sábado, 26 de junio de 2010

"If I'm a bad person you don't like me"

"Well... I guess I'll make my own way"

Es un riesgo muy alto... demasiado alto.
Puedes correrlo... o no correrlo. La decisión es... delicada, como poco.
¿Quiero correr ese riesgo?
Otra respuesta muy delicada.

lunes, 21 de junio de 2010

Aunque lo cierto es que también hay ciertos islotes salvadores, gente que responde por ti.

Gente con la que nunca te enfadarías, o, si lo hicieras, sería horrible, desastroso, catastrófico y sobre todo muy fugaz: con principio y final.
Como ella... como él... como ella. Pero casi nadie más. A ver, alguna gente más. Pero tampoco mucha. Lo importante es que ella, él y ella son geniales, y han venido para quedarse.
Si pienso en ellos, aun puedo sonreír de corazón.

domingo, 20 de junio de 2010

Estoy enfadada con muchísima gente.

Con unos por ser ridículos y superficiales, porque les tienes tan cerca que podrías atravesarlos y días después están en la esquina de enfrente, casi atravesando a otra persona. Porque les apoyas cuando nadie más lo hace y en cuanto recuperan la amistad del resto de repente vuelves a ser escoria, y cuando están ebrios ni mencionan tu nombre. Eso no solo quiere decir mucho, quiere decir muchísimo. Después te piden cosas, se enfadan si no haces lo que te piden porque simplemente no es justo que tengas que hacerlo tú, se enfadan sin importarles las consecuencias. Se enfadan sabiendo que harás lo posible para que se desenfaden cuanto antes, porque la que les quiere y la que se siente fatal aunque no haya hecho nada malo, saben que eres tú. Y cuando hablo de "ellos", hablo solamente de "ella". Oh, no. Cuando se le adjudica el pronombre, nada bueno se avecina.
Con otros porque haces un esfuerzo sobrehumano para acercarte a lo que rechazaste hace mucho, mucho tiempo y de pronto no eres nada (como antes) al lado del resto, y siguen acariciando aquello que lleva esperpentizando tu mundo muchos, muchos meses. Porque nunca pudo, ejem, pudieron dedicar la mitad del tiempo que siempre habían dedicado a extraños solo a ti, porque se decían "entregados" a ti cuando solo echaban una breve mirada a tu lado del espejo de vez en cuando. Porque para ti lo eran todo, y tú para ellos eras realmente poco. Por tantas razones que ya no logras ni acordarte... llegó a darte miedo su olor, llegó a enfurecerte su mirada, llegaste a huir (huiste tantas veces) de su presencia. Te sentiste un poco culpable por todo ello. Y cuando por fin lo vences... cuando por fin dominas la repulsión y puedes tratarlos con una sonrisa sincera... cuando te esfuerzas por encontrar el sentimiento que habías encerrado, de nuevo, ella le dice a quien destroza tu mundo que "todo saldrá bien, que siga esforzándose así", solo que en verso. Y entonces sientes una arcada, te doblas en dos y caes de rodillas sin sentir nada, sin aire dentro y solo abriendo mucho los ojos: buscando ver, intentando entender. ¿Qué pasa? Hay un error, te dices. Vuelves a leer, muchas veces, pero la verdad es que lo que leíste al principio no cambia. No cambia nada.
Resurgen los viejos sentimientos de furia y repulsa, y te llamas idiota por haber creído que algo habría cambiado, por haber olvidado. Olvidas tan rápido. Perdonas rapidísimo.
Por eso cuando algo te hace daño lo rechazas con tanta fuerza. Porque tienes miedo... tienes verdadero miedo de olvidar, y volver a tratarlo como siempre sin importar cuánto daño te haya hecho en ese momento. Tienes miedo de perder esa perspectiva, que es solo tuya, y, así, dejar de ser tú. Tienes verdadero miedo: miedo de ti.
Por eso rechazas, empujas, niegas, ¡FUERA! (gritas)... presionas hasta que la presión se vuelve en tu contra y te ahoga.
Y entonces te vuelves, giras buscando, intentando recordar cual era tu refugio más seguro. Te lanzas contra él... te das cuenta de lo afortunado que eres por tenerlo, y ¡BAM!, te enfadas otra vez. Porque para tu luz salvadora tú no eres tan necesaria como ella para ti... ella puede ver sin ti, es capaz de olvidarte y ser feliz lejos, fuera de tu mundo, no te necesita para ver. Te das cuenta de que la vista es con creces más fundamental para ti de lo que tú creías. Pero sigues creyendo que podrías prescindir de ella con él a tu lado, si siguieras pudiendo escuchar su voz cantando al monzón. Tiemblas, te das cuenta: nunca escarmientas.
La verdad es que sí. Tiemblas, tiemblas, y no tiemblas por cualquier cosa. Tiemblas porque... porque estás sola. Y ni siquiera tienes el valor de cortar los lazos que te atan, ni siquiera tienes la fuerza para decirles que son lazos falsos, que no te sirven para nada, que te hacen daño y duelen muchísimo... porque vuelves a tener miedo de agitar las cosas.
Es tan peligroso. No puedes arriesgarte más. Solo deseas... marcharte. Irte muy lejos durante bastante tiempo. Tener tiempo para estar sola, como de verdad estás, hasta darte cuenta de qué falla, por qué todo te decepciona tanto: si es porque esperas mucho de todo, o porque es ridículo pensar que de quien lo esperas vaya a dártelo.
Estás cansada. Cansadísima. Crees que es de verdad un problema anímico, o mental. Pero sabes que puedes superarlo, sabes que tienes que ser fuerte... pero estás cansada de ser fuerte, de protegerte incluso de lo que más cerca está (y que se supone quieres que esté), solo quieres dejarte caer en un agujero negro, donde nadie pueda encontrarte nunca, y llorar.
Estás enfadada... con ella por quererle. A quien te dejó sola cuando prometió que nunca lo haría. A quien te dejó caer... dormida para siempre. No se lo perdonas. A la que te empujó a las garras, no diré de la muerte, pero sí a las garras de algo, sin tan siquiera una espada en mano.
Sabes que esa persona ya no existe, y a veces lloras por ella. Te habría gustado que todo hubiera sido diferente. La verdad es que sí. A veces lo piensas, piensas lo genial que habría sido. Desencaminada, ciega, y completamente perdida pero con una determinación de hierro aun cuando ninguna de sus acciones apuntaba a ninguna parte. La querías tanto.
Al escuchar su voz te diste cuenta de que ella ya no es ella. De que nunca lo va a volver a ser. Pero no puedes alejarte, ni siquiera hacérselo saber. Tienes que encontrar la muestra de amor más elaborada, aduladora y falsa para que llore y te diga que te quiere... y tú puedas dejarla ahí, sin que sufra, y marcharte otra vez. Esta vez... para no volver a su lado.
Ahora... solo tienes un cabo al que agarrarte. Es ella. Esperas que no se estropee. Si eso pasara, no sabrías qué hacer. Es como tu hermana. Tienes tanto miedo de perderla que harías absolutamente todo por evitar su enfado: serías buena persona, incluso. Y te parecería una buena causa... porque lo cierto es que la quieres muchísimo. Es preciosa, es genial, y tiene esa cualidad que solo un ente ficticio (o casi real) posee: la de aceptarte, tal como eres, y ayudarte a buscarle el sentido a tu vida. Sin agobiarte con lo que pasa en la suya, sin compararte. Es una cualidad que casi nadie tiene, la hace única. Porque forma parte de ella, de su ser. La quiero tanto. También por todos sus errores. Por su carácter. Por su capacidad para evadirse y volverse hipersensible de la realidad. Cuando eso pasa sientes que es lo más tierno que has visto nunca, te dan ganas de abrazarla y echarte a llorar.
A veces te gustaría que fuera tu hermana. Si así fuera, sabrías con total seguridad que estaría siempre a tu lado. Siendo objetivos, sabes que no puedes esperar que sin ser tu hermana se quede para siempre a tu lado. Te gustaría muchísimo que así fuera. Que lo del "pack" fuese algo así como eterno... quiero que esté en todas mis aventuras, y no me importa dejar de ser un poquito yo para pasar a ser un poquito amor por ella. Porque lo cierto es que... la quiero muchísimo.
Aunque esté enfadada con toda esa gente, voy a intentar seguir adelante. Voy a cambiar, aunque sea un poco. Quiero ser una persona de la que ella esté orgullosa. Soy así. Cuando quiero tanto a alguien siento la necesidad de cumplir sus expectativas, aunque eso después me convierta en tonta, sosa, aburrida y crédula. Aunque eso suponga que todo mi esfuerzo sea borrado del tablero con un dato absurdo, con un (con otro) puñal de hielo invisible.
Ahora estás triste. Estás a punto de llorar. Porque te han hecho daño... porque por fin vas a verla, mañana. Eso te hace de un modo extraño, muy feliz, pero a la vez te da más ganas de llorar.
Por lo menos, el hogar cálido y feliz fue bonito durante un tiempo. Hasta que se rompió la mentira. Por lo menos.
Ahora vas a dejar de escribir... solo quieres hundirte en la cama, y no tener que pensar en nada.









sábado, 19 de junio de 2010

A veces.

A veces me muero por estar allí. A veces me muero por conseguir sentirme aquí igual que allí. A veces me muero por querer apostar por algo aquí tan fuerte como siempre lo hago por todo allí. A veces me muero por abrazar a uno de ellos, a veces, por gritarle todo lo que siento bailando. A veces me muero por ir allí y pasear yo sola, sin ella, sin nadie: solas, la ciudad y yo... sería un día de sol. A veces me muero por saber cómo serían las fotos sacadas ese día de soledad en el paraíso, a veces por bailar en su plaza mayor, por cantar, por empuñar mi espada y cantarle mi furia al viento... a veces me muero por encerrar al viento, lejos de él, para que nunca pueda volver a llamarlo suyo. A veces, me muero por él, y otras veces me muero por morirme por él, aunque él no esté en aquella ciudad: a veces me muero por estar allí para que no pensar en él sea más fácil, pero al no pensar en él también me muero. A veces...

viernes, 18 de junio de 2010

Tragicomedia

En cuanto te liberan, no tienes fuerzas para ser libre.
Necesitas un escondite, y todas las promesas se rompen de golpe, todas las aspiraciones, se esfuman.
Solo estáis tú y una sábana muy fría, tan reconfortante. Te dejarías ir para siempre, dejarías atrás todo: el zumbido en tu cabeza, tu cuerpo gastado, el olor a esfuerzo y torpeza, cada uno de los lazos que te sujetan a todo.
Solo un poco más, hasta que recobres algo de fuerza, sigue escondida.

lunes, 14 de junio de 2010

Punto de inflexión.

Tres días. Tres días para que termine la pesadilla.
Hoy te levantaste pensando que podías hacerlo, pero hacia las seis de la tarde tu castillo de arena se derrumbaba y de repente no era más que soplos de aire.
Todo es eso... un gran castillo de naipes. Sin ases, solo números, huecos (muchos huecos), creando la malla de una reja, te recuerda a una cárcel.
Tres días, susurras, doblegando a tu estómago. Solo tres más.

domingo, 13 de junio de 2010

Mañana es un día violento.

Me pongo mis calcetines de superheroína (uno de caperucitas rojas y otro de lobos feroces, vamos, como el ying y el yang en versión moe) y me siento a esperar, teléfono y tomo siete de NANA en mano.
Paciencia, me digo. ¡Cuatro días más!
Tan bien armada, no tengo por qué tener miedo.

¿Cómo es esta semana?

El cielo está siempre enfadado y huraño, pero al mediodía se le escapa la sonrisa que nos perfora la vista, y el corazón, más dentro.
Todo es así, nubes, un rayo de luz solitario, maldito, y más nubes, pero no más luz.
Cuando viene la odias, pero cuando ya no está la echas un poco de menos.
Es de noche pero aun no es de noche, tienes sueño pero no consigues dormir. Y es todo así, todo, todo el tiempo: una presión en el estómago que te va haciendo cosquillas por dentro... y a veces se pasa y te hace daño. Cuanto más pasan las horas, peor es. Ya no es un juego, son solo garras y ácido biliar, o gástrico, o como se llame.
¿Perspectivas? Blanco, blanco y más blanco. No sabes qué esperar, qué hacer, sufrir, dejar de nadar a contracorriente o seguir pataleando con fuerza. Es todo... tan blanco.
Pero pasará. Y dentro de algunos días esta semana será "la semana pasada" y, dentro de algún tiempo más, aprenderé a reírme de ella y le cogeré algo de cariño.
Es como cuando les veo hablar de "la prueba". Parece como si hablaran de alguien, y lo peor de todo es que la quieren. ¡La quieren!, y resulta muy tierno y a la vez casi esperpéntico.
Pero no lo pasaré mal. La prioridad número uno es recuperarme. Los exámenes solo son la número dos, así que me iré a dormir temprano y condenaré a muerte a todo despertador.
Ahora debería seguir estudiando. Pero... uf.
Es duro. Es una prueba de desgaste. Como la guerrilla. Uf. Lo malo es que en esas cosas yo empiezo muy motivada, pero hacia el final me voy cansando y acabo tirando la toalla justo antes de la meta final. Pero no.
Esta vez... será diferente.

miércoles, 2 de junio de 2010

Está cambiando.

Solo necesita que alguien crea en ella.

Rómpeme.

Vamos, rómpeme. Porque si tú no lo haces... ya no sé qué van a hacer conmigo.
O eso es lo que dice ella, todas las noches, antes de dormirse, sedada... atada.