jueves, 1 de abril de 2010

El cálido resonar del bajo es lo único que admiten mis oídos, y también mi pecho.

Fue la primera tarde de Abril. Recuerdo.
Se me había acabado el tiempo. Buscando, buscando entre la muchedumbre cada tarde mientras paseaba mi amada ciudad, no había encontrado nada.
Bueno. Es mentira. Había encontrado de todo menos a ti, mira: tardes geniales, recuerdos geniales, discusiones geniales, roturas, separaciones y mentiras geniales (si grotesco cabe en la definición de genial, vaya). Había encontrado de todo menos lo que me había propuesto buscar aquella temprana semana santa, ¡hasta la entrada número 3000 acudía a recordarme su existencia!
Pero no os preocupéis. Yo ya había expresado mi emoción al perder aquel papelito, y no estaba dispuesta a cargar con el martirio personal de otra persona.
Se lo entregué al viento de la ciudad, que es más fuerte que yo y soporta el peso del mundo a diario con su sola quietud. Así, las furia de miles de pisadas la destrozarán para ayudarme a que solo viva en el recuerdo, o el viento la alejará de mí y de mi frustración.
Su amado viento.
Es mejor que guarde él los pedazos de la entrada, a él le quiere. Es un trozo de papel ridiculamente importante para él. Si cree que deshaciéndose de él pasará todo, como al despertar de una pesadilla... me gustaría decirle con una sonrisa irrascible; que se equivoca.
Encontré música, encontré pasión, encontré el olvido de mis nervios y angustias, y encontré otros nuevos, cómo no.
Encontré un sueño cumplido. Sí, sí. Aquel estúpido sueño en el que yo vomitaba y lloraba, en el que cada postura decía basta y que todo era tan de verdad como hoy.
"De verdad". No significa que no sea mentira, ni que no esté poblado por ellas. Solo significa que si extiendes la mano, sientes el fuego quemar, y si sonríes, te llenas por dentro de un delirio con cadencia de champagne.
Pero la realidad, el mundo de verdad que yo buscaba era otro. Eran tus brazos. Era el holor a stradivarius con lavanda... era tu mirada, y la bofetada que me abría dado sin siquiera pretenderlo.
Era ponerme a tu merced y dejarte humillarme con los labios relajados, pero quietos.
Era hacer realidad solo un poco de mi refugio secreto en el valle de los puentes.
Es un bonito nombre para nuestro lugar secreto, ¡a que sí! Te encanta.
Pues... te busqué en todas las cabelleras rubias, en todas las miradas azules, en todos los momentos que recorrí aquí. Pero... no estabas.
No estabas, ¿sabes?
Y yo te necesitaba. Me golpeó el huracán invisible, y yo solo necesitaba la corrección de tus ademanes hacia mis hombros. Me envolvió, y yo solo quería que el mundo me demostrara que tú existías de verdad. Me dejó allí (creyó que me abandonaba allí tirada) y avanzó (creyó que avanzaba, pero algo me decía que tropezaría enseguida). Avanzó...
Y yo pensaba que no sabía lo que tenía que sentir. Estaba furiosa, triste, confusa, enfadada, aliviada.
Avanzó y yo solo esperaba que, como en otro de mis sueños, tú vinieras a buscarme y me perdonaras por haber profanado aquel mundo.
Pero no viniste.
No... viniste. Con lo que yo te busqué. Al final se me ocurrió que a lo mejor estabas aquí esperándome. Vine corriendo, haciendo sonar mi campanita con desesperación.
Y me desplomé en la hierba esperando sentir tus pasos. Pero solo sentí una mano en la mejilla.
Ya estabas allí. El crepúsculo no me dejaba ver, y por eso no había advertido tu silueta rematada en mechones de oro viejo, ligeramente ondulados.
Me quedé mirándote, largo rato.
Después rompiste la mirada con cuidado, despacio, inclinando la cabeza hacia el suelo en un gesto.
Me dejé caer despacio hacia tu regazo, y recosté el cuerpo contracturado poco a poco, intentando que no doliera.
Fui incapaz de aguantar mucho más con los ojos secos. Por fin lloré.
Te hice acercarte a mi llamándote con una mano, y te agachaste todo lo que pudiste a mi cara, con la incógnita pintada en la mueca de la boca.
*Él... lo ha visto todo.* Lloré. *Me espiaba aquí. Me duele.* Expiré con un soplo de furia y horror, incrédula.
Me acallaste con un *shhh* y intentaste aliviar mi (parecía muy densa) pena acariciándome el pelo, torpe.
*Ayer estuve aquí. Buscándote.* Murmuraste entre dientes. Abrí los ojos con sorpresa, salieron más lágrimas y me encogí en un ovillo.
*Ojalá me hubieras encontrado al otro lado. Yo había ido a buscarte... no estabas. Nunca estás.*
La mirada triste que me respondió me prometió que algún día me encontraría allí.
Pero para eso, tenía que prometerle seguir buscándole.
Sonreí mientras me estiraba, allí en su regazo, intentando espantar la sombra de una cara horrible (por fin había comprendido la forma de aquella cara, oh, no, me perseguiría siempre), y reí.
Me sentó bien.
Me miraste, sin comprender nada, pero con una sonrisa aliciente. Reí más.
De corazón, y después rodé por la hierba. Estaba mojada, pero me dio igual. Tú hiciste algo inaudito, entonces: te tumbaste en la hierba con cuidado, y giraste también con descontrol.
¡Arriesgando tu pulcro polo! Reí, y me mofé con un gesto.
Mohíno, sacaste la lengua.
Aquello, no sabía por qué, me parecía tremendamente gracioso. Un punto de risa (sí sí, color champagne) me poseyó y no quise desprenderme de su influjo.
Estaba cansada de llorar. Había sido una temporada mala, las plantas de mi valle necesitaban agua y por eso lloraba. Pero ya no. Ahora llovía, y el rocío se encargaría de cuidarlas.
Yo podría ir allí a bailar, o a hacerles compañía y cantar para otra persona.
Sí, iba a bailar.
Pensaba devolverle el favor bailando. No hacerlo sería muy maleducado, ¿no?
Y ya que es todo cuestión de símbolos inexplicados y dejar al otro atado al recuerdo, yo dibujaré los míos y los tiraré al aire.
El aire es más bonito que el viento. En el aire una hoja de papel casi se duerme, acunada.
Pero el viento... todos sabemos que la arruga y se la lleva. Tal vez para siempre.
Así que voy a quedarme algún tiempo en el aire. Sí sí, con olor a champagne. Pero solo la idea, ¿eh?. Todos sabemos que mí única droga es el arte...
Nada de alcohol, y menos de suciedad.
A ver si limpiando este lugar, se va aclarando todo, poco a poco.
Ya dirá el tiempo... qué era verdad.
Sonreíste avanzando hacia el río, completamente manchado de verdín, una sonrisa elástica, una carrera apresurada, y te desvaneciste en un sol de primavera.
Yo también me puse en pie, corriendo hacia mi vida. Tenía tanto que arreglar en ella.
Aunque sabía... siempre iba a contar con este puente.
Mi valle favorito de tooooodo el mundo.
Ladrillo tras ladrillo, los egipcios han demostrado que es posible levantar pirámides.
Y basta ya de pensar frases inconexas, necesito dormir.
Me siento derrotada.
Pero no como si me hubieran derrotado.
Solo que entre mi estómago y mis nervios... se han llevado mi energía, tengo que dormir.
Buenas noches, querida ciudad.
Volveré y bailaré sobre ti, no lo dudes.
Buenas noches... soñaré contigo.

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