lunes, 14 de septiembre de 2009

Rara

No recuerdo un trayecto en tren más productivo que el de ayer.
Era una fría tarde de septiembre y...
Lo cierto es que es una frase genial, aunque no continúe con "caían las primeras ojas" si no con "mi cabeza amenazaba con desconectar y desmayarse".
También es cierto que fue genial, de esas tardes de título, diversión, que atesoras con todo lo que sentiste viviéndolas.
Juego, diversión, estrategia, artimaña. Llámalo como quieras, pero lo cierto es que fue.
Aun no sé cómo los más cercanos creyeron todas las mentiras que dije aquella noche. De verdad confían en mí. Confían en nosotras, es más.
Eso sí que es divertido, que confíen tanto en una personalidad que actúa por impulsos y sensaciones con visión absolutamente panorámica.
Hacia el final ya necesitaba respirar, necesitaba espacio. Y esa canción, como caída del cielo...
Aun no puedo catalogar todo lo que me transmite el recuerdo de aquella tarde, porque se despiertan las dos de golpe y empiezan a sacudirme con su disputa. Y duele tanto como cuando sientes que dos personas en el espacio de una pelean destrozando el lugar.
El lugar soy yo. Y sí, el trayecto en tren me dejó destrozada.
Porque. No sé como explicarlo.
No se cayaban.
Yo podía intentar poner un poco de racionalidad al asunto, pero ya no era yo, si no ellas dos, cambiando todo el rato de posición para replicarme a mí misma.
La reciprocidad es rara.
Sabía a fresa, y, como todas las fresas, sabía a disonancia entre la textura amarga y el sabor del fruto más dulce.

Llorar es difícil

Un juego de contorsionista.
Un húmedo trapo sucio, viejo y gris que se retuerce y se retuerce, hasta que suelta la última gota de agua.
Después de la compresión, descompresión. Que es incluso más difícil y dolorosa que la primera. Porque tienes miedo, estás perdido y el único refugio que queda ni siquiera es seguro.
Lleva tiempo.
Y duele.
Tanto a Cobrin como a Layla.
Duele.
Les duele.

Les hicieron más daño...
Que en toda la última era.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Carta para un ángel

Hola, ángel.
Definitivamente no me entiendo.
Apenas te conozco, el roce ha sido breve, las ocasiones de decir algo más que hola, ridículamente escasas.
A lo mejor desde que sonreíste con esa cara sincera y me lo pediste, quise darte más.
Más en forma de esa sombra clara de sencillez y sutileza que rodea sin descanso la vida de algunas personas. Como tú. Como él.
Si alguna vez dudo de la inexistencia del bien y el mal… no tengo más que recordar tu silueta para estar segura de que por encima de ellos, vida.
Hubo varios cercanos, que mi (ai, justo ahora tengo que ponerle nombre) Cobrin valoraba. Pero al que ella esté dispuesta a entregarme como a ti, creo que ni siquiera Él.
¿Cómo uno de tantos ángeles ha conseguido lo que ni tan siquiera dioses…?
A lo mejor es por su encanto de libro, como me gusta llamarlo.
Me tiraría a sus brazos sin dudarlo. Y no solo a sus brazos.
Yo antes me expresaba bien. ¿Es que voy a perderlo todo?
La suerte, la gracia, la expresión…
Bueno, nadie puede perder cosas que no ha tenido. Así que quitemos la suerte de la lista.
Ángel, pero tú sí escucharías mi voz, ¿verdad?, los ángeles son buenos. Seguro que tú eres tan bueno que me darían ganas de llorar al sentir la ternura.
Odio la ternura.
¿Sería capaz de soportarte?
¿Aguantarías mi lenta capacidad de adaptación (shh, es un secreto. Nadie lo sabe porque siempre empiezo mintiendo.) valorando mis ojos enfermos de amargura?
Eres un mundo en el que quiero vivir. Pero si tú, ángel, me dejaras caer y te alejaras batiendo fuerte las blancas…
¿Quién podría quererme entonces?
¿Solo alguien tan malo como yo?
Ángel…
En forma de sollozo es incluso más hermoso. Imagínate que solloza así otro ángel, con su voz de niño eterno.
No sé si yo… podría querer a alguien malo de verdad. Soy demasiado egoísta. Una mala persona que quiere una buena persona.
Perdón, perdón, Cobrin. Que malas y buenas personas no existen.
Una persona fea por dentro que quiere una tan hermosa que la deje sin respiración.
Poco a poco comprendí que el materialismo existe. Lo acepté y aprendí a mirarlo como algo importante y bello, a su manera.
Cobrin sedaba a Layla cada vez que esta montaba en cólera por su aceptación. Ella es más fuerte. Cuenta con el instinto y siempre pudo con la pobre Layla.
Ángel, ¿no estás orgulloso? Han nacido aquí, en tu carta. Bueno. Tal vez llevan viviendo diecisiete años.
Más dormidas que despiertas en ocasiones, disputándose mi cuerpo y sin saber del todo quién son.
Pobres, mis niñas…
Condenadas a odiarse. Yo. Es mi culpa. ¡Yo las condené…! Un grito sollozado parece incluso peor, ¿eh, ángel?
Por favor… quiéreme, no me apartes… Cada vez sobrevivir es peor. Yo no quiero eso.
Quiero vivir. Tejer recuerdos que hagan a Cobrin derretirse del placer.
Que Layla, mi niña, sea feliz.
¿Habrá alguien más, como yo, que busque esa vida de cuento?
¿Que busque los diálogos perfectos (ag, odio esta palabra)?
¿Qué necesite vivir sin sentirse culpable?
¿Qué pueda compartir el peso de mis mentiras?
Porque cuando esté cansada de llevarlo… podría perderlo todo en un arranque de la furia de Cobrin. Es una niña, no la odiéis. Y si lo tiro. Y al caer hace daño a mucha, mucha gente. Gente importante.
¿Quién podrá entenderme hasta donde yo misma me pierdo discutiendo conmigo, en los bordes de la comprendida incomprensión?
Por eso… por eso te escribo, ángel.
Porque te quiero. Y estoy segura de que esa palabra que duele tanto no puede contigo. Te querré cuando te conozca. Será vivo y seguro, fascinante y angelical.
Será torpe y rudo a veces, pero seguro que muy tierno.
Lo odiaré por ello.
Pero, pero… no lo entiendes Ángel.
Sea lo que sea. Me gustaría que fuera.

Te quieren,

Cobrin y Layla, por orden alfabético.

(Fragmento de aquella historia, de su segunda parte, capítulo tercero)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ni siquiera sé dónde estoy.

En mi imaginación:
Por favor, no cuelgues.
Primero escucha. Es obvio que pasa algo. Pero no pasa lo que tú crees que pasa.. Odio que pienses que pasa eso, porque odio pensar en decepcionarte. Y sé que lo he hecho.
Sé que te decepcioné muchísimo.. y odio haberlo hecho.
Lo odio.
No me importa quedarme en "la puerta". Nunca me importó, ya lo sabes.
Pero a lo mejor es que hasta ahora no conocía esa cara tuya, la cara borde. Me duele pensar que hablar o no hablarme se decida por un "qué te pasa". Solo intentaba ayudarte. Sé que es muy probable que no pudiera..
Pero a veces compartir ayuda. Hay veces que dejar que te arranquen las cosas libera. No digo que fuera el caso.
Me gusta nuestra relación..
la cuestión es si solo me hablaste así a mí aquella noche. Pregúntatelo. Si la respuesta es sí no tengo nada que decir. Pero si es no. Pues.
Es que si yo te hablara así no quiero ni imaginar las contestaciones.
Exageré, lo sé. Siempre lo hago, es parte de mí.
Además, al contrario de lo que creías no esperaba que la leyeras. Al menos no lo hice con esa intención. Con eso me refiero a que cuando escribo una "carta" tiendo a ser dramática.
Y odio que pienses que pasa lo mismo que con el resto de la gente. Porque no es eso... no es eso y ya no sé si gritarlo o qué hacer.
Cuando te dije que no sabía si te importaba perderme..
Lo decía en serio. Estaba muy asustada de que solo a mi me importara. Porque a mi me importa mucho. No tiene que importarte lo mismo que a mi, o más que otras cosas.
Pero si no te importara..
A mi me importa cómo puedas sentirte. Me importa si tienes que contarme algo, una opinión o algo sobre ti. No sé si hablaste como hablaste porque tenías un mal día, o porque lo pensabas de verdad.
Pero si lo pensabas de verdad, no pretendo cambiarlo, pero yo tengo que decirte que duele.
Sé que te importo (bueno, importaba.. no sé.).
Pero cosas empezaron a hacerme dudar y y..
Después de este verano tengo la sensación de que cualquier cosa puede ir mal en cualquier momento, y despues de la ultima conversación leí esa entrada de que quieres mucho a la gente y eres muy bueno.. y me puse muy nerviosa.
Muy muy nerviosa.
Y empecé a escribir.
Y escribí.
Y después.. pues el resto ya lo sabes.
Si algo tengo claro es que no quiero perderte.
Me pregunto si ya te perdí.
Acechan desagradables y flamantes sombras del pasado.


Regalo uno: piedrecita gris.

Miss La Garta se adapta bien, se lleva bien con el Señor Smith. Normal, son mano derecha y mano izquierda.

Sanfi no. No encaja. Pero bueno, cuando pinte las paredes estará más cómodo.

Definitivamente blancas.

Estoy cayendo. Porque no quiero agarrarme a nada.

Hay muchos salientes. Pero si no quiero, pues caigo.

Hoy estudié word. Fue ridiculamente fácil.

Soñé que no me contestaban los mensajes por alguna razón obvia. Soñé con mi blog y la persona que lo lee.

No quiero acordarme más de esa maraña de pensamientos angustiosos.

Me parece que voy a suprimir esa palabra de mi vocabulario.

Ahora debería estar en el médico, pidiendo cita. Pero otra vez perdí mi tarjeta sanitaria... vaya.

Mi padre no se cree que me de miedo el amarillo y por eso tengo que pintar paredes de blanco. No entiendo que sea tan cerrado.

Hay veces que actúo sin pensar. En las consecuencias, claro. Pienso lo que hago. Lógico.

Como ayer. Compré un libro nuevo, precioso. Sabiendo que no debo tentar a mi ridícula fuerza de voluntad. Ahora ya es tarde. Sé que lo leeré.

Vi mis tacones negros tirados en la estantería y me acordé otra vez de Layla. Corrí a visitarla en su cajita, aquí a mi lado.

¿Por qué me acordé de ella?

Porque mis tacones y mi vestido azul iban a ser mi atrezzo para una sesión fotográfica. Iba a ser genial.

¿Positivismo?

Eso existiría si aceptara la existenciade "bien" y "mal".

Como no la acepto, no existe.

Ayer tuve miedo otra vez.. Volví a refugiarme en artificio y pompa para esconder la verdad del núcleo.

Siempre poniendo una corteza tan gruesa entre yo y el mundo. Como diría otra persona.

Me gustaría haber ido vestida con algo que me gustara, sin gafas y con el pelo bien. Pero eso habría sido romper otra promesa a mí misma (me refiero al pelo), y tres en una semana ya son muchas.

Es raro.

Sé que son tres pero solo recuerdo una.

Cada vez estoy más segura. El éxito de tuenti radica en su diseño. Somos víctimas de un horrible bombardeo publicitario.

Me voy a leer lo que no debería leer.