Nadie escuchó que perdida en mi propia niebla, lo único que pedía para conseguir enfrentar mi mundo era un colgante de metal barato.
Como en la más horrible pesadilla, todo lo que me asfixia sin que nadie parezca advertir como me ahogo es absurdo, pero necesario.
Aún así nadie es capaz de acompañarme a la sala del reloj para mirar fijamente si se para el tiempo.
Nadie viene conmigo al parque de los puentes a dejar pasar las horas acurrucados en una tarde de abril.
Nadie me da la mano al pasar por esa esquina.
Y nadie revolvió cielo y tierra para encontrar el pedazo de chatarra que me haría un poco más feliz.
Entiende que no puede satisfacerse tu capricho, este no.
Pero quiero... necesito... ¡es importante!
Y eso solo me hizo sentir un poco más triste.
¿Pero qué importaba?
Yo me lo había buscado, ¿no?
Importaban más todos aquellos a quienes yo había hecho daño con mi egoísmo.
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