerqué a su cuerpo rodeándole el cuello con los brazos en un abrazo improvisado en que nuestras mejillas se rozaron. Era increíble, pero él también estrechó mi cintura con los brazos, y rió contra mi cuello, arrastrándome a su regazo.
Me quedé helada al recordar un despertar del año anterior, antes de que todo empezase, recordando un abrazo como aquel.
- ¿Qué pasa? - Preguntó.
- Dímelo tú. - Fue lo único que pude responder.
- Gracias. - Le abracé más fuerte.
- No me malinterpretes pero… te quiero mucho.
- Malinterprétame si quieres, pero yo te quiero desde hace tiempo.
- Creo que hasta llegué a tenerle pánico a tu cara.
- Yo oía tu nombre en todas partes.
- Puede que eso no fueran imaginaciones - Reí.
- No sé quien te hizo llorar así, pero le debo una. No, dos. Una y un puñetazo.
No podía parar de reír.
- Entonces, ¿amigos?
- Con una condición.
- ¿Sí? - Le sonreí a su cuello.
- Vas a tener que explicármelo todo, desde el principio. Porque yo hace tiempo que me perdí.
- Hecho.- Firmé con un beso en la mejilla y una mirada que descubría donde estaba el hielo de aquellos ojos… no estaba. Y en la sonrisa que intercambiamos después, yo solo pensaba que, mientras existiesen abrazos como aquellos, ¿quién necesitaba forzarse a amar?
Vuelvo a bailar yo sola...
Antes de que Cobrin te aplastara
sábado, 2 de enero de 2010
I've heard there was a secret chord
A mí me gustaba quedarme allí en el marco de la puerta un rato mientras nos observaba desde fuera, pero no aguantaba mucho. Lo que yo ansiaba era estar dentro, y mirarla mientras cantaba con su voz de ángel... tumbada en constantes contorsiones nerviosas, en otro regazo.
Así que mientras el tren esperaba el pistoletazo de salida, yo pensaba en la canción secreta, aferrándome a cada nota que mi mente conseguía evocar en la nada. La sentía viva, latente en mi memoria.
Pero el tren tenía prisa, tenía horarios, tenía que llegar a su destino... así que arrancó. Perdía la canción, perdía estar dentro, perdía la respiración mientras el malvado tren me arrancaba de sus brazos, de ese cuerpo pequeñito que me abraza todo el rato, y de ese otro que siempre había sido mi hermano gemelo, lo amase o lo odiase.
Y ahora, aunque busque la canción y la cante yo sola, aunque vuelva a tener voz y sea capaz de evocarla entera... ya no encuentro esa magia ascendente que me daba.
Se perdió en la ciudad de los ángeles, y no es para nada un paralelismo, ahora por fin entiendo, los ángeles nunca se llaman así.
Pero me seguiré aferrando al resquicio del tiempo, a la certeza del recuerdo, al mundo dentro del mundo... del que sé que tengo que salir. Porque si no le estaría mintiendo, y mi promesa fue ser sincera en las mentiras.
Aunque ya la haya roto mil y una veces, sé que tengo que soltar eso a lo que me aferro... y confiar, confiar en que me dejarán quedarme desde la inocencia.
Porque sé que sí... que esa mirada decía "te eché de menos".
Con qué facilidad olvido, pensaba mientras la sonrisa inundaba mi cara. Cómo había podido olvidar cómo me hacía sentir... sentir.
Y con qué facilidad lo recuerdo todo, susurraba mientras pensaba en todos los recuerdos almacenados en aquella pequeña sala donde pasábamos mañanas enteras tras noches sin dormir. Noches de fantasías y mañanas que alimentaban las de la tarde siguiente, noches que las exacerbaban, y así una cadena sin fin.
Sin fin... hasta que acababa. Pero era un final solo relativo, así que seguía siendo genial.
Codicio esos recuerdos, aquellos sentimientos, solo míos, más que nada. A ver, más que muchos otros.
Codicio cada abrazo de aquellos eternos, nunca voy a dejar marchar el olor, la sonrisa genuina que se pega a cualquier espejo.
Fue nuestro... siempre lo habrá sido.
Y aunque nadie entienda de qué, o de quién hablo, por qué ahora, y con qué sentido, yo sí lo entiendo todo.
Y si yo lo entiendo, lo demás da igual.
Porque sé que sí... que esa mirada decía "te eché de menos".
Y si la canción secreta me lleva allí, a los brazos de las personas que más quiero, voy a escucharla las veces que haga falta... para volver locas a las personas de esta odiosa casa.
¿Cómo estás, Layla?
¿Te sientes un poco más relajada en Londres?
Yo ahora estoy concentrado (¿concentrado?) en una montaña del norte para grabar nuestro disco.
La grabación está yendo bien, pero cada mañana nos hacen hacer footing, barrer...
(Yasu está muy cómico en chandal).
No entiendo por qué.
No sé si es debido a la vida sana que hacemos.
Pero creo que, en estos cinco días, he crecido un poco.
O quizá me lo parece.
Este local es propiedad de Gaia. Está bien equipado pero aislado; alrededor solo hay bosques y un lago.
Pero, de momento, no hemos visto a ningún paparazzi y estamos mucho más tranquilos que en Tokio.
Además, el aire es limpio y, por la noche, se ven las estrellas. Todo un lujo.
Yo, cuando veo algo que brilla, me acuerdo de ti.
No sé por qué razón. ¿Por qué será?
Tal vez no lo sepas porque estás en el extranjero, pero aquel escándalo ha ido creciendo y ahora incluso Yasu es blanco de los paparazzis.
Al igual que hicieron con Nana, han escrito cosas de su infancia y de su adolescencia manipulándolas de tal manera que parece que sea lo que aparenta ser. La gente le verá como a un mafioso (pero con chándal).
Pero tranquila. De su relación contigo no han escrito nada.
No sé si porque no lo saben o porque no han querido publicarlo.
¿Sabes, Layla?
Si tu me dijeras que te sientes sola, iría volando a Londres sin pensarlo un instante.
Por ti, iría a donde fuera.
Me conformaría con poder dar un poco de calor a tu cuerpo y a tu corazón.
Diciendo estas cosas, incluso parezco tierno y cariñoso, ¿verdad?
Sencillamente hablando, ahora mismo, para mí, no hay nada en el mundo más importante que tú.
Qué pensaré mañana no lo sé.
Ya sabes que soy inestable.
¿Sabes?, Layla...
Me he comprado un portátil...
...porque tenía prisa por gastar aquel dinero que me diste.
Y no quería gastarlo en algo que me beneficiara solo a mí.
Con este mismo razonamiento me compré la guitarra acústica.
Pero no soy tan romántico como para cantar en solitario donde tú no puedas escucharme.
Así que, de vez en cuando, te mandaré un correo electrónico como este.
Si te apetece, contéstame alguna vez.
Bueno, adiós. Hoy el cielo está despejado. Seguro que se verán las estrellas.
Shinichi Okazaki.