viernes, 30 de abril de 2010

Pesadilla.

Me quedé dormida imaginando unas manos que me tocaban mientras su dueño me cantaba al oído susurros gritados a contraluz.
Le echaba tanto de menos.
Volví a revivir cada movimiento, cada sonrisa con la que me había quedado de aquel día. De aquellas dos horas impregnadas de dolor y anhelo, de sentimiento forzado y emoción latente.
Era una sensación real, a pesar de todo. Horriblemente real.
Volví a sonreír con su sonrisa, volví a echarle de menos desde el fondo de la garganta, donde algo se anudaba con timbre elástico y nacía un gemido quebradizo. Lo ahogué en la almohada, cerrando los ojos con cansancio.
Si tan solo pudiera tenerle allí, a sus manos y a su voz, a las reales, una noche. Me descubrí deseando en silencio. Abrí los ojos asustada esperando reconocer un brillo de dientes en la oscuridad, o una mirada burlona. Pero, era ridículo... él no estaba allí.
No sé en qué canción me quedé dormida, en sus brazos.
Sueños después estaba en un cuarto de baño oscuro y deslizante, en una pesadilla casi esperpéntica.
Conseguí despertarme en un grito que me arrancó de la cama. Encendí la luz temblando. Y no. No estaba allí para calmarme cantándome al oído.
Me llamé tonta en silencio, acurrucándome en la cámara del horror, la habitación amarilla.

jueves, 29 de abril de 2010

Recuerdo los efectos secundarios.

Parecía que si me movía se desgarraría un nudo de sentimientos turbulentos en mi interior. Por eso me había dormido aferrada a mi cuerpo, atándolo todo para que no se me escapara en sueños.
Para no despertarme gritando y llorando en medio de la noche, como sabía que podía pasar.
Y eso no podía pasarme allí. ¿Cómo lo explicaría? Nadie... muy poca gente me veía llorar.
Así que, como víctima de implosión propia, cuando me desperté solo fue porque me obligaron... me habría quedado allí, en mis sueños. Ni siquiera los recuerdo. A lo mejor no eran sueños cómodos, ni apacibles, a lo mejor revivían aquella tarde. Pero no los recuerdo, solo recuerdo que al despertarme quise volver, no hacerlo.
Me sangraba la nariz, ¿dónde estaba?, ah sí, era lo de la implosión. El por qué, misterio. Pero me sangró toda la mañana y durante el viaje de dos horas largas en coche con mi tía y Michael.
Michael ayudó mucho, la verdad. Su voz fue como adrenalina inyectada, y poco a poco me paró de sangrar la nariz, empecé a reírme de verdad con las bromas de mi querida tía, que ni se imaginaba la razón de mi sonrisa lúgubre.
Había dormido bastante pero tenía ojeras, y el optimismo me había dejado un poco sola. El pesimismo también, ¿eh? Más bien me dejaba llevar. Sentir las ruedas del coche tan rápidas, ver pasar las cosas, sentirme avanzar me hizo pensar mucho. Me hizo ser fuerte.
Tenía que serlo, ¿vale?
Con lo que yo no contaba... era con todo lo que me esperaba en mi destino. ¡Lo había olvidado!
Allí no se podía no sonreír.
Era imposible preocuparse de otra cosa que no fuera completamente irrelevante.
Aquel lugar tenía magia.
Menos mal... recuerdo que pensé cuando me abrazaron todas. Menos mal que él siempre estaría allí para curarme cualquier herida con su sal de mar.
Aquel pueblo nunca iba a dejarme sola, pensé.
Ni siquiera miré atrás y eché a correr con todos, esta vez, sonreía de corazón.

Ignorance

No tengo claro qué me dice esta canción... lo que sí sé es que está llena de un odio ciego pero muy claro.
No es que me guste el odio, no es que no lo sienta a veces destrozando con su fuerza ácida, pero esta canción se atreve a gritar su odio. Porque le hizo daño.
Y lo transforma en una melodía casi cínica, pero exacta... ¿no es eso genial?
Ojalá yo también sea capaz de hacerlo un día. Capaz de aprender de mis errores y mirarlos de verdad como una fuente de conocimiento, como una experiencia más, como una inspiración.
Sí que intento hacerlo, pero la cuestión es, ¿lo consigo?
Tal vez que tenga que intentarlo más. A lo mejor no intentar tanto...
Tal vez dejarse llevar sea la respuesta.

viernes, 23 de abril de 2010

Si fuera un chico.

Si fuera un chico tendría voz de chico. Sería genial. Podría cantar canciones de voces masculinas sin tener que hacerlo en notas agudísimas, sería muy divertido.
También tendría cuerpo de chico. No sé si me gustaría del todo, pero al menos me vestiría como uno y sé que sería genial. Aunque no podría ponerme vestidos. A lo mejor no sería tan genial.
Lo que no sé hasta qué punto me gustaría... es tener mente de chico.
Intuyo cómo es solo hasta cierto punto, así que atreverse a decir que me gustaría es arriesgado.
Muy arriesgado.
Pero aun así me gustaría probarlo un tiempo.

La verdad es que no, no aprendo.

¿Y hago algo al respecto? No, tampoco hago nada.
Me hago una herida, y en cuanto ya no duele vuelvo a rondar el peligro.
Me vuelvo a caer y me siento estúpida, pero no aprendo.
Pienso "no lo volveré a hacer más".
Pero lo hago.
¿Por qué lo hago?

martes, 20 de abril de 2010

Como inacabado, ¿no?

Se me acelera la sonrisa, pero es que me caigo de sueño...

Es una canción cantada desde el escondite de entre las sábanas,

encogida con miedo desde la lucha por salir de las garras del sueño, entre imágenes y sensaciones que se suceden disputándose tu mente... con la cadencia de esa melodía.
La de esa canción.

domingo, 18 de abril de 2010

El momento en que un hombre se sienta a escribir...

me gustaría fotografiar ese momento.
Aunque no me refiero a una cámara convencional, no. Me refiero más bien a la fotografía que guarda la memoria, impregnada de sensaciones que lo enturbian y descompensan todo.
Pero también atrapan ese todo, encerrándolo en un archivo indeleble.
Supongo que lo que quiero decir es que me gustaría sentir la tensión del instante en que él no respira, y mira más allá, perdido en algún recóndito lugar de su mente, para después infectar una canción de su esencia.
Los músicos son muy valientes. Se lo confían todo a un sentimiento. ¡Con lo volubles que son!
Si yo sintiera como ellos también se lo confiaría todo, me gusta pensar.
La verdad es que me gusta demasiado pensar. A lo mejor es por eso que no siento como ellos...

¡Pero a quién se me parece tanto este chico!

No consigo recordarlo. Pero es... tan... genial.
Creo que mi fascinación por él solo crecerá hasta que lo descubra.
No sé, es que siento que le recuerdo.
Le recuerdo.
¡¿Cómo puedo recordar a alguien a quien no conozco?!

¿Os he hablado alguna vez de Shigure?

Es retorcido hasta decir ¡basta!. No, no, él es retorcido aún después de decirlo.
Es más, Shigure disfrutaría de tus ¡basta!.

sábado, 17 de abril de 2010

Fuera llueve.

Es difícil dejar de mirar por la ventana, tirada en la cama de aquel motel de colores desteñidos.
Un par de camas más allá, ella destroza mi paz interior tocando la guitarra. Todos tenemos la mirada bastante perdida, vaya.
Él esta sentado contra la pared, se escurre poco a poco, lo sé porque tiene las piernas sobre mi barriga, atravesadas. Fuma otra vez. No quiero decirle nada, ni siquiera cuando sé que no se ha dado cuenta de que es el tercer cigarrillo.
Distraído, sacude las colillas por el espacio de entre la cama y la pared.
Con un brazo para tapar la molesta luz amarilla, ella intenta perderse a su manera, vocalizando canciones que solo suenan en su mp3, pero todos podemos oírlas aun desde la cama de enfrente.
La guitarra deja de sonar y todos nos quedamos muy quietos, sobrecogidos por el acopio de fuerzas que ha roto la difusa monotonía.
Solo podía ser ella, con esa ceguera que le permite romper cosas que nosotros a veces no podríamos, como el silencio. O la desidia... pero es que a veces no sabemos distinguirla de la magia, nos quejamos siempre.
En cualquier caso ella se ha levantado, (¡ojalá pudiéramos hacerlo nosotros también!, y es solo cuestión de tiempo que empiece a gritar muy enfadada. Con su acento. Ah, su acento.
Allí más que nunca, me resulta insoportable. Él y yo nos miramos entre mi pelo y el humo de su cigarrillo, escépticos. Ella también nos mira con una ceja en alto, alertada por el ruido, o, más bien la pausa del mismo. Él ríe, con la naturalidad que solo puede tener esa risa.
Es increíble, pero no siento que haya roto nada. Aunque, claro, para ella era la única señal que faltaba.
Me golpeo la frente con la mano cuando empieza a gritar, hundiéndome en mi colchón y escuchando las carcajadas de todos. Y ahora él está de lo más animado, encima, y se tumba a mi lado para fastidiarme y sacarme de allí. Sospecho que ahí se da cuenta de que, oh, ¡está fumando!, porque tira la colilla con una mirada culpable, y yo me río de él.
-Por qué llueve tanto, si es veranooooo... - Me quejo.
Mi propia voz suena lejos, chirriante. Pero en treinta segundos me han obligado a levantarme y estoy sentada, sin poder volver a tumbarme entre la trampa de sus brazos.
Estoy mareada, y me escondo en su hombro mientras los latidos paran, inspiro... y se me escapa la sonrisa. Me levanto de allí dando un respingo, y todos se quejan, dramáticos, pero yo pongo una mueca, mohína, y me encargo de levantar al resto mientras alboroto y bailo y me caigo por el camino. Muy típico de mí, pero se siguen riendo con mis caídas.
Yo me sigo levantando muy roja, y bailo otra vez, porque es que me gusta tanto... Aunque, pf, en dos segundos tengo sus manos en mi cintura, que no me dejan moverme. Y eso me enfada.
Pero un enfado de mentira, ¿eh?
Intento escaparme y empezamos a pelear, riéndonos de mis vanos intentos de ganarle con mi poca (o nula, más bien) fuerza. Pero gano yo (como siempre), porque sé usar muy bien mis armas.
No faltan los ooooh, y los yaestánotravez, y también hay muchos irosalahabitación, y posteriores bromas sobre que mejor no, porque era la misma que la de todos.
Nosotros nos reímos sin salir mucho de nuestra isla, y no entendemos que se pasen tanto con los comentarios. Pero es que, claro, en nuestra isla no hay noción del tiempo.
Aunque yo me enfado mucho, alguien nos hace cosquillas para que lo dejemos "un ratito" y nos vistamos, porque dicen que vamos a salir (uuuh, con esta lluvia, toda una promesa). Y aunque intentamos librarnos diciendo que llueve y que nonosapetecenadadenada, no nos dejan en paz hasta que nos vestimos.
Ahí ya cogemos carrerilla nosotros solos, cada uno en un extremo de la habitación entre el caos de sus medio deshechas maletas, porque vestirnos es algo que se nos da muy bien.
Aunque, claro, los dos tardamos bastante. (Sí, eso también impacienta bastante al resto)
Ella está tocando la guitarra otra vez, haciendo tiempo, y yo, mientras me enfundo en un ajustado vestido corto, canto aunque me riñan otra vez, por pararmecontonterías.
Él, que pelea por que le dejen maquillarse, aunque estoy segura de que es una batalla perdida, intenta cantar también, ilusionado con la canción. Sabe que me gusta mucho.
Yo aún no estoy vestida del todo, pero él se escapa del revuelo para venir a elegirme los zapatos, como siempre. Los demás no saben si reír o llorar. Por lo que dicen, vamos.
Me calzo casi cayéndome y corro para alcanzarles, protestando mientras salen fingiendo que no se dan cuenta de que falto yo. Ellos ríen cuando grito, y al final salgo dando un portazo para salir a dibujar las calles de su ciudad durante horas errantes, con la ilusión en los labios.


Cuando parece que se debilita mi obsesión por esa canción...

aparece otra, también de ellos, que me obliga a llevarla conmigo una semana o dos.
Y así otra, y otra vez.
¿Serán inagotables?

viernes, 16 de abril de 2010

Strange

Eso parece.

Room oh the third floor

Not what we asked for
I'm not tired enough to sleep

Una personita asoma a tu puerta con sonrisa pícara y brillante, y, aunque te caes de sueño, no puedes echarla.
El viento parece estar a punto de arrancar el tejado, pero no importa, nos obligamos a no tener miedo mientras destripamos la última noticia de V.A. y inventamos la nueva saga de nombres secretos (porque los anteriores han sido (otra vez) descubiertos).
Parece que no importa lo que hagas esa noche, cómo o cuánto duermas, porque al día siguiente va a salir el sol... y nadie va a arrancarte de esa cama mientras consigas ignorar los gritos.
A veces me gustaría embotellar ese momento con sabor a verano, capturar esa foto que tiene los colores, o las sonrisas adecuadas, me gustaría guardar para siempre el momento que contaremos una y otra vez para el resto de nuestros días en una caja, y poder revivirlo y reír tanto como cuando ella dijo esa frase célebre.
Como cuando somos solo y únicamente cuatro en la habitación de la tercera planta, el reparto de habitaciones no nos gusta, y, desde luego, siempre hay alguien que no quiere dormir.
¿De verdad nunca van a volver a desterrarnos allí, en Corrubedo?
En esa habitación llena de polvo y un armario que esconde monstruos... con esas cortinitas que dan risa intentando tapar el sol de mediodía.

Autoevaluación

No. Aún no estoy preparada... para decir lo que soy, para definir lo que no soy, para pactar cómo soy.
La simple idea me asusta, es un momento demasiado crítico para insinuar siquiera una autocrítica que haga tambalear aun más los inestables cimientos del incierto edificio.
Ah, el pasado. Es como una espinita que duele. Y está tan cerca... y está tan lejos.
Por supuesto, la materia no es más que un molesto accidente, y soy demasiado consciente de que la cárcel de no poder volver a ser niña va a encerrarme siempre.
Ahora que estoy en el peligroso límite, soy más consciente que nunca.
¿Quiero cruzar, de veras?
O solamente... estancarme aquí para siempre, en un mutante y lloroso Abril.

jueves, 15 de abril de 2010

Como si una fuerza invisible tirara de ti hacia arriba...

como si pudieras cantar el mundo.

Igual estaba pluto sin cabeza, con cara de mala hostia fumando un piti mientras miraba el reloj

y soltaba "jooooder, solo me quedan 5 putos minutos para entrar otra vez"

Y luego se ponían la cabeza, y como si se transformaran otra vez en seres adorables y estrujables.

Me hubieras dejado dormir eternamente, ¿verdad?

También me hubieras cerrado la puerta a mí en la cara, estoy segura. Ahora sí.
No eres justo. Estoy segura... ahora sé.
Por fin sé que a ti te importas tú. Tú y las cosas que quieres... pero solo a través de una línea. Una líena nada fina, y además muy marcada: tiendes una mano, pero jamás cruzas al otro lado a buscar a nadie. Pero nadie puede replicarte. Porque tiendes la mano una y otra vez. Y da igual con lo que te contesten, con un tímido pie hacia ti, con una voz... porque tú solo ves manos.
¡Cómo podría alguien cruzar! Si a ti te da tanto miedo, ¿es que a ellos no les asusta?
Una forma hermética de querer. Una forma burda, torpe, cerrada.
Dirás, y cada uno tiene la suya. Pero la tuya... la tuya era hermética. Ojalá se pudiera escribir implicando desesperación. Yo lo habría hecho con la palabra hermética.
Apuesto a que si hubieras tenido que salir de algún sitio, si hubieras tenido que dejarme atrás, lo hubieras hecho aunque yo quedara atrapada entre hienas hambrientas de sombras.
Por supuesto son metáforas, pero las metáforas matan, ¿sabes?
Para ti todo es un gesto. Pero no un gesto por arte, si no un gesto que se vea...
Que lo vean todos.
Y no. Estoy harta. Harta de que creas que te acercas un mínimo a lo que un día llamé perfección (solo por ponerle un nombre al odioso color dorado), cuando fallas. Fallas en cualquier cosa. Tú me hubieras dejado caer... cientos de veces.
¿Soy yo quien se pone por encima del otro? ¿Estás seguro?
No soy yo quien necesita dejarte atrás a toda costa, aún a costa de trampas, aún cuando eso destruye mi figura para siempre. No. Esa no soy yo.


sábado, 10 de abril de 2010

En el valle de los puentes hoy hace sol.

Me mudé aquí un par de días para bailar sobre un suelo que no dañe tanto como el odioso parqué, y para disfrutar del calor (¡calor!) que se respira hoy en el aire.
Vale, también esperaba verle aparecer por algún resquicio de la orilla, pero dudaba que fuera a ocurrir. Aquel día la otra orilla parecía muy lejana.
Así que bailé un rato, sin esperanzas, pero en seguida me encontré tumbada sobre la hierba cantando espectros de melodías cortadas.
Pensaba acerca del verano, y de lo que deseaba y ansiaba. Además, intentaba descifrarlos.
El deseo de lo inalcanzable.
Lo que más anhelas es llegar a ello y quedarte a su lado un rato, ¿no? Pues bien, yo me decidía entre dormirme y dejar a los sueños todo el trabajo, o dibujar.
Pero, ¿dibujar?, aquello era como lo que haría cualquiera otra persona. Yo no hacía esas cosas. Es decir, sí dibujaba. Pero necesitaba otra manera de alcanzarlo.
Mi desesperada pregunta era, ¡¿cómo?! Cómo hacerlo.
Sabía por experiencia que aquello no llevaría a ninguna parte, sabía que por mucho que pensara en mi deseo, no iba a conseguir reinventarlo allí mismo... ¿o sí?
Una idea delgada, flexible, se formó con la volubilidad con que una serpentina pasa de ser un dibujo perfecto a solo un papel enredado.
Esperaba que él no se enfadara por llevar a otra persona hasta allí, hasta nuestro valle.
Sintiéndome insegura y un poco culpable, bailé otra vez haciendo sonar mi cascabel con giros punzantes. Tenía una idea, una voz en mente (no esa voz, ¿eh? esta vez era otra, totalmente irrelevante comparada con esa), solo esperaba que mi llamada no alertara a la persona equivocada.
*Vamos...* pensaba, *... ¡vamos!*y, entonces, como por arte de magia una silueta comenzó a recortarse en el río, no lejos de donde yo estaba. Bueno. Antes de correr hasta ella parecía menos lejos.
Corrí y llegué hasta un desconcertado joven que me saludaba con la mano en alto y protegía sus ojos del sol con la otra. Sonreí, encantada. Y muy nerviosa.
Me acerqué y no tuve que decir nada, él se encargó de tirar de mi cintura (más bien de enganchar mi pantalón) y arrastrarme hasta quedar pegada a él.
*Hey...* ¡Esa era la voz!
Contesté con una sonrisa levantando la cabeza (no era demasiado alto, pero sí más que yo) y me encontré con otros ojos azules, no tan fríos ni serios, si no mucho más joviales: simpáticos, traviesos. Y en la luna, cómo no. Eran unos ojos despistados, reí sin poder evitarlo.
Tampoco había nada que descifrar. El único enigma de aquella mirada (incluso para él, sospeché)
era lo que iba a hacer a continuación.
Sin poder contenerme más le fui a dar un abrazo, pero un amago de sonrisa me detuvo al adelantarse hasta mis labios. Mmmm. Me gustó tener cerca aquellos dientes perfectos.
¿Darían mordiscos perfectos? Me reí en su boca y él se inclinó más sobre mí, totalmente en su mundo.
Me alegré de que fuera tan atractivo (por varios motivos), ya que si no probablemente nunca habría escuchado aquella voz londinense.
Me soltó por fin, y nos quedamos muy cerca algún tiempo, con la mirada perdida en la boca del otro. Sabíamos que el encuentro había terminado.
Se separó, brusco (supe que sin pretenderlo) y, echando solo una mirada atrás (cómplice, yo sonreí), se perdió en el sol, que ya se quería ir.
Yo me dejé caer sobre la hierba, aún temblando... y luego me eché a reír, cayendo sobre la hierba de espaldas.
¿Más secretos, Cobrin? Dijo una voz en mi cabeza.
Sí, Layla. Sí.




Sonrisas.

Mis sonrisas.

jueves, 8 de abril de 2010

MIKE

mándame un enlace con tu blog, por comentario que lo tengo para que cualquiera pueda comentar.
No lo encuentro T_T !!

Mimos

mimos de tres

Vamos a escribir aquí una sutil marca

que va a acabar con todo esto.
Con los sentimientos que tiran hacia abajo, donde solo hay niebla y lágrimas.
Vamos a aprender a bailar sobre nubes. Para eso habrá que cambiar cosas...
Pero no importa.
Vamos a destrozarlo todo. Y con los pedazos que queden escribiremos la historia de las tres otra vez, creando un sitio nuevo, un sitio nuestro y rápido, ¡voluble!, un sitio ágil y libre...
Libre.
Ahora me siento muy libre, Cobrin. Con un ligero crack, somos tres otra vez.
Era demasiado espacio para una sola.
... Y cuando mire atrás, sé que estaré orgullosa de las tres.
Lo sé, lo sé. Vosotras tampoco queríais perderos mi fiesta este verano, ¿verdad?
Vamos, niñas.
Se arrepentirán de haberos nombrado. No puedo evitar reírme con tanto escándalo, ya sabes.
Esto será divertido.
Oh, ¿pero qué pasa? ¿Es que nunca vais a parar de daros mimos, vosotras?
Ya sabéis que soy arisca. Basta de miradas cómplices. No, no estoy loca.
¡¿Celosa?!
Bueno, puede.
Menos maaaal... qué genial es teneros aquí otra vez. La prueba de que seguíais aquí es que me encontré hablándote sin darme cuenta. Sin darme cuenta, ¿te imaginas?
Para de reírte de mí, Cobrin. Tienes trabajo. ¡Venga!
¡Tenemos una media de 9,444444444444444444444444444(que esperamos se convierta en 9,5 , o tendré que enseñarle matemáticas al claustro de profesores) que sacar!
Oh, no, Cobrin, tú no vas a enseñar matemáticas a nadie, o acabaríamos con una media de 9,o para evitar más confusiones.
¡Quiero un abrazo!
Yo quiero más helado.
¡¿Cómo que más?! Que nos has hecho mientras yo estaba fuera. Oh, dios. Espero que el daño no sea irreversible. ¡Y no te rías!
Yo quiero que os calléis, no nos ha hecho nada, venga, ¡estamos perfectamente!
Vale, vale.
Van a ser las siete... oh, qué hora más simbólica.
La hora perfecta para empezar (POR FIN) a estudiar. ¡Venga!
Os echaba de menos...
Y yo
Qué graciosas, ¡a la vez!

No sé por qué, Cobrin

pero ya no puedo ver.
Tampoco puedo ignorar las frases de mis padres.
Y no puedo tomar una sola decisión sin arrepentirme mil veces y llorar después.
¿Qué pasa?
¿Qué no va bien en mi cabeza?
Me siento...
Me siento enferma. Ni siquiera tengo fuerzas para rechazar su voz.
Tampoco quiero. Habíamos hecho una promesa, ¿recuerdas?
No queríamos apartarle de nuestra vida.
Y ahora que ya no estás conmigo me siento desprotegida.
¿No puedes venir alguna vez a verme?
Por favor. No estoy preparada para dejarte atrás.

One day I will be ready to go

see the world behind my wall

A mí también me gustaría ir a ver el mundo detrás de mi muro.

Me pregunto de qué color será la felicidad que esconde mi muro.

La diferencia es que en este sueño

no había despertar.

Quiero... necesito... ¡es importante!

Entiende que no puede satisfacerse tu capricho, este no.
Nadie escuchó que perdida en mi propia niebla, lo único que pedía para conseguir enfrentar mi mundo era un colgante de metal barato.
Como en la más horrible pesadilla, todo lo que me asfixia sin que nadie parezca advertir como me ahogo es absurdo, pero necesario.
Aún así nadie es capaz de acompañarme a la sala del reloj para mirar fijamente si se para el tiempo.
Nadie viene conmigo al parque de los puentes a dejar pasar las horas acurrucados en una tarde de abril.
Nadie me da la mano al pasar por esa esquina.
Y nadie revolvió cielo y tierra para encontrar el pedazo de chatarra que me haría un poco más feliz.
Entiende que no puede satisfacerse tu capricho, este no.
Pero quiero... necesito... ¡es importante!
Y eso solo me hizo sentir un poco más triste.
¿Pero qué importaba?
Yo me lo había buscado, ¿no?
Importaban más todos aquellos a quienes yo había hecho daño con mi egoísmo.

17 años solo se tienen una vez

Y tú... ahora... después de todo este año... me dices... ¡¿cómo puedes?!... me dices eso.
No entiendo.
Solo quiero poder dejar de llorar y sentirme triste por lo que dejo atrás con mi bonita decisión, y poder sonreír por lo que elijo, de una vez por todas.
No entiendo. ¿Cómo puedes... decirme eso? ¿Ahora? ¡¿Tú?!
Creo que me he perdido. Estoy perdida.
Ojalá consiguiera gritaros a la cara lo perdida que estoy.

jueves, 1 de abril de 2010

El cálido resonar del bajo es lo único que admiten mis oídos, y también mi pecho.

Fue la primera tarde de Abril. Recuerdo.
Se me había acabado el tiempo. Buscando, buscando entre la muchedumbre cada tarde mientras paseaba mi amada ciudad, no había encontrado nada.
Bueno. Es mentira. Había encontrado de todo menos a ti, mira: tardes geniales, recuerdos geniales, discusiones geniales, roturas, separaciones y mentiras geniales (si grotesco cabe en la definición de genial, vaya). Había encontrado de todo menos lo que me había propuesto buscar aquella temprana semana santa, ¡hasta la entrada número 3000 acudía a recordarme su existencia!
Pero no os preocupéis. Yo ya había expresado mi emoción al perder aquel papelito, y no estaba dispuesta a cargar con el martirio personal de otra persona.
Se lo entregué al viento de la ciudad, que es más fuerte que yo y soporta el peso del mundo a diario con su sola quietud. Así, las furia de miles de pisadas la destrozarán para ayudarme a que solo viva en el recuerdo, o el viento la alejará de mí y de mi frustración.
Su amado viento.
Es mejor que guarde él los pedazos de la entrada, a él le quiere. Es un trozo de papel ridiculamente importante para él. Si cree que deshaciéndose de él pasará todo, como al despertar de una pesadilla... me gustaría decirle con una sonrisa irrascible; que se equivoca.
Encontré música, encontré pasión, encontré el olvido de mis nervios y angustias, y encontré otros nuevos, cómo no.
Encontré un sueño cumplido. Sí, sí. Aquel estúpido sueño en el que yo vomitaba y lloraba, en el que cada postura decía basta y que todo era tan de verdad como hoy.
"De verdad". No significa que no sea mentira, ni que no esté poblado por ellas. Solo significa que si extiendes la mano, sientes el fuego quemar, y si sonríes, te llenas por dentro de un delirio con cadencia de champagne.
Pero la realidad, el mundo de verdad que yo buscaba era otro. Eran tus brazos. Era el holor a stradivarius con lavanda... era tu mirada, y la bofetada que me abría dado sin siquiera pretenderlo.
Era ponerme a tu merced y dejarte humillarme con los labios relajados, pero quietos.
Era hacer realidad solo un poco de mi refugio secreto en el valle de los puentes.
Es un bonito nombre para nuestro lugar secreto, ¡a que sí! Te encanta.
Pues... te busqué en todas las cabelleras rubias, en todas las miradas azules, en todos los momentos que recorrí aquí. Pero... no estabas.
No estabas, ¿sabes?
Y yo te necesitaba. Me golpeó el huracán invisible, y yo solo necesitaba la corrección de tus ademanes hacia mis hombros. Me envolvió, y yo solo quería que el mundo me demostrara que tú existías de verdad. Me dejó allí (creyó que me abandonaba allí tirada) y avanzó (creyó que avanzaba, pero algo me decía que tropezaría enseguida). Avanzó...
Y yo pensaba que no sabía lo que tenía que sentir. Estaba furiosa, triste, confusa, enfadada, aliviada.
Avanzó y yo solo esperaba que, como en otro de mis sueños, tú vinieras a buscarme y me perdonaras por haber profanado aquel mundo.
Pero no viniste.
No... viniste. Con lo que yo te busqué. Al final se me ocurrió que a lo mejor estabas aquí esperándome. Vine corriendo, haciendo sonar mi campanita con desesperación.
Y me desplomé en la hierba esperando sentir tus pasos. Pero solo sentí una mano en la mejilla.
Ya estabas allí. El crepúsculo no me dejaba ver, y por eso no había advertido tu silueta rematada en mechones de oro viejo, ligeramente ondulados.
Me quedé mirándote, largo rato.
Después rompiste la mirada con cuidado, despacio, inclinando la cabeza hacia el suelo en un gesto.
Me dejé caer despacio hacia tu regazo, y recosté el cuerpo contracturado poco a poco, intentando que no doliera.
Fui incapaz de aguantar mucho más con los ojos secos. Por fin lloré.
Te hice acercarte a mi llamándote con una mano, y te agachaste todo lo que pudiste a mi cara, con la incógnita pintada en la mueca de la boca.
*Él... lo ha visto todo.* Lloré. *Me espiaba aquí. Me duele.* Expiré con un soplo de furia y horror, incrédula.
Me acallaste con un *shhh* y intentaste aliviar mi (parecía muy densa) pena acariciándome el pelo, torpe.
*Ayer estuve aquí. Buscándote.* Murmuraste entre dientes. Abrí los ojos con sorpresa, salieron más lágrimas y me encogí en un ovillo.
*Ojalá me hubieras encontrado al otro lado. Yo había ido a buscarte... no estabas. Nunca estás.*
La mirada triste que me respondió me prometió que algún día me encontraría allí.
Pero para eso, tenía que prometerle seguir buscándole.
Sonreí mientras me estiraba, allí en su regazo, intentando espantar la sombra de una cara horrible (por fin había comprendido la forma de aquella cara, oh, no, me perseguiría siempre), y reí.
Me sentó bien.
Me miraste, sin comprender nada, pero con una sonrisa aliciente. Reí más.
De corazón, y después rodé por la hierba. Estaba mojada, pero me dio igual. Tú hiciste algo inaudito, entonces: te tumbaste en la hierba con cuidado, y giraste también con descontrol.
¡Arriesgando tu pulcro polo! Reí, y me mofé con un gesto.
Mohíno, sacaste la lengua.
Aquello, no sabía por qué, me parecía tremendamente gracioso. Un punto de risa (sí sí, color champagne) me poseyó y no quise desprenderme de su influjo.
Estaba cansada de llorar. Había sido una temporada mala, las plantas de mi valle necesitaban agua y por eso lloraba. Pero ya no. Ahora llovía, y el rocío se encargaría de cuidarlas.
Yo podría ir allí a bailar, o a hacerles compañía y cantar para otra persona.
Sí, iba a bailar.
Pensaba devolverle el favor bailando. No hacerlo sería muy maleducado, ¿no?
Y ya que es todo cuestión de símbolos inexplicados y dejar al otro atado al recuerdo, yo dibujaré los míos y los tiraré al aire.
El aire es más bonito que el viento. En el aire una hoja de papel casi se duerme, acunada.
Pero el viento... todos sabemos que la arruga y se la lleva. Tal vez para siempre.
Así que voy a quedarme algún tiempo en el aire. Sí sí, con olor a champagne. Pero solo la idea, ¿eh?. Todos sabemos que mí única droga es el arte...
Nada de alcohol, y menos de suciedad.
A ver si limpiando este lugar, se va aclarando todo, poco a poco.
Ya dirá el tiempo... qué era verdad.
Sonreíste avanzando hacia el río, completamente manchado de verdín, una sonrisa elástica, una carrera apresurada, y te desvaneciste en un sol de primavera.
Yo también me puse en pie, corriendo hacia mi vida. Tenía tanto que arreglar en ella.
Aunque sabía... siempre iba a contar con este puente.
Mi valle favorito de tooooodo el mundo.
Ladrillo tras ladrillo, los egipcios han demostrado que es posible levantar pirámides.
Y basta ya de pensar frases inconexas, necesito dormir.
Me siento derrotada.
Pero no como si me hubieran derrotado.
Solo que entre mi estómago y mis nervios... se han llevado mi energía, tengo que dormir.
Buenas noches, querida ciudad.
Volveré y bailaré sobre ti, no lo dudes.
Buenas noches... soñaré contigo.