domingo, 28 de febrero de 2010

Me duelen los oídos por culpa del silencio.

Y el pecho, por su culpa, porque yo espero, y él no llama.
La cabeza también, pero es porque se pierde.
Y un pie por forzar la articulación hoy, demasiado temprano.
El dolor es bueno, pero el dolor de la espera no.
No te hace sentir vivo, te mata desde dentro, asfixiando poco... a poco.
Y no puedo abrazarme a la música, porque me sangrarían los oídos, me estallaría la cabeza, quien sabe si me rompería el pie al sentirme tentada de bailar, y me acordaría todavía más de que no llama.
Y la soga, dentro, se apretaría un poco más.

sábado, 27 de febrero de 2010

Cita en el límite de dimensiones, siete en punto.

- Ya estoy aquí. ¿Qué querías? - Avanza entrando en la parte luminosa del claro. Mira hacia el río, como si allí fuera encontrar la respuesta al misterio de aquel lugar. ¿Tan sólo mirando? Qué iluso.
- Estás aquí... - Esbozo mientras corro hacia él y me tiro a unos brazos que me rodean la cintura con mucha corrección. Sé que pone los ojos en blanco y que no sonríe.
- Tengo poco tiempo. - Urge.
- Ya, ya lo sé - Me siento fatal por haberle hecho venir hasta aquí.- Pero es que... me ahogo. - Levanto la vista a las alturas que son sus ojos. La bajo porque ese azul me recuerda al que me ahoga.
- Ah, ya. - Comprende. Ha estado aquí ya un par de veces y eso ayuda mucho a comprender.
- ¿Qué hago? Todo se va a desmoronar... ¿No lo entiendes? Todo se me r...
- NO digas esa palabra - Enfatiza.- Tienes que asumirlo de una vez- Me sujeta con los brazos por los hombros, casi me hace daño.
- Au...- Me quejo.
- No, Cobrin. Ya vale.- Me zarandea y se para, como temiendo haberme roto... ai, no. Perdón.- Voy a tener que marcharme ya...- Otra vez mirando hacia el río y el pequeño lago, ¿qué es lo que quiere encontrar allí? Me pica la curiosidad, más bien me enferma.
- ¿Quién te espera...? - Me atrevo a preguntar.
Solo me responde una mirada. Me voy un momento a una estación de trenes y dos extremos de un andén.
- Eh... - Me trae de vuelta. - Volveré. Sabes que siempre vuelvo.- Aparto la mirada, brusca, para que no vea lo triste que estoy.
- No. Ya no vuelves, nunca vuelves.- Lloro.
Es la clase de persona que te pone una mano en la cabeza si te ve llorar, pero aparte de eso también me rodea el cuello con la otra y me hunde en su pecho.
Huele a stradivarius mezclado con lavanda.
Me encojo allí un momento hasta que respiro otra vez con otra bocanada de ese olor y él afloja la presión. Sé que aún me siente sollozar, pero no me mira. ¿Por qué mira tanto al río?
Quiero preguntarle si es feliz, por qué tuvo que cumplir un año más, pero solo me sale un te quiero roto.
Él lo sabe y aprieta los labios. Se acerca despacio, mirando más allá de mí, detrás o en mi interior, no lo tengo muy claro. Como si tuviera miedo de asustarme, su mano vacila antes de atraer mi cuello hacia él y besarme la frente.
Lloro más.
"Pero vas a dejarme igual", pienso.
Él solo medio sonríe ante mi mirada impotente a través de las lágrimas.
Me abre los brazos pero yo le empujo con manos firmes. Me quedo así, apoyada en su pecho a distancia, y él baja los brazos sin entender.
Consigo sonreír y él asiente. Ahora se va, y quiero ese abrazo que rechacé, pero ya no puedo hacer nada. Va a cruzar su querido río. Pone un pie en él y se desvanece, volviendo a la dimensión que le pertenece.

Un plan perverso.

Nunca mejor dicho.
Sobrevolando una canción de michael jackson, le haré caer desde mi escenario... desde donde más impacto.
¡Va a ser tan divertido!
Pero cuando yo bailo no lo hago para nadie... lo hago para mí, y eso es lo que atrapa.
Me pregunto cuántos estarán mirando mientras cazo, y cuántos corazones sangrantes habrá al final de la noche, al contar mis presas.
... Tan, tan divertido.

Un vestido que cambia.

Al principio es dudosa hasta la tela. Pasa de la licra más ajustada e insinuante, que casi parece la piel el vestido...
A convertirse en seda, color noche oscura.
Confío en que la noche será también mi as en la manga. La que lo nuble y oscurezca todo, dejando iluminar la mente al deseo... sin ninguna, ni una sola luz más.

viernes, 26 de febrero de 2010

¿Entonces, no son verdad?

Descartes dice, una verdad ha de ser clara y distinta.
Pero yo a ellos no los distingo. Solo físicamente parecen encerrados en sí mismos.
¿Por qué?
Y juntos no pueden ser.
Por qué.
Yo quería... entrar en uno y atravesarlo hacia su mundo, hacer el suyo mío arrastrando cada misterio a la luz. O pasearlo de noche, a hurtadillas mientras nadie miraba para hacerme un hueco en el corazón del otro.
¿Cómo de grande ansiaba que fuera ese hueco? Eso también era un misterio, me decía.
No, lo que pasaba es que... yo no quería mirar hacia la evidencia.
Ansiaba estar, construirme una isla en aquel mar tan basto y cambiante en el que solo unos pocos sabían resistir sin ahogarse. Pero yo me ahogaba, y no de mar. Mientras me hundía, no entendía por qué. Por qué me asfixiaba en mi pequeño islote.
¿Que por qué?
Creo que ya entonces... yo le quería.

lunes, 22 de febrero de 2010

B

¡Es una be, es una be!
Pues claro que lo es.
Es una odiosa be.

Tu voz.

Su voz.
Es extraño pero sigo viendo al uno en el otro... y a otro en el uno.
Me parece que mezclarlos en el plano inteligible nunca fue buena idea, porque llegados al plano físico cada uno se queda abruptamente encerrado en su cuerpo.
Mejores amigos, vale, y todo lo que tú quieras.
Pero están lejos. Muy lejos.
Tan lejos que duele comprender que no se puede poseer a nadie.
Por mucho que te acerques a alguien, por mucho empeño que pongas en quererle siempre va a estar igual de lejos.
Separado de ti.
Y no sé si hace más daño buscarte a ti en él, y a él en ti, y no encontraros, encontrar el vestigio de plagio que te engañó.
Eso, o comprender que si ellos están lejos tú lo estás aún... mucho más.
O dejar de mirar hacia fuera y ver lo mismo en el propio espejo. También nosotras estamos separadas del resto.
Lejos. Muy lejos.

domingo, 21 de febrero de 2010

Supe que había caído.

Supe que había caído cuando te imaginé descendiendo en horizontal hasta mis labios.
Quise pararlo, pero ya he dicho alguna vez que tu cuerpo tiene un dibujo hasta demasiado cautivador...
Aunque lo paré antes del beso, él ya se me había caído encima.

Nunca deberías borrar nada.

Nunca sabes qué va a recordarte dos meses después.
Borrar cosas es inútil.
Solo sirve para perderte más en ellas.
Borrar el tiempo...

Celos.

Fue divertido y surrealista compartirlos, sí.
No sé si más divertido o más surrealista.

Don't think twice.

He used to say.

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Lo has sentido alguna vez?

El pánico a enamorarte de un muerto, a quedarte anclado en el pasado, ¿atrapado para siempre?
Yo sí.
Por eso no quiero enamorarme nunca de un muerto.
Pero estoy cansada.
No quiero tener que seguir huyendo de voces.
Las voces me transmiten demasiado.
Mi irónico destino ya debe haberse enterado de que son mi talón de aquiles.
Las voces me llevan a donde nadie puede.
Ni siquiera la música. Ni ella puede llevarme allí.

Para él.

Para él bajar del escenario no era tocar tierra aliviado y relajarse por fin.
Para él enfrentarse allí encima a millones de personas no era vértigo y terror, para él... todo era al revés.
Adulto de niño y niño después, cuando tenía que ser adulto.
Y si el mundo quería esconderse entre la multitud y podía disfrutar un poco en escena, pero suspiraba de alivio al salir de ella, él solo deseaba saltar al escenario otra vez cuando bajaba, espantado del mundo real al poner tan solo un pie en él.
Para él aquello era felicidad.
Lo que era difícil no era cogerlo... era soltar el micrófono.
El agotamiento no era bailar, era el insomnio sin música para olvidarlo.
La serenidad no era la hora de la cena. Era emocionarse cantando y llorar arropado por el amor de miles de personas.
Y supongo que llorar tampoco sería sentirse desfallecer en cama de madrugada. Supongo que sería disfrazarse de su música y confundirse con su baile... solo el instante necesario para echarlo de menos desesperadamente después.
¿Necesitar algo sería necesitar dormir?
Amar algo. Sería bailar. El acto, me refiero.
Si ahora pudieras pedir un deseo, ¿no pedirías sentirte como él se sentía al bailar?
No, claro que no. Elegirías traerlo de vuelta.
Porque duele demasiado escuchar sus letras y identificarlas con él.
Porque... porque, dios, te mueres por darle un abrazo.
No por que te abrace. No, no. Por abrazarle y hacerle sentir lo que tú sientes cuando piensas en él, por llegarle como él te llega a ti.
Yo podría vivir encima de un escenario, decía él.
Ojalá hubiera podido morir despierto. Morir bailando. Morir cantando... morir delante de un público enfebrecido, morir en brazos del arte que lo había salvado de morir de tristeza, supongo.
Morir con lo que amas.
¿No es eso lo que elegiría cualquiera?
Odio pensar que él se fue a dormir... sin saber siquiera que ya no iba a despertar más.
Odio pensar que nadie lo zarandeará jamás para levantarlo, odio pensar. Odio pensar que no sabe que está muerto.
Y nadie puede decírselo.
Nadie puede pedirle que vuelva, que morir de niño no está bien, que aún tiene mucho que crecer. Porque... ¿no os acordáis?
Niño de adulto, porque adulto ya tuvo que ser de niño.
Y así fue su muerte. Tan horrible como la muerte del rey de la casa.
El más pequeño. El consentido por todos. El más querido.
El más encerrado en su mundo... Solo podía vernos como por un cristal. El cristal de la música.
... Como la muerte de un niño, así fue la suya.



Sometimes I feel like my only friend

is the city I lived in
the city of angels

viernes, 19 de febrero de 2010

La química es filosofía.

Me siento igual al leerla, la siento igual al conocerla.

Cuando murió.

Cuando murió la realidad no quería creérselo y aullentaba al hecho de sus listas con los clásicos revuelos mediáticos distorsionadores, pero no sirvió de nada.
Aunque te tapes los oídos para no escuchar su sentencia, esta sigue sonando. Todo el mundo pudo oírla. Y después fue como un aullido del mundo, no me atrevo a pensar cuántos miles de llantos odiando, gritando a la realidad. Pobre realidad. ¿Qué culpa tenía ella?
Pero le había arrebatado a su dios del arte, y como evocando la tragedia del capricho de un dios griego, el mundo lloró.
Era verano, y el día bullía de esperanza e ilusión, hasta que... Aún recuerdo la primera imagen en un periódico. Un día ensayaba con su inquebrantable ánimo y su sonrisa viva, y al siguiente estaba muerto.
Muerto.
No, era mentira.
Y no. No era mentira.
Una pena, un dolor, una desilusión tan grande... Él había muerto. Parecía que su creación, su música y su escenario no conocían límites, pero otra vez la realidad se lo tragó todo.
Desde la muerte no se puede crear.
Aunque tuvo gracia, aún desde la muerte consiguió miles de millones de ventas de su último trabajo... e inundar el corazón de más miles de personas. Gente que no le conocía. Gente como yo.
Gente estúpida. Muy estúpida.
Gente que le recordará para siempre, que le querrá para siempre, a la que aún le duele horrores su muerte.
Quiero creer... que si digo I love you aún puede contestarme desde allá, donde esté.
"I love you too"



Michael said

I love you more

And he was serious.
We still love you, Michael.
Come back, please.
We still love you.

Crucificada.

Un día de estos murió nuestra amistad.
Aunque ahora sé que a lo mejor no había nada que matar.
No sé si resignarme a verte hacer el mayor ridículo de tu vida o alegrarme por haber roto una mentira como esa.
"Siempre pierden... me pierden a mí"

jueves, 18 de febrero de 2010

¿Así que ahora sales de mi vida con la conciencia tranquila?

¿Qué soy yo para ti?
¿Por qué contestabas?
¿Qué esperabas de aquellas frases preparadas?
...
Qué habrías contestado si hubiera llegado a pedir tu amistad.

-¡No me hables con esa voz de enfadada!

¿Qué prefieres, que te grite, que llore, que te robe de ese grupo y te encierre para que seas solo mía?
¿Que me desgarre la garganta gritándoles lo que las odio y lo que daría por que todo pudiera ser como antes?
¿Que te cuente un secreto? : No, no quieres eso. Quieres que me lo trague todo, y te hable con la voz de enfadada que mejor lo esconda.

miércoles, 17 de febrero de 2010

A ver cómo salgo de aquí.

Todo muy bonito, explicado, separado.
Pero si lo juntas, igual arde.
Supongo que ninguna reacción lo sería con sus reactivos alejados. Pero si los juntas, igual arden, ¿eh?
Si se filtra... si el aislante falla... si arde.
A ver cómo salgo de aquí. El fuego asfixia, el fuego quema, el fuego abrasa o hipnotiza.
Es el riesgo de jugar con fuego. Te puedes quemar.
Pero es tan fascinante, el fuego. Tanto llamas lamiendo un tronco, como un cuerpo (mi cuerpo, glups) me ilusionan por igual.
El peligro es bello, dicen. Pero no lo entiendes, hasta que lo sientes en tu nuca y comprendes su punzante atractivo.
La belleza de lo efímero, no deja de ser la ilusión del cambio, la certeza del miedo, la obviedad del cuidado, la dureza del tiempo.
Con curvas afiladas y recovecos llamativos, pero brillante, siniestro. Como un cuchillo que empuña el fuego. El fuego arde.
El cuchillo solo hace tic, tac, tic. Y te arrebata el alma. Tac.

domingo, 14 de febrero de 2010

No tengo nada más que decir.

Yo este día lo pasaré contigo, con nadie más.
Por eso me dio tanto pánico cuando alguien intentó compartirlo conmigo.
No quería.
Tengo que estar sola. Mantener la herida abierta, que respire...
Porque solo así estaré contigo.
¿Me prometes que, solo hoy, pensarás que sí existo en algún lugar?
Yo me olvidaré de pensar que estás lejos, que eres inalcanzable, que no me entiendes, que no sabes que existo, que nunca me creerías, que no puedo llegar hasta ti.
Lo olvidaré todo, olvidaré al mundo... y hoy viviré por cada canción donde cantas tú.

Cómo no, tú.

Vuelves a mí colándote por donde puedes, y cuando estás llegando saludas con una mano desde arriba, con miedo.
¿Te rechazaré? Sí, tienes miedo. Empiezas a cantar suave, rasgando con tu voz cualquier tela que quisiera esconderme del mundo tapándome los oídos.
Entras, despacio...
Yo no te echo. No puedo echarte, conoces tan bien ese sitio, es casi tuyo. Te paseas por el lugar en el que siempre estuviste, caminas, acaricias cada pared. Son fibras, vivas, latentes.
Sabes que soy yo. Y aunque solo puedes tocarme así, en forma de susurro al calor de una canción, lo transmites todo.
Todo lo que sabes que estaré escuchando, sea quien sea. Porque es todo lo que puedes hacer. Gritar más que nadie, para que te oiga desde donde esté, gritar lo que nadie, para que quiera escucharte. No te rendirás, porque necesitas llegarme.
Ya no quiero apartarte, me prometí dejarte entrar de vez en cuando, y, aunque siempre tengo miedo cuando avanzas, por si te instalas otra vez aquí eclipsando todo lo demás, te dejo pasar.
Te quiero. Pero... quererte es difícil. Y no voy a dejar de quererte porque sea duro.
No te preocupes, yo soy quien necesita llegar hasta ti. Yo tampoco me rendiré.
¿Nunca? Jamás.
Así que... ¿Feliz San Valentín? Sé que estarás pensando qué día es hoy, te preguntarás cómo será este día el año que viene, o el siguiente.
Aunque no celebrado, por lo menos una palabra, un gesto... aunque sea para despreciarlo.
Lo habrá. Yo te llevaré allí. Solo espérame. ¡Espérame!
Ni siquiera sé cómo decírtelo.
Pero estabas entrando, con una melodía dulce de piano por medio, engañándome y contándome que no pasa nada. Entrabas, y de pronto fue como sacudirme el alma, bailaba y, con los brazos en alto, alguien los tomó y tiró de mí hacia un cielo infernal.
Yo ya no estaba en la calle, no estaba en el mundo, no veía siquiera. Solo miraba la forma de tu voz, me contorsionaba para dejarte entrar sin miedo a que doliera...
Hubieran podido atropellarme, seguirme, gritarme.
No habría oído. Me llenaba tu voz.

sábado, 13 de febrero de 2010

Feliz San Valentín

Ojalá.
Porque adoro los símbolos... y las flores. Por nada más.

viernes, 12 de febrero de 2010

13 de Febrero.

¿Felicidades?
Te quiero, idiota.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Verte allí, vestido de traje para acudir a la última cena habiéndote saltado el último capítulo...

es algo que no cambiaría por nada. Nada.
Tú allí, al fondo, mirando con esa cara ausente que siempre tienes. Y yo hablando en metáforas que, al menos la mayoría, solo tú vas a entender.

Tu, niña "pensé con cariño", nunca habrás sido un error.

Y cuando me vea allí de pie con mi voluminoso vestido negro, sé que el echarme a temblar va a ser inevitable. Tanto como pensar en ti, en él, o en ellas... y sé que eso me va a dar fuerza para empezar a hablar.
No me voy a fundir con la niebla que vaya dejando ella. No cambié para eso.
Ese día, yo también hablaré.

Puedo contar el tiempo que falta hasta en minutos sin echarme a llorar :)

Eso es geniaaaaaaal *__*

Y dejaban ojeras por cambiar horas de sueño por horas de sueños.

El precio de ir a los mundos ficticios siempre será el tiempo.
El tiempo, y volver al real.

La hora.

Era la hora de estudiar pero yo lloraba escondida en un rincón de mi cama, temblando entre sollozos y miedo a que sonara el chasquido de la puerta al abrirse.
A la hora de cenar yo solo quería asomarme a la ventana y contemplar la ciudad, que debería estar durmiéndose en la oscuridad, despierta y centelleante desde la enorme altura de mi edificio, que me dejaba abarcarlo todo con el desdén de una mirada.
Cuando llegaba la hora de dormir no podía o no quería, debía estudiar o solo quería irme un rato a mi mundo de ilusiones que se pinchaban después como un globo de helio, y dejaban ojeras por cambiar horas de sueño por soñar despierta.
Hora de convivir en familia, pero yo no quería, mi familia no existía. Aquello solo abría más el vacío en el lugar donde guardaba el calor del hogar... cada vez menos nítido.
En el colegio, cuando llegaba la hora de atender al profesor era cuanto más valían los sueños de cinco minutos, improvisados en un par de frases dibujadas en la agenda.
Pero era la hora de estudiar, y con otro sueño resquebrajándose en mis manos solo quería llorar. Llorar me sacaba de mi cabeza, había aprendido. No era algo que defendiera más que artística o necesariamente, pero sí, me arrancaba de donde estuviera y me obligaba a avanzar.
Así que lloraba en mi escondite favorito, "dormir". Allí nunca nadie podría encontrarme.
Sabía que estaba cayendo y no hacía nada por evitarlo, solo dejarme caer y quedarme allí, inerte, sin buscar más, sin importarme que fuera menos.
Era la hora de estudiar y yo me aferraba a una canción y a mi torso, los dos inestables.


domingo, 7 de febrero de 2010

Cuerda huida.

Al despertar de la tarde del martes, por favor.
"Sácame de aquí"

Dejaste una pequeña foto sonriente y un beso en mi vida.

En serio, ¿cómo estás ahora?
Pero siempre estás bien, y sabes que eso no es lo que yo quiero oír.
Sí, sí, también sé que tú estás esperando a que me mueva a por ti.
Ya lo sé.
Pero no puedo... aún no puedo. Espérame un poco más.
¡Te dije que me esforzaría!
Y, ¿sabes?, aun pienso cumplir mi promesa. Ahora soy yo quien quiere verte.
¿cómo? Eso ya da igual.
Un peligroso y cambiante igual.

sábado, 6 de febrero de 2010

La próxima vez que le vea, me va a dar igual, ¿eh?

Me pienso lanzar a sus brazos y no le pienso soltar.
Solo espero estar lo suficientemente despierta para poder reaccionar.
El mejor magosto, el de este año, una pesadilla y una sorpresa genial.
No podía contener la emoción, estaba (ya solo por lo que representaba la fecha) exultante, y de pronto ¡apareció él! Le vi entre la multitud, con su pelo de siempre, sus pantalones claros, con su volumen extraño taaan característico, era él.
Deshecha en excusas me escabullí hasta donde él rondaba, o más bien fui yo la que rondé todo el tiempo a su alrededor, pendiente. Había más gente que se moría por saludarlo.
Cuando lo tuve delante y me miró con una sonrisa sincera... solo pude corresponder con otra cómplice y darle dos besos eternos para distinguirme (cómo no) de la que lo acababa de asfixiar en completa contra de su voluntad.
Después me equivoqué de autobús, fue como magia. ¡Nunca me había pasado! De hecho, siempre fue una de mis peores pesadillas, entre persecuciones y errores de ese horrendo calibre. Así que aquel día fue genial haberme confundido de autobús.
Un "aún no me voy" mordaz, pero la mirada, la frase, la sonrisa y el segundo que me dedicó después... lo dijo todo.
¡Os parecéis tanto! Los dos con ese pelo, con ese cuerpo que no podéis entender (cada uno en una dirección) como la gente se derrite por él. Los dos con vuestras caras, con esas miradas ajenas y vuestra música. Siempre vuestra música.
Ojalá os conocierais. Ojalá pudiera hacer algo por que os conocierais, más bien. Pero... dudas. Porque claro, uno... y el otro... tal vez podría pensar...
Siempre acabo concluyendo que mejor no forzar mundos, no ensuciarlos. Tendré que vivir con el deseo de que os encontréis alguna vez. ¡Ojalá!
Imaginad que os miráis a los ojos... ¡vosotros dos! Podría reírme eternamente, para siempre, ¿eh? Solo de imaginarlo se me escapa la sonrisa.
Tengo ganas de dar un paso. Pero parece imposible... es la clase de férrea línea que yo nunca osaría cruzar. Pero la verdad es que sí quiero cruzarla. No. Perdón: Me muero por cruzarla.
No sé si alguna vez llegaré a hacerlo... pero el tiempo corre, el tiempo se escapa, sé que te irás. ¿Y si te vas y luego me arrepiento para siempre? Y si... y si... y si te pierdo por no haberte sabido querer.
Pero si mato los sis y te lo pregunto y la línea era de hierro de verdad, puede ser garrafal. Uy, uy, no quiero ni pensarlo.
Pf. No sé qué hacer. Pero el tiempo corre.
Y ella... ella me enseñó que hay sueños que se hacen realidad. Aunque a lo mejor sacados de la ciudad de los ángeles, no sé. Aquí todo parece imposible. Pero allí no.
Ella me enseñó que si intentas algo con cuidado, si lo quieres de verdad y te esfuerzas mucho, puedes conseguirlo. Era algo que yo casi había olvidado.
Los sueños hechos realidad.
Como si tuviera miedo de soñar demasiado, o, no, soñar demasiado arriba por si luego me caía y se me rompía el sueño otra vez.
Pero, solo por un momento, sin miedo, imagina que dice sí. Vale, sin miedo es imposible. Si dijera sí... entonces sí que me echaría a temblar.
Da miedo aceptarlo, pero en la ciudad del sireno también hay ángeles, aunque solo sean tres. Estoy yo.
Creo que me están tentando, a ver si me retuerzo para cambiarlo todo, o acepto que se quede como está, si me resigno.
Sé qué quiero hacer. Pero... pero... ¡basta de peros!
Tendré que esperar. (Como siempre, sí, lo sé). Pero pronto me moveré. A pasos diminutos... o uno enorme. No lo sé aún.
Porque es lo que de verdad quiero. Y sé que si lo hago... ella estará orgullosa de mí.

Distorsión.

Perfora los oídos, y se estremece de placer.

Si supieras que estudio en naranja para obligarme a seguir.

Si supieras que tuve que cambiar el diseño de este sitio porque los títulos salían de un odioso naranja tibio, casi tanto como el dorado de tu pelo.
Si supieras que odio tu forma de ser, porque me encantas, y ella hace que estar contigo sea horrible y delicado.
Ah.
En serio, ¿dónde estará la línea entre lo que tú eres y lo que yo quise que fueras?
Creo que es una línea que no existe, porque ver dónde está sería como un frasquito de veneno de etiqueta naranja.

viernes, 5 de febrero de 2010

Galicia.

Ellos lo hubieran dado todo por volver a su tierra, y yo no doy nada por quedarme en ella.
No. Esta ya no es su tierra, está manchada. Contaminada, desdeñada, asustada por aquellos que lucen orgullo extraño por su lengua extraña.
No la saben ver, no saben tomar sus formas, no la conocen. Y Galicia mira como, poco a poco, paso a paso, la cambian, la violan, la hunden, la matan.
Poco a poco.
Pero entiendo que escribieran siempre sobre ella, que tuvieran regresos oníricos una y otra vez. Es pensar en ella y llenarte por dentro.. pero claro, la ves como tú la quieres ver. No como es. ¿Destrozada?
Pero se recuperará. Siempre lo hace, ella es fuerte.

Exigía algo que no pudiera entender.

Algo que la mimara desde arriba, más, más arriba que ella. Algo conceptual, a lo mejor algo arrogante, algo estancado y difícil.
Pero lo quería por encima de todo... algo que no se dejase entender.
(Y ahora que lo preguntas, sí, eso vi en ti)

martes, 2 de febrero de 2010

Era diez veces su mirada.

Eso era él.
Una por cada ángulo, intensidad, momento, sonrisa que la menguara con vagos hoyuelos.
Era la imagen que te deja en la cabeza, y nada más.
..
Era su sonrisa. Una rara, medio esbozada sin que te des cuenta, entera y chispeante, era, era.. un medio abrazo y un medio beso, que se sumaban con naturalidad, pero solo eso. Medio abrazo y medio beso. Y diez veces su mirada. Sí, eso era él.

Risa rota

...a la sombra de un beso.
Una figura desgarbada, como italiana, otra muy pequeña, supongo que su frágil y anguloso cuerpo invita a quererla levantar.
Ella solo quería algo imposible con lo que poder soñar eternamente, y un fruto prohibido que alimentara sus fantasías allá arriba, desde el árbol. Así, se decía, si nunca lo probaba, y si nunca encaraba sus ilusiones, la desilusión estaría muerta para siempre.
No la volvería a dejar resurgir, se juraba. Muerta, susurraba, para siempre, en un sollozo.
Era todo cortado, eran fragmentos cambiantes, era rápido y a veces desigual, pero eran sus manos las que la tocaban sin cuidado, en la inocente improvisación que, aún soñando, la volvía loca.

¿Y si te parecen algo más que superficialmente atractivos?

Entonces, felicidades. Has encontrado lo que buscaré toda mi vida.

Los hilos de luz.

Los hilos de luz estrangulan y nadie los ve. Nadie puede pararlos. Lo único capaz de asesinar a la luz es más luz, sea pura, sea clara, sea mentira.
Si te amenaza un hilo de luz... no tienes más remedio que pasarte la vida intentando brillar más que él o conseguir olvidarle.
Solo si le olvidas podrás seguir tu camino, porque se cansará de ti, y ya no tendrás que dejarte morir en sus brazos de asfixia.
La angustia es física, pero nunca te olvides de que la provocan hilos de luz. Hay que saber verlos, de lejos, pero si se te acercan demasiado y solo te parecen superficialmente atractivos, huye.
Pero cuanto más los recuerdas, más ventaja tienen en la carrera. Así pues, ¿cómo huyes?
Querido lector, ese es un misterio, ya, hasta para mí.
Lo importante es mirarse al espejo. Y saber verse, saber que no hay ningún hilo que pueda igualar tan siquiera la belleza de tu cuerpo, mirarte a los ojos y prometerte que estarás ahí siempre.
Y sonreír. Algún día, alguien te besará y te arreglará la sonrisa, aseguras.
No la romperá más y más, como ahora. Solo será un beso, pero lo cambiará todo.
Hilos de luz, hilos de luz... no dejes que aten tus sueños. No te olvides de que son tóxicos hasta para ellos, que también los sueños pueden romper.
Espántalos, cuéntales que son efímeros, que son todos iguales, diles que te devuelves una sonrisa rota en el espejo y que es por su culpa, diles que son asesinos.
No lo soportarán... oh, vamos. Están hechos de luz.

La niña de la sonrisa rota.

Érase una vez una niña, que todas las mañanas en el autobús imaginaba una escena imposible, los preliminares de un beso, y el recuerdo de una esquina hecho realidad, todo a la vez.
No había contacto, rara vez se tocaban solamente las manos los protagonistas de su insulsa pesadilla, pero aquel sueño... o recuerdo, no lo sabía muy bien, la hacía estremecer.
Era un deseo a contrarreloj, fusilado por las circunstancias de un romance deshilachado en cadenas de oro, errantes por el basto mar de la memoria. Eran hilos dañinos, acuchillaban el corazón de la joven cada vez que el sol, magnánimo, les arrancaba un brillo contorsionado.
Poco a poco... muy poco a poco aquellos hilos de luz fueron amargando la de ella, su sonrisa, de exultante pasó a tibia, de tibia a clara. La claridad dio paso a la nostalgia, después, la tristeza la inundó sin remedio.
Porque eran hilos de luz. Ella lloraba de noche, dormía entre lágrimas reales y soñadas, porque nadie habría entendido su llanto de haberlo gritado a la luz del sol. Sí, magnánimo, dicen que no juzga, que es bueno, eterno y verdadero, el bien de Aristóteles, pero no les hagáis caso. Es mentira. Juzga con su sonrisa cada mañana, iluminando la miseria de la niña y haciéndola sentirse sucia, sentirse usada, sentirse vana y vacía.
Y ella solo puede suspirar. Cuando la luna ya la había calmado en su cuna, cuando al fin el sueño había vencido sobre el dolor del suyo roto, sale el sol con su desprecio y elegancia, difundiéndose más y mejor que todos. Suspira, es de día. Es hora de dormir... susurra la luna con su último aliento, tratando de proteger a su niña, a su pequeña dama.
La niña la oye, se estremece, de terror al vislumbrar la luz por entre las pestañas, pero sabe que la luna no miente. Está sola en la oscuridad, y ¿cómo iba a mentirle a ella?
A la única que compartía su eterno dolor. A lo mejor también su locura, con el tiempo, y el tiempo, y el tiempo condenada a padecer de lo mismo.
¿Cómo iba a engañarla la luna? El joven astro era la única que sabía, como ella, lo que era aquello. La única que compartía su horrible secreto, la única que entendía su desesperación.
Al fin y al cabo, quién sabe mejor que la Luna lo que es una sonrisa rota.

La mentira más grande es que miento mucho.

No, perdón, esa es cuando dices que tú no mientes.
Retomando el cauce, no existen mentiras, porque no existen verdades.
¿Relatividad? O incertidumbre.

Sincretismo

¿Falta de alguna parte?
A lo mejor... (la tripolaridad es dura).