jueves, 31 de diciembre de 2009

No sé dónde estás.

Dónde te escondes, dónde estarás para no dar señales de vida en toda una tarde.
A veces parece que estoy enamorada de ti, o que tengo esa clase de dependencia que tiene Layla a veces, pero no.
Es solo que me encanta estar contigo... en forma de palabra escrita, sonada a través de horas y horas de conversación.
Es la realidad, porque aunque me esconda de otras llamadas, para la tuya siempre tengo el tiempo que haga falta... y me da igual cuánto me griten, solo por la ilusión de ver esas dos letras dibujadas en la pantalla del teléfono.
Como dice alguna gente con la que soy muy sincera, "niña, tienes problemas graves".
Pero ahora me da igual, solo quiero que vengas y empieces a gritar otra vez.

Perdí la entrada... en algún lugar del viaje.

Es uno de esos trozos de papel que atesoras, que miras y miras temiendo que se desvanezcan en una llama temblorosa y solo quede, testigo de su existencia, una voluta de humo.
Pero no, siguen ahí... porque son materiales, y aunque tú los veas como partes de tus tan preciados recuerdos, esos enlaces son inútiles, inservibles, y por mucho que los veneres, no te arrastrarán allí a donde quieres ir.
Pues este... es uno de esos. Y, además, sabía que se desvanecería mucho antes de que lo hiciera. Por eso, al no encontrarlo, solo sonreí.
Nunca más volvería a ver la entrada número 3000, y con ella, se desvanecería otra atadura.

martes, 29 de diciembre de 2009

Pop.

Y sucede así, de repente. Rodeada de lo que más quieres, te inundas por dentro. Pero incluso ella se deja inundar, inusualmente dócil. Tiene una sonrisa dulce, como de niña, de esas que casi nunca le veo últimamente, porque siempre me tiene que abrazar a mí. Una canción sublime en labios temblorosos que recuerda a la voz de un ángel, pero no, no me refiero a él. Ya no. A veces se me olvida cuánto la quiero. La quiero de verdad, muchísimo, y lo siento dentro... derritiéndose como plata de aquella contaminante.

Es inofensivo.

Ya puede palparte el alma, porque no vas a estremecerte.. ni tan siquiera por un susurro como aquel.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Querida Clío...

¿Cómo hacías tú para poder hablarle así, tan natural?
Como si no le estuvieras hablando a él.
Ojalá supiera, ojalá pudiera hacerlo... yo tampoco entiendo por qué no puedo hacerlo como en mi mente. Iba a ser tan perfecto, iba a ser...
Ya no sé nada.
Solo tengo que quedarme donde estoy y no avanzar yo sola. Esto íbamos a hacerlo juntos, ¿no?
Pues ya está. Juntos... hasta el día que despierte del sueño.
Y ya está.
Como hiciste tú. Quiero no pensar tanto, Clío. Quiero vivirlo y ya está.
Ya me encerraré a horrorizarme de lo que hice después. Ahora... solo quiero vivirle.
Ayúdame, musa.
Ayúdame a no sonreir porque sí. A saber mirarle... sin tener miedo a asustarle.
A lo mejor es que esa mirada de hierro no es más que mía. Ella no es más que mi reflejo. Y él no es más que... él.
Ojalá supiera mirar.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Querida Clío.

¿Dónde encontrabas tu musa cuando se escondía en aquella ciudad abandonada?
Porque tú eras su musa. Pero la tuya.. siempre supiste encontrarla. Me pregunto si era por alejarte de aquello que te daba tanto miedo porque.. te hacía sentir.
Ahora yo la he perdido. Y pienso en ti, te escribo, y ni siquiera consigo hacerte llegar lo que siento.. entiendes, ¿musa?.. se pierde.
Me gustaría volver a sentirme caer con el estómago encogido en una fiebre de arte, dejarme caer a través de páginas a medio escribir. Sentir que esas hojas son todo y son nada.
¿Quieres ser mi musa? Porque a lo mejor yo también necesito una. A lo mejor, eso que yo invoco "arte" no sirve.. y también necesito de una chispa de magia que lo haga ser arte.
Sé que estoy divagando, y sé que no necesito ninguna musa, pero aun así quiero que también seas la mía. Te llevaré dentro, siempre, aunque no seas yo. Te llevaré con ellas..
Siempre estaré contigo. Por si algún día esa vida que escogiste deja de hacerte feliz. Y caes en el sinsentido y la desesperación, por si echas de menos algo ahora inalcanzable.. estaré ahí para abrazarte en la antesala de mi mente. Esa en la que duermen ellas, encogidas en un suelo pulcro e incorpóreo, o agazapadas en una esquina inexistente.
Mira, ya lo siento. Ahora, tus memorias parecen inconsistentes, ¿sabes?. Solo parece real, frío y gris como una piedra, tu presente. Qué miedo.
¿Todos mis sueños se perderán como la niebla? Ojalá pudiera embotellarlos, capturar la ilusión entre rejas doradas, para poder pasar la noche allí cuando me sienta perdida en la cruel realidad. Ni siquiera la dulce memoria, que siempre lo azucara todo, podrá convencerlos de quedarse para siempre. Se irán.. y sé que parte de mi alma con ellos.
Sé que cuando los pierda me romperé otra vez.. cuántas noches lloraré por ellos.
Con su forma, con su olor, y ese algo que los hace diferentes de todos los demás, que no es una cualidad y tampoco una sensación. Con su esencia de sueño, y esa prisión a la que te llevan engañada con un camino de rosas.
Y con ese abrazo que te ata a la ciudad más hermosa del universo.. que no es la tuya.
Y te obliga a seguir soñando.
Impaciente, me pierdo, confusa, otra vez.



miércoles, 23 de diciembre de 2009

Querida Clío.

Querida Clío.

Te echo de menos. Hoy pensé en ti, en el cine, pensé que esta película te hubiera encantado. Con sus ruidos de cascadas, cantos triviales disfrazados de sonidos del bosque, con sus ritmos salvajes y su sonido a naturaleza. Hasta tú hubieras amado esa música. No me preguntes cómo, pero sé que hubieras llorado.

A lo mejor, hasta cogida de la mano de tu mejor amigo.. qué suerte tienes. Él siempre será tu mejor amigo.

Y cuando me acordé de ti, de tu mundo claro de trazos finos y firmes como el azul de aquella página que al principio no entendía, yo sí quise llorar.

Sonaba una de esas bandas sonoras que te tocan el alma, y me sentí dentro de aquella película y a la vez del todo fuera, en mi propia historia rodada dos años atrás. Mirando la belleza natural de aquellas criaturas sin nombre ni identidad aparente. A lo mejor es porque no recelan tanto de ella, y aman la vida hasta tal punto que lo confunden todo en una gran red.. no lo sé. Admiro eso, pero yo no podría separarme de mí.

Me acuerdo.. de que tú tenías tu mundo metido en tu habitación, como yo. Allí te ocultabas del de verdad, hasta que alguien irrumpió en él.

Pero eso, ¿sabes?, solo pasa en los cuentos. El destino no entra por la puerta principal.. hay que ir a buscarlo en la trampilla oculta peor escondida. Y hay que saber buscarlo, es un don. Hay gente.. que le tiene en su vida. Al destino, digo. Y otra gente que no.

Yo soy del segundo grupo. Pero tú, Clío, eras del primero.

Me parecías el personaje más hermoso de todos. O casi todos. Porque él, pintado por ella, sí que dejaba sin respiración. Pero, volviendo a ti, pero tú eras tan íntegra, tan rota, tan tú.

Te echo de menos, Clío.

Cuando tu padre aun vivía, y no te habías separado de aquel piano, cuando el lienzo de tu madre aun estaba en el salón. Cuando tu vida todavía no se había hecho añicos.

Aunque después los pegaste muy bien, con una veracidad pasmante, a mí me hubiera gustado que tus sueños no se quedaran tan rotos también.

Y que hubieras tenido ese final de cuento de hadas, vestida de blanco con un horrible vestido que te hiciera parecer un pastel. Por ti, llevaré mi vestido de pastel. Así, a lo mejor me da suerte.. de esa que no tengo. Y si no me la da, no me sentiré tan sola.

Pensaré que tú estás allí conmigo, paseando por las calles que tanto amabas y que abandonaste para huir de ti.

¿Estaré huyendo yo también? Estoy sola, Clío. Solo ahora. A veces necesito estarlo.

Pero sé que ese paso que quiero dar es muy importante.. Clío, me da tanto miedo. Porque sé que será un arma de doble filo. Y me pregunto cual es ese doble, y en qué forma me lo prepara mi malcriado sino.

Te echo tanto de menos.. ojalá nada terminase. Pero todo acaba, y tu historia también terminó. Déjame que yo le de vida, ¿vale? Y un día, también tú serás su mejor amiga.

Es mi promesa. Nunca olvides que me duele que no estés..

..te echo de menos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Himmel

Acunada por el dulce traqueteo del tren, los baches que me hacían temblar por momentos con mi típico miedo. Los túneles que me prestaban (qué majos) un espejo negro en el que mirarme.
Como siempre, llevaba un libro o deberes o algo así para estudiar.
Y como siempre, ni siquiera lo toqué, demasiado celosa de aquel tiempo de anhelo y ilusión que me transportaba lejos, a donde yo quisiera. Como siempre, música a todo volumen, y, como siempre, enfado al empezar a sentir dolor de cabeza por ella, y resistencia ante la idea de permitir el silencio.
Soy así. Aquel era mi tiempo, solo para mí, en el que pensaba.. todo.
Sentía otra vez mil historias fluyendo todas a la vez, y me enfadaba porque no tenía un cómodo teclado en el que escribirlas. Aguardaba la llegada, impaciente. Y no quería que llegase nunca.
Aquel tren era, a lo mejor, felicidad eterna.
Tenía miedo, recuerdo. Tenía miedo de mí misma, de lo que yo pudiera hacer. Un pánico que me aferraba por dentro y me impedía moverme demasiado, como si con un manotazo pudiera espantar al mundo. Qué tonta era. Pero tenía miedo.
Como me había prometido no tenerlo, ser yo, dejar fluír el desastre (ya sabéis), me deshice de la garra de hielo y me permití girar, jugar con el pelo, recostarme de maneras extrañas y extrañar con ellas (y asustar, sospecho) a los pasajeros de los asientos más cercanos (L).
Jugaba a juzgar a todo el mundo, aunque aquello no era novedad, y me sentía tan guapa y natural como cuando me dejo sin respiración al mirarme en el espejo.
Uy, otro túnel.
Viajaba hacia... mi cielo. Era un lugar donde daba igual el tiempo que hiciera, si nevaba o granizaba, porque la urbe me mimaba y me consentía con un cariño que no creía merecer. Aquellas tardes de lluvia sin chaqueta, llegar empapada a las doce de la noche por jugar con la bola de agua, sentirme libre aunque solo fuera un cuento con final, una farsa.
Si me lo decía aquella ciudad, me lo creía todo.
Estaba llena de bosques, me gustaba pensar, me dejaba respirar. Solo imaginar las mil escenas que recreaba yo sola en aquellos parques, me llenaba de deleite y felicidad.
Eran posibilidades eternas, como yo.
Aunque el tiempo apremiaba. Mi eterno rival, siempre soltando latigazos al corazón. Era cruel, ¿sabéis? Como esos malos sin rostro, que lo único que sabes es que necesitas detener.
Aun quedaba una hora y media para empezar a vivirlo y ya me estaba rompiendo el sueño. ¿Veis? Cruel.
Me palpaba la cara, nerviosa. Menos mal, estaba bien. No quería ni pensar en despertarme otra vez con la mandíbula hinchada. Eso sí que me hizo sentir pánico.
Y estación tras estación... mi nerviosismo aumentaba. Excitada, comprobaba el móvil una y otra vez. Caía en la cadencia de canciones lentas, salía otra vez al rey del pop. Calmaba a la niña que retorcía una mano con la otra, histérica, dejándole escuchar su canción... a la vez que tenía mucho cuidado de no tropezarme con cierta voz, de mantener el sedante funcionando.
No me convenía nada de nada que se despertara ella. Solo pensarlo hizo que me estremeciera.
Me sentí como si fuera a vender mi cuerpo al diablo sin yo saberlo. Otro escalofrío. Como si fuera a firmar mi sentencia de muerte influenciada por el efecto de algún alucinógeno.
Alejé todo aquello de mí aterrorizada, no me gustaban aquellos sentimientos. Los conocía demasiado bien, y me hacían llorar.
Y no quería llorar. Quería gritar de alegría, ¿os acordáis?
Llegaba a la estación y en dos abrazos se fundía mi mundo.
Podría avecinarse el fin del mundo... y yo no hubiera salido de aquellos brazos para correr.
La felicidad estaba en aquella estación, en aquel cielo nublado (cómo no), que me ocultaba a mi mundo.
Otro escalofrío, al pensar en el momento en que volvería a pisar aquel suelo de alegría y optimismo. Al pensar en todas las veces que me habían arrancado de aquel mundo, que llamaba mío.
Cuánto dolería esta vez... sentirme arrancada del cielo.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Ich hasse dich


Cobrin of Dark

I don't even know why she is "of dark", whatever it means.

Cobrin Cobrin Cobrin Cobrin Cobrin

Yes, I'm calling you.

Meine schlafen ist du

und ich bin verkaufen.
wenn du nicht weißt
Eben.

¿Siete días?

Solo siete para romper mi cielo.
Que no llegue nunca. Así podría seguir esperándolo siempre, oyendo su voz. ¿Por qué asumo que voy a hacerle daño?
No lo sé, pero yo no quiero que me aleje de él. Eso es lo único que sé.
¿Cuánto estoy dispuesta a dar por quedarme a su lado?
No lo sé, Cobrin, no lo sé.

Cobrin agoniza

entre entes que no la entienden. Nadie habla su idioma, nadie puede ayudarla.
Nadie quiere sacarla a la luz, solo a ella le gusta. Nadie va a buscarla. Tiene que salir sola, luchar sola, vivir sola. De cara a la galería, vamos. Porque entre bastidores las tiene a ellas, que la quieren con locura.
Lo que yo me pregunto, es con bastante miedo, si habrá alguien para ella. Una amistad que sepa jugar con ella sin sentirse herida o violada.. Tonterías, pero es lo que el mundo piensa.
O alguien que sepa amarla aún cuando ella le hunda agujas en el corazón como si se tratase de la más hermosa obra de arte. Sonriendo, vamos.
¿Habrá alguien que sepa hacerla feliz?
Alguien.. detrás de ese arte en el que vive.
Yo puedo decirme a mí misma que soy preciosa, porque lo soy. Puedo decirme que recién levantada estoy adorable, es que es lo que me parece. O que mi cuerpo es una obra de arte gótica.
No sé. Puedo amarme a mí misma, por dentro y por fuera, y pensar que soy genial.
Entre genialidades, vaya.
Pero, lo que yo busco.. es alguien que también lo piense. Que me ame, por fuera y por dentro. Porque no amar mi cuerpo y decir amarme a mí sería mentir, por no decir horrible.

martes, 15 de diciembre de 2009

¿Cómo no vas a hacer magia, con esa cara?

Con esos ojos, querrás decir.
Con lo que sea. Con ese algo.
Pero es que yo.. también quiero ser capaz de llegar a donde no puedo llegar. Allí en donde me pierdo.
No pasa nada. Llegarás.
Pero.
Ten paciencia.
No tengo de eso. Deseo tanto las cosas, me esfuerzo tanto en desearlas..
¿Nunca perderás la esperanza de que así llegarán antes?
Nunca.
Tú eres esperanza.
Así es.
¿Nunca dejarás de ser eso, ilusión?
Jamás.
¿Me lo prometes?
...
Dime la verdad y nada más.
Sí.
Mírala.. está aquí dormida. Desmadejada en el suelo.
Te encanta esa palabra, ¿verdad?
No te rías.
¿Solo has venido a verla para decirla?
Al menos vengo.
Sí, vienes. Yo no. No me gusta verla, tan quieta. Parece que ni esté soñando.
Pero sueña.
No puedes saberlo.
Lo intuyo.
Tú siempre intuyes.
Porque tú nunca lo haces.
Ah.. es que la que intuyes eres tú.
Mira, sus pupilas, tras los párpados. ¡Se están moviendo! ¡..
¡No digas su nombre!
Es verdad. Pequeñaaa. Pronto despertarás.
Que cariñosa, Cobrin.
¿Te celas?
No.. solo me gusta verte así, sincera.
Yo siempre soy sincera.
Y siempre mientes.
Pero, mírala. Solo él puede salvarla. Y ni siquiera lo sabe.
Encima nosotras, que la tenemos aquí atada..
No está atada. Dramatizar también "lo hago yo". Relájate.
Mira sus manos, fíjate. ¿Por qué crees que están tan juntas?
Le gusta dormir así. En un nudo.
No entiendo como hablas, a veces.
Es porque no hablo tu idioma, tonta.
Otras veces sí. Y sé que sonríes cuando no me miras.
Eso es porque te quiero.
¿Cuál?
Venga, túmbate un rato con ella. Yo os velaré. ¡No me mires así! Confía un poco en mí, ¿no?
..
Así, despacio, que no se asuste. Tiene un sueño muy ligero. ¿Te acuerdas cuando el sonido de una ola bastaba para que entrase en pánico?
Cómo olvidarlo. Me acuerdo del dolor del pánico en el estómago.
Tú lo pasabas mal.
Y yo tenía que cuidaros, todos los días.
Aunque aun eras joven. Estás teniendo que crecer demasiado rápido, Cobrin.
Es porque tú no creces. ¿Sabes? Nadie puede salvarnos. Pero yo nos salvaré.
Siempre diciendo esas cosas, Cobrin.
Duérmete, niña. Estaré aquí cuando despiertes. Dormida, también. Despiértame si estás triste, ¿vale?
Cobrin, dame un beso.
Ai, mi niña.. Ven, aquí. Así, siéntate en mi regazo. Qué cintura tienes, cielo. Te envidio.
Pero si tú tienes la misma cintura..
No te rías de mí. Es que la mía no me la puedo ver.
Shh.. suenan los últimos acordes. Vete, duerme.
Tú vas a llorar. A que sí.
..
Esa sonrisa dice que sí.
Esa sonrisa, te sonríe. Duerme.




Es que se me da muy bien romper cosas.

Pero a vosotros se os da mejor.
Rompéis cada cena, la calma, mi arte, mi hogar.. Resquebrajasteis mi coraza rompiendo cosas.
Ahora incluso estoy rota yo, mirad.
Lo rompéis todo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Me voy a terminar.

Es cuestión de sabérselo muy bien, y poder ingeniar en cincuenta minutos ;)

Una declaración de amistad eterna

es una cadena muy pesada.

Mi miedo al negro aumenta un grado al pánico

Tendré que cambiar el diseño. La pregunta es, cómo.

La cabeza llena de ridículas canciones

Fuera, ensuciáis mi cabeza.
Mi cabeza tiene que ser fría y pura para que quepan ensoñaciones gélidas.
Que por cierto me duele tanto..
¡Fuera de aquí!

Fiebre

Lo transforma todo.

Oh, no.

Mira, mira, ¡allí!
En la ventana del edificio que está enfrente del mío (más bajo), se ve una luz azul. Si te fijas bien distingues el entramado de luces y la forma de arbolito, o luna, o yo qué sé.
Parece que si es en el mes (los meses, pf) adecuado, absolutamente todo simboliza navidad.
Mira, ¡miraaaa!
Ya lo sé, niña. Cállate ya. Y la empujo hacia el subconsciente, harta.
A lo mejor es cuestión de minutos que vuelva a salir y se enfade conmigo, pero.. es que ya no la aguanto más.

martes, 8 de diciembre de 2009

Temblando de ansia.

Me dejo llevar por el idilio.

Odio que se pierda lo que imagino mientras lo escribo.

- ¿Entonces vienes o no?

- ¡Me estás agobiando! Estaba riñéndote por ser tan insensible. ¿Por qué me lo preguntas ahora? ¿Es que quieres que no vaya? ¿Cómo…

- Sé que vendrás igual. Y si hablas tanto me estresas tú a mi. Me das dolor de cabeza. Ah, y.. no te dejes el bañador, pienso llevarte a la piscina.

- ¡No me..

- piiiii

- Cuelgues. Maldito egocéntrico creído, ¡aggg!- Arrojó el teléfono a la cama. Odiaba aquella manera suya de darle la vuelta a todo y ponerlo a su favor. No era capaz de pararse a escucharla.. ella tenía tanto que decirle. Con rabia, empezó a hacer la bolsa, era obvio que no iba a desmontar la coartada cuidadosamente planeada entre ambos para sus padres, ya era bastante que hubieran conseguido no levantar sospechas.

Fue al cajón de los calcetines y los bañadores y cogió varios pares de lunares (calcetines, claro, a ver quien se pone un biquini de lunares). Dudó. Ella no quería bañarse con él. Aun así, y temiendo que él pudiera buscarse otro bañador para sustituir al suyo “olvidado en casa”, cogió un biquini, a regañadientes. El negro, claro (porque, claro, a ver quien elige otro que no sea su favorito para ir a dormir y bañarse a casa de un chico al que, creemos, odia).

Gritó un adiós lo más alegre que pudo en la puerta y salió a la fría tarde (que más bien ya era noche.. porque claro, a ver quien espera que sea de día en Madrid a las siete de la tarde en pleno invierno) con la bolsa negra de vintage al hombro. Cogió el collar que no le había dado tiempo a ponerse en casa y se lo ató (sí, así tal cual, con un nudo) al cuello, sin ganas de buscar el cierre. Cuando sintió la luna decreciente en su pecho, fría y reconfortante, empezó a notar como la angustia se iba. Aquella luna era mágica, pensó (entendiendo mágica de manera retórica, claro). Tenía una cadencia tan perfecta y era de un metal tan frío que la hacía repasarla mentalmente con su lupa estética de excentricidad (algo así como unas gafas filosóficas, como aclaración para expatriados de mi mente) hasta que la perfección la calmaba.

El coche paró ante ella y sin pararse a comprobar quién lo conducía, subió y arrojó la bolsa al asiento.

- Buena chica.

- Cállate.

Él buscó su mirada en el retrovisor, pero ella no pensaba darle el placer de mirarla a los ojos. Atisbó la media sonrisa de él, aun así. Cuando el se concentró otra vez en el volante, mirarle conduciendo con su arrogancia y tranquilidad natural le pareció la manera más fácil de asumir que pasaría largas horas con él.

“Tonta, tonta, tonta.”

Sí, ya lo sabía, pero él tenía demasiada confianza, y ella, debilidad por su forma de ser. Mirarle era divertido, y jugar con él la hacía excitarse (eh, si entendemos eso de manera emocional, claro) y

- ¿A que callado soy guapísimo?

- Que te calles.

Él rió. Ella echaba chispas, literalmente (a ver.. entender que tenía un mechero, su compañero eterno, en la mano hiperactiva). ¿Ni contar su historia tranquila la dejaba?

El ruido del motor la adormeció, y se dejó ir sintiendo el cristal de la ventanilla vibrar con su cabeza.

- Eh, bella durmiente. A ver, no demasiado bella, no te creas, eh. ¿Te puedes despertar, por favor? Vaya, silencio igual a no. Yo lo intenté. Ya viste qué buenos modos y todo eso que tanto querrías que tuviera.

Continuado a sus palabras la sacó del coche en brazos y cerró la puerta dejándose caer contra el coche.

- ¡Ai!- El ruido y el temblor la despertaron.- Qué poca delicadeza.. - Refunfuñó intentando orientarse.- Bájame, no me gusta.

- A sus órdenes, bella durmiente. A ver..

- Te repites.- Le cortó, apretando la mandíbula enfadada. Cruzó los brazos delante del pecho y echó a andar hacia la casa, deseando llegar a la habitación de la hermana pequeña de su eterno enemigo. (Sí, seguía jugando con el mechero. Que no, no tenía miedo de que se acumulara gas y todo eso. Dos preguntas y basta por párrafo, que me olvido del argumento.)

- Oye, que por no ser tan guapa como yo callado no te tienes que acomplejar, ¿eh?- Dijo cuando se puso a su altura.- Qué rápido olvidas tu bolsa, bella bella durmiente.

- ¿Redundancias? Por favor.- Resopló ella, pero cogió la bolsa que él le tendía, sonriendo abiertamente.

- Ohhh.. Cinco minutos exactos para una sonrisa. Qué orgulloso estoy de mí.

- Me aburres con tanto orgullo.

- Es que soy genial.

- Tu genialidad incomprendida también me aburre.

- ¿Quién no comprende.. - Se escandalizó saliendo de su parsimonia hacia una exaltación elegante.

- Yo.

- LAIIIISZ!

- ¡Hola, Damn! Yo también te eché de menos, pequeña..- Rió.- Vale, vale, pero no me ahogues.

- Hermanito, ¡mira quién ha venido!

- Sí, Damn, te la traje yo.- El chico, ya en lo alto del porche, entró sin volver la cabeza y cerró la puerta con reveladora suavidad. La niña se quedó mirando hacia la casa, aun abrazada a una de las piernas de la joven.

- Vamos pequeña- Laisz la levantó de golpe, como hacía siempre que quería hacerla reír. Tuvo resultado.- Tu hermano está de mal humor porque le hice esperar mucho. ¡Ya verás cuando le ataquemos con almohadas como juega con nosotras!

Y fingiendo una sonrisa que se transformó en “de verdad” al entrar en la calidez de la luz del porche, timbró para entrar en su propia casa (su propia otra casa.. claro).

Saludaron a todos y se escabulleron lo más rápido que les dejaron por entre la luz hogareña de la casa escaleras arriba, por la penumbra. Era más divertida la luz real y artificial de arriba, con colores plásticos y chillones.

Menos una habitación, claro. Una de las habitaciones tenía las paredes pintadas de morado oscuro.. y solo tenía una cama siempre deshecha, cds desperdigados por todas partes y un amago de estantería destrozada por otro amago de artista incomprendido (entiéndase, ni siquiera artista incomprendido). Pero el juego de luces que creaba el color de la pared era tan genial, que a Laisz le daba igual la estantería.

Dejó a la niña en su habitación, que rodeada otra vez de rosa y verde, se puso a jugar sola contenta. Y atravesó el pasillo hacia una puerta entreabierta. La empujó.

- Ei.. - Deslizó una sonrisa al otro lado.

Él levantó la vista, sorprendido. Tenía los auriculares puestos y la mirada en el infinito. Parecía eterno (tan blanco) aunque no lo fuera, como el mechero siempre chispeante en la mano izquierda de la chica.

Él hizo un movimiento de cabeza y ella corrió a su regazo. La dejó acunarse con él en la vieja mecedora, agarrarse a su cuello y cerrar los ojos mientras él pensaba en su música, o en sabe dios qué (los pensamientos de este chico eran curiosos, os lo digo yo).

Ella levantó la mirada y él sonrió ante la conexión. Ella tenía que tener mucho cuidado con su mirada.. era translúcida y tenía las pupilas tan grandes.. el color de la fina línea que restaba era dorado. Un dorado que fluctuaba entre plata sonrojada y oro viejo.

Era una mirada metálica.

Él hubiera deseado besar los ojos de ella, pero recordó que tenía que conformarse con sus labios. Nunca los había besado.

Ella le miró, pero él ya no la miraba a ella, si no más allá, solo a su mirada. En un movimiento invisible una réflex capturó su mirada con un sonoro chknnn.

- Eres horrible.- Susurró ella.

Pero ni se apartó de él, ni se movió mientras él observaba serio la pantalla y tomaba otras fotos de sus ojos.

- He ahí mi genialidad. No te confundas, bella durmiente.- Se desembarazó de los brazos de ella y la dejó sola en el eco de la mecedora, poniéndose a trabajar con sus fotos en un pequeño portátil tirado en la cama deshecha (ya os dije que siempre lo estaba. ¿por qué tendría que ser ahora una excepción).

- Que a ti siempre te parezca que duermo no significa que sea verdad.

- Sí lo es. Siempre te duermes. Y yo te tengo que despertar. Y abrirte los ojos otra vez.

- Para poder sacarles más fotos. Cerrados no te sirven de nada.

- Qué mal me conoces.

Por toda respuesta ella cerró los ojos otra vez (aquella mirada cansaba mucho) y se quedó dormida en cuestión de segundos.

- ¡No! Vamos, Laisz.. mierda- Masculló arrastrándose fuera de entre las sábanas y dejándose caer al suelo al lado de la mecedora. Cogió un mechón del largo cabello de ella y lo observó de cerca. Oro viejo (viejísimo). Pero solo como reflejo del negro.

Él mediosonrió, satisfecho. Sacó unas tijeras del bolsillo y cortó limpiamente. Guardó las tijeras en el bolsillo, deslizó un dedo por la mejilla de ella.

Laisz entreabrió los ojos y del izquierdo salió una lágrima hacia el suelo, su cabeza siempre estaba inclinada.

- Tus ojos me están suplicando que no haga eso, porque no te gusta. Pero ¿por qué no me lo dices tú? - Con esa continuidad y constancia suave lo soltó todo. Se alejó de su cara. La joven se encogió sobre sí misma.

- Eres horrible.

- Y genial.- Apuntó él, como diciendo, no te olvides con una mirada de aviso.

- ¿Cómo voy a olvidarme? Me lo repites todo el rato.

- No soy capaz de hablar contigo sin desesperarme.

- ¿Para no desesperarte qué tendría que hacer?

- Dejar de mirarme así.

- Son mis ojos. No puedo evitarlos. - Dijo ella con furia contenida.

- No son tus ojos, es tu mirada.- Lo dijo así, como si nada.- Aprende a distinguir.- Y salió dando un portazo.

Eran habituales, y ella solo disfrutó del eco del sonido (el de la mecedora hacía rato que se había extinguido, dejando de acunarla) hasta que volvió a verle entrar por la puerta.

Fue como un golpe en plena cara. Se echó hacia atrás, como huyendo, pero la mecedora estaba en su espalda, y era rígida.

- Me voy a la piscina.

- Ya lo veo.- Dijo ella con un hilo de voz (y con pánico). Él llevaba puesto un bañador azul marino que, lejos de chocar con la perfecta combinación de su pelo azabache y piel blanquísima, le daba un toque de realismo (pero el “y naturalismo”, no).- Y tú vienes conmigo.

Él siguió preparándose con calma. Pero fingiendo prisa. Echaba miradas furtivas a la chica, todavía encogida en la mecedora.

- ¿Pretendes convertirte en adorno a tiempo parcial?

- No me haces gracia.

- Y tampoco lo intento. Venga, oh.. - Se decepcionó al verla ponerse en marcha y coger el bañador.- lo has traído.

Ella le devolvió una mueca y se metió en el baño de un portazo. En menos de treinta segundos estaba fuera, con una toalla anudada bajo los brazos.

- Y bien.- Dijo ella, exultante.- ¿Adonde vamos?

Él hizo una seña de “espera”. Terminó de hacer la seña, y antes de que le diera tiempo a relajarse ya le tenía al lado tirando de su mano hacia el baño de la habitación. Ella le miraba, desconcertada. Era como paralizar su cuerpo y dejar todo lo demás en movimiento, él se giró para echar el pestillo y echándose sobre ella (y sobre la puerta que estaba detrás) la besó en el cuello, despacio.

Ella levantó una mano que tocó el pecho de él, por todo signo de contrariedad.

- Eres muy poco convincente- Susurró él aun en su cuello.

Pero ella no podía moverse. ¿Pánico? No. Aun no lo sé, solo lo intuyo, dejarme pensar.

- Ange.

Él levantó la vista al oír su nombre. Sus narices casi se rozaban. Ella, con los ojos aun abiertos se deslizó por su cara y inclinándo su cabeza hacia abajo, atrapó los labios de él en un mordisco fiero.

- ¡Au!- Se quejó él.- ¿Qué haces?

- Intento ser más convincente.

Él rió, suave y relajado, por primera vez, de verdad.

- Pues lo haces fatal.

Pero se dejó besar otra vez con cuidado, como si temiera asustarle con sus caricias (después de tremendo mordisco, sí) o espantarle al cerrar los ojos.

Él se dejó convencer.. pero se hizo de rogar.

Ella tocaba con una mano su espalda, rodeándole desde lejos. Con la otra (sí, mechero en mano) tocaba el pecho de él como apoyo, le besaba entre miradas.

Pero de repente ella se cansó (tenía una habilidad especial para cansarse) y corrió hacia la ducha, abrió el chorro de golpe y se empapó con agua helada.

- Qué calor.. - Murmuraba.

Él la miraba con una sonrisa que se reía de ella. La empujó hacia dentro y entró tras ella, sin inmutarse ante el agua fría. Le sujetó la cara con las manos (recordemos que no le gustaba, pero nada) y ignorando la mirada de reproche la besó para hacerla callar. Las manos se escurrieron hacia atrás y desató el collar para engancharlo otra vez con una sola mano.

- Torpe.- Le escupió en la oreja.- Aunque una torpe realmente bella.

Laisz no se explicaba como podía decir aquellas cosas y que sonaran tan naturales.

- Con tal de que no me duerma haces lo que sea, ¿eh? - Le pinchó.

- La verdad es que sí. Cuando te duermes, me da miedo lo que te puedo llegar a hacer.

No me paralizas con esos ojos de metal, y estás callada sin desesperarme.

(Una mediasonrisa)

Así que.. no te duermas nunca más, ¿vale?

- Pienso dormirme en cuanto salga de aquí. - Rió ella, que nunca se turbaba ante nada.

- Es que es imposible que pases una hora sin dormir..

- Ya. Es que solo durmiendo soy libre. Puedo ver cosas.. sin mis ojos por el medio.

- ¿Es el momento de las confesiones?

- Si quieres llamarlo así. - Suspiró ella. Él rodeó el cuerpo de ella, palpándolo entero, sin reparos y sin que se le quebrara la voz un solo instante.

- Te quiero.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Casi me veo allí, en la playa

con la mujer que llevaba meses deseando abrazar.
Cantando con las niñas, pero solas en nuestro mundo..
Porque lo único que importaba, era que estábamos juntas,
otra vez.
Ahora aquella canción me atraviesa el pecho, me lo corta en dos, no me deja pensar.
Y vuelvo a estar en la playa con ella, cantando a pleno pulmón y bajando de aquel muro de un salto, cayéndome al suelo y entre sus brazos, sintiéndome asfixiante, no asfixiada.
Todo lo que nació aquella santa semana..

Espejo de doble cara.

¿Siempre de doble cara?
Otra mentira más. Al final, la realidad es que.. ella nunca tuvo razón.
Prisma de tres caras. Esa es la realidad.

¿Cómo puedo quererme tanto?

A veces me pregunto cómo, por qué.. siento esto en el pecho hacia mí.

Perdida en mi pasado

Veranos, semanas santas, se suceden..
Dejo de ser yo y recuerdo aquella niña que lo soñaba y organizaba todo.
Fines de semana, fines de curso..
El fin de la niñez. Y todo se enturbia.

domingo, 6 de diciembre de 2009

¿La contaminación es buena?

Mientras tú la permitas..
lo será.

E ti ris, e ti dis

Quero vivir

(Mentira todo el gallego)

A ledicia de lembrate

non me deixa ser feliz (8)

Somos como oro líquido

contaminado con Plata.

Corrubedo

Estaba sentado en una silla blanca, en el patio de luces doradas acariciando a su compañera con mimo, mohíno.. Como esperando algo, a alguien.
Como esperándome.
Me faltó aire, y me caí de angustia. Gemía y lloraba a partes iguales, mirándole allí, donde solía tumbarse ella, desde la puerta de la casa.
No podía acercarme a él. Me llamaban mis padres.
Para poner la guinda de horror, estaba el cuerpo de ella muerto y frío, en algún lugar de la rambla donde yo podía verlo.
Un sueño pastel, casi tan apetecible como yo misma vestida de fiesta.

Eu sinto eco do sorriso teu

daba o mundo por te ver e por falarmos..