jueves, 26 de agosto de 2010

Ya no sé escribir.

Hay algo que lo corta todo. Simplemente... no fluye. Ahora solo sé escribir con la vibración de mi garganta, así que me agarro a cada nota como si la vida me fuera en ello, y cada bocanada de aire me asfixia y me llena como si fuera la última, corta e insuficiente.
Es un cambio de ritmo y medio billón de frases inconexas; me doy cuenta de que cada vez que nombro aquellas dos palabras ajenas y a la vez tan propias es como si me vaciara de golpe y reviviera el momento de la congelación otra vez. El momento en que tuve que alejarme de la sonrisa insulsa que me llenaba de soledad y felicidad a un tiempo. Era tiempo de cambiar, de tomar decisiones y desprenderse de lo que, en consecuencia de estas malvadas elecciones, no puede ser.
Y cuando lo sueltas, con una lágrima seca en la mejilla de la noche anterior, de repente estas fría otra vez. Ya no sonríes, ni te ríes de aquella forma tan diferente, esa forma de reirte que no es para ti, la que quieres que oiga otra persona. Ahora... es risa impersonal.
Luchas por seguir arriba, en la cresta de la emoción, sufriendo cada segundo atada a la realidad sin echar a volar hacia su mano en tu imaginación, pero eres frágil y no consigues llegar entera al segundo cincuenta y nueve. En un minuto cambia todo, pero él te sigue mirando de la misma forma, con la misma suavidad y el mismo cuidado ante tu incoherencia, tu intensidad incendiada.
No sabe. No sabe que ya no te dejas acunar por ese olor que trae de su tierra y no de un frasco de cristal, no sabe que marcas las distancias y te encadenas a la tierra para no dar un paso más. Para no rozarle el brazo. Para no pronunciar las palabras mágicas sin darte cuenta en un suspiro. Las palabras que podrían destrozarlo todo.
Pero sacudes la cabeza y te centras en el presente, en el momento y en interpretar bien tu papel a su lado. Tienes que ganártelo, te recuerdas. Es todo tan lento... todo sigue siendo muy tierno a su lado. Tiene cosquillas y te pide abrazos, en cierto modo ya no te teme. Te alegras pero no das tu brazo a torcer; te sigues conteniendo a ti misma a cada instante.
No es fácil frenar algo tan simple y sincero. No es fácil destruir la belleza de lo que te inspira su presencia. No es fácil ganarle al deseo. Pero aun así lo intentas, porque has tomado una decisión. Quieres creer que esta vez es la adecuada, que ya no hay vuelta atrás, así que cierras los ojos muy fuerte y luego los abres: ya no lloras. Hay lágrimas secas en tus mejillas, hay sombras bajo tus ojos, que confiesan una noche sin dormir, pero tu mirada está muy fría; tan clara, tan serena. Casi tanto como muchos años atrás, cuando todo era tan perfecto como una obra de teatro renacentista. Eso te da miedo, pero aprietas los labios en una línea fina y, cada vez más pálida, sonríes un adiós.
Ese es el momento en el que todo cambia. Cuando miras hacia atrás, con la boca entreabierta, como en trance, y le ves, solo te invade una nube de suave tristeza. Suave. Sonríes, tranquila. Ahora todo está bien; tú, él. Sabes cuánto le quieres, pero ya no lo sientes. Solo notas un agijonazo en la garganta, muy abajo y muy dentro.
Abajo, dentro... está atado. Sacudes la cabeza, resuelta. Atada, te puedes controlar.

miércoles, 18 de agosto de 2010

No sufras.

Dale tiempo al tiempo, y al tiempo, mas.

lunes, 16 de agosto de 2010

Pensar.

Actuar.
Pensar.
Actuar.
Pensar.
Actuar... sentir y actuar. Actuar. Fingir, vamos. Emular. Actuar... sentir y actuar, en una batalla interna imposible.

viernes, 13 de agosto de 2010

A veces pienso en blanco.

Para cuando le pongo algun color ya es tarde y todo es gris... a veces, a veces me gustaria no tener que ensuciar ningun color, pero el degradado es natural y el pincel lo mueve un pulso fragil.
A veces estas solo tu y tu voz, de color musica y detonante, alucinogena, se infiltra hasta lo mas hondo y bloquea, arrastra, me atrapa... y ya no estoy.
Pero otras veces, solo otras , tu voz esta muy lejos. Como hoy.

jueves, 12 de agosto de 2010

Idiota.

Nunca sabré por qué pero cada vez que te miro hay algo que me hace sentirme lejos, dolorosamente lejos de la fina línea de tu mirada.
Infinitamente cambiante, mi voz se tuerce y en sus mil y un excéntricos tirabuzones se pierde... y ya nunca te llega.
Con tu pelo, y tus gafas, y tus ojos de ratón. Eres un idiota. Pero la verdad es que algo en ti ha hecho mutar mi risa. Y cuando me ría así, me gustaría que estuvieras ahí para escucharme. Pero como eres un idiota, nunca te vas a fijar en que ya no me río como antes. Porque eres un idiota. Un verdadero idiota.
Un idiota genial.