martes, 30 de marzo de 2010

Aún recordaría.

Aquella noche en que el le regaló aquel llamador de ángeles, cuándo le dijo que cada vez que le necesitara bastaría con hacerlo sonar con urgencia, y él estaría allí.
Ella, cuando estaba tan conmocionada que no podía respirar, cuando no era capaz de reaccionar y doblegar al mundo, cada vez que se perdía por su laberinto inglés de perfectos arbustos particular, bailaba con furia. Bailaba, arriesgaba el equilibrio en cada giro, sabiendo que llevaba el colgante (su colgante) alrededor del cuello. Al compás de la campanilla que le haría acudir a él.
Entonces, cuando caía sin aliento lastimándose las rodillas contra la pálida madera, sentía los pasos tranquilos de él acercarse por la espalda.
El frescor de la hierba calmaba el ardor de sus rodillas.
Su sola presencia bastaba para hacerla querer moverse, tener que darse la vuelta para afrontar su llegada. Era como si tuviera que retenerle con la mirada, como si necesitara controlarle con ese contacto visual tan... difícil. Pero trabado.
Como si aquel puente fuera la clave del enigma que los había llevado hasta allí a ambos.
Entonces se sentaban, ella se dejaba caer sobre la columna, castigando la ligereza de su postura con un desgarbado arco de espalda. Él se sentaba con una pierna doblada y una mano clavada en la hierba, como si fuera verano y aquella hierba humedeciese de verdad.
A ella siempre se le olvidaba fijarse en el matiz dorado del cabello de él, que le parecía natural en compañía de sus ojos claros. Mientras hablaban, aún tocaba el cascabel, nerviosa, y sonreía medio turbada cuando él advertía su gesto y reía sin luz.
Aquella vez era de noche incluso en la otra orilla del río, y nadie estaba allí esperándole, pero él había acudido al valle, llamado por el silencio del cascabel.
Hacía tiempo que este no sonaba, y sentía algo en el pecho, ¿tristeza?, que no le dejaba dejar de advertir que ella, su protegida, era feliz sin él.
Ya no le necesitaba.
¿Por qué parecía que ahora era él quien añoraba sus lloros y miradas aterrorizadas, esos brazos que lo asían como si se fuera a desvanecer?
Se encontró deseando topar con un cascabel en el cuello que agitar, y contuvo el impulso de probar a llamarla con pensamientos.
¿Qué iba a decirle? ¿Que la echaba de menos? Ella siempre tenía algo que contarle cuando le quería allí. Es que él... ¿solo la quería a ella sin más?
Al tiempo que pensaba, caminaba a un lado y a otro, apretando los puños con frustración.
Lo que no sabía era que ella ya estaba en el lugar del que él había salido para encontrarla, buscándole a él también.
Se guardó la sonrisa que le inspiró la idea de ella rompiendo a llorar otra vez al ver que él también la necesitaba, que nunca podría abandonar del todo aquella orilla del río porque... la quería.
Era su pequeña, su amiga, comprendió. No quería dejarla marchar. Ni aunque le costara su felicidad aislada en su parte del río, él también la haría feliz bailando entre dos mundos, pensó con despecho.
Quiso reir al comprender por fin por qué no podía alejarse de aquella niña que pedía ayuda todo el rato aún sabiendo lo ocupado que estaba él aquel año, pero solo le salió una lágrima.
Y de rodillas, con la mirada perdida en algún punto del río ensombrecido por la noche, lloró por su amiga. Porque él también. También la echaba de menos.

"Toma. Cuando no puedas respirar, llámame. Tendrás que encontrar la forma de que un sonido tan sutil cruce el río y llegue hasta mí.
¿Pero cómo haré eso?
No lo sé. Solo puedes saberlo tú."

lunes, 29 de marzo de 2010

El sueño hace soñar

Soñar que todo acaba.
Soñar que cambias de juego, de personaje, de atrezzo, de vestido.
Soñar que a pesar de todo sigues siendo tú.
Soñando que nada termina.
Soñando que lo que importa es ahora.
Soñando... que todo se aclara, y que la idea de , también.
Soñar que puedo abrazarte sin ahogarme.
Soñar que puedo quererte más que a mí.
Soñar... que por fin hay algo fuera por lo que vale la pena salir de mí.
Soñar que no te duele el contacto físico. Soñar, soñar.
Soñarte a ti.

"Por favor"

Como si fuera una súplica, si pudieras pedir ¿algo...?
Qué dirías a continuación.
Si simplemente no encuentras nada, dando traspiés por tu cabeza, es que estás confuso.
Muy confuso.
Solo puedo decirte ey, hola, bienvenido al club.
Lo siguiente que es me ocurre es "no me abandones".
Por favor, no me abandones.
Porque, ¿sabes? Yo ya te perdí. Lo sé y lo asumo, sé que desde que llegaron ellos ya no te tengo, no eres capaz de aguantar treinta segundos sin pronunciar sus nombres, cuánto más caso te hagan, más te alejarás de mí.
Yo te perdí. Aunque si lo hubiera puesto en palabras tu habrías dicho "no", sé que sí. Pero es demasiado triste aceptarlo. Igual que escribirlo. "Te perdí".
Por mucho que te abrace, o te mire, aun cuando te toque o respire a la vez que tú... la verdad es que eres de ellos. No mía.
Solo espero poder recuperarte, algún día, estar ahí para recogerte cuando ellos te tiren.
Porque tú no lo sabes, pero ellos no te ven. No... nunca te ven.

Nadie entiende que esa frialdad de los hoteles,

más que triste u hostil,
es un blanco lienzo sobre el que bailar.
Es una mezcla de arte, y yo tampoco lo entiendo muy bien,
solo sentirlo.
Sentir el lienzo, rozándolo con las yemas de los dedos,
con los ojos cerrados.
Solo sentirlo.

jueves, 25 de marzo de 2010

Hizo ademán de sentarse,

y yo me desplomé a su lado al sentir su rodilla tocar tierra.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Ojalá estuvieras aquí ahora.

A veces tengo la sensación de que eres el único abrazo en el que puedo llorar sin sentirme culpable, o sin tener miedo de sonar muy rota, a veces tengo la sensación de que solo puedo sincerarme contigo.
Y es que ahora mismo hacerlo con cualquier otra persona me da hasta miedo.
Por eso te llamé otra vez, por eso te hice cruzar el río otra vez. Lo siento. Sé que tienes una vida al otro lado.
Pero es que hoy... está nublado.
Pero no nublado como siempre, ni solo un poco nublado, no; está nublado de verdad. Desde que me encerré en las nubes después de comer, solo fui capaz de salir una canción mientras salió un tímido arcoiris, pero fue muy breve, en seguida se me marchitó en los ojos...
Las lágrimas me salían solas.
¿Por qué tengo la sensación de que el mundo me juzga?, dime.
Es que yo creo que el destino no existe. Pero cuando algo sucede, estoy firmemente convencida de que es por algo, o de que es lo que merezco, entonces... ¿por qué se me divide la opinión?
Si ya no está dividida. A lo mejor elegí ser una otra vez demasiado pronto, no sé.
A lo mejor aún no estaba preparada.
¿Tú qué crees? (Ni siquiera me molesto en apartar las lágrimas, y te miro, allá arriba, con la mirada perdida en la pregunta. Perdida de verdad.)
Es que... (Mis miembros se contorsionan ayudándome a expresar, moviéndome brusca.) no sé qué pasa. Me estoy perdiendo. ¿Dónde estoy?
Por qué ahora que estás tú se van las nubes. (Miro hacia los lados y hacia arriba, nerviosa, me retuerzo las manos) Tengo miedo de lo que eso pueda significar.
Pero me da igual. Aunque no existas, aunque no te conozca, aunque tú jamás me abrazarías...
Cuando estás aquí todo está más claro. Si sigues ayudándome tanto, cada vez te llamaré más.
No puedes ser tan bueno. (Lloro, dándome un cabezazo contra su pecho)
Huele. huele... (El olor me invade y se me hace un nudo en la garganta. Ya no puedo hablar más.
Él se empieza a agachar, despacio, para sentarse en la hierba. Cuando casi está sentado yo me caigo junto a él y me dejo acunar, agradecida.)
*No me voy a evaporar, ¿eh?* (Bromea en voz baja con una sonrisa.
Pero yo no le creo. Me siento tan perdida que ese brazo, ese cuello impregnados de su olor son la salida del laberinto, y me agarro a ellos, arrugándole el polo de rayas verdes. ¿Cómo puedo acordarme de su vestuario aún?)
Sí te vas a evaporar. En cuanto abra los ojos ya no estarás aquí, y volveré a estar yo sola. (Me encojo) Sola... en mi cabeza.
(Mi cuna se para. ¿Qué pasa?)
*No estás sola. Busca dentro. Tú eras todas ellas. Estáis ahí... las tres.*
(Hace como que golpea mi cabeza con los nudillos, a lo mejor intentando hacerme reír. Lo consigue. Me hace pensar. A lo mejor tiene razón.)
*Y... (Duda) yo también estoy ahí. (Sonríe) ¿Verdad? (Asiento, despacio. Un poco avergonzada también. Él ensancha su sonrisa) y... aquí también. Si no no me llamarías tanto. Por mucho que te ayudase.* (Me está señalando el pecho.)
Tienes razón. Siempre tienes razón. (Suspiro bajito)
*Y además tengo que irme.
No estés triste...
Nos veremos pronto.*
(Y dejando la sonrisa en el aire, corre hacia el río. El río que lo devolverá a donde pertenece, allá, a la ciudad de los ángeles. Allá, lejos de mí.)
No te creo.
(Susurro, prepotente, pero me levanto sonriendo, aún con lágrimas en las mejillas, es extraño. Todo el peso que me oprimía ya no está, me siento endiabladamente ligera. Tanto, que no puedo evitar querer correr tras él... dudo un poco, pero al final yo también cruzo.
Sé que me perderé muchas veces por el camino antes de hacerlo, pero voy a encontrarle.
Voy a encontrarle en su mundo.)
A lo mejor sí... Tal vez nos veamos pronto.

Nota de "tareas", 19 de Junio.

Escribir una nota y dejarla tirada en la puerta de mi casa, salir de ella con una maleta en la mano y coger un tren.
Coger el tren.

domingo, 21 de marzo de 2010

Cafe-ina.

Me pregunto cuántos años tardaré en olvidarle.
Y olvidarle quiere decir dejar de... echarle de menos, por ejemplo.
Me pregunto si ya me ha olvidado.
Me pregunto qué se pregunta.
Oh, no.
Esta dinámica es peligrosa.

Algo me retiene aquí pegada.

¿Será la cafeína?

-Algún día reuniré el valor para pedirte un beso.

-Ya me lo estás pidiendo.
-Es que ese día es hoy.

sábado, 20 de marzo de 2010

viernes, 19 de marzo de 2010

-Tengo miedo de enamorarme de ti.

-¿Tan malo sería?
-Ni te imaginas cuánto.
-...
-Pero huir ahora sería muy cobarde.
-Pues quédate.
-¿Y si caigo?
-Te ayudaré a superarlo. Me esforzaré por destruir esa emoción cada día.
-¿Y cómo?
-Con los labios.
-No haré caso de palabras.
-Créeme, tendrás más que palabras. Mis labios no destruyen desde lejos. Solo desde cerca.
-¿Cómo de cerca?
- Así de cerca.
...
-Acaban de contarme que no pueden destruir nada.
-¿No?
-No. Sigo cayendo.
-Entonces yo también caeré. Caeré contigo.

-Tengo miedo de enamorarme de ti.

-¿Tan malo sería?
-Ni te imaginas cuánto.
-...
-Pero huir ahora sería muy cobarde.
-Pues quédate.
-¿Y si caigo?
-Te ayudaré a superarlo. Me esforzaré por destruir esa emoción cada día.
-¿Y cómo?
-Así... con mis labios.

Nunca entendí lo que querían decirle tus manos a mi piel.

Por eso seguía buscándolas, por eso les dejaba jugar con mis caderas...
Ah, el placer de conocer tiene la culpa de tantas cosas.
Del amor por investigar.
De tus manos, otra vez.

jueves, 18 de marzo de 2010

Y ahora que tu vida parece perfecta,

ahora que solo él es un error, ahora que tienes todo lo que siempre quisiste...
¿Realmente lo mereces?
¿Realmente es algo que valga la pena merecer?
Por qué... me han apartado de ello.
Es un castigo, o una liberación.
Tengo la conciencia limpia. Por eso no lo entiendo. ¿Qué hice para que me cortaran los hilos?
O a lo mejor mi padre tenía razón, y los hilos nunca existieron.
Nunca (au), jamás (sst).

Sentada contra la estatua,

ligeramente inclinada sobre tus rodillas, tan solo rozando las suyas.
La mirada perdida mientras hablas, mientras explicas al mundo tu viaje y tus cadenas, mientras suplicas perdón por sentir lo que sientes.
Con voz serena, pero sabiendo que te juegas todo en cada palabra, en su capacidad para transmitir con tu cuerpo, con un gesto, con una actitud y un personaje.
La cuestión siempre fue. Qué personaje.
Pero ella ya no las deja pensar, hasta solo mirándole de reojo es más fuerte que las otras dos, y ahora sois una, sin ecos ni réplicas mordaces.
Cada vez que piensas que es imposible seguir hablando tu mente lo hila con otro punto igual de delicado de tu sutil punto de vista, como habías hecho tantas noches antes de dormir, lejos, muy lejos de allí.
Mientras, tu mirada no ve, y imágenes abstractas y colores lejanos te asaltan obligándote a concentrarte para seguir allí, sentada a su lado.
Balbuceas que quisieras que entendiera lo que intentas transmitirle, que tal vez cantando lo entendería mejor. Te atreves a girar la cabeza y una mirada ligeramente interesada te da paso a la primera nota. Bajito, con voz clara, le cantas tu canción.
Eso te ayuda a desatar todo el miedo que sientes en el estómago, y mientras se rompe el nudo que te contenía te sujetas el costado para no caer, con una exclamación ahogada.
Suplicas que no, lágrimas no, pero una se escapa y giras la cabeza con brusquedad.
Das un respingo al sentir una mano en tu rodilla, y alguien se asoma a la cortina que es tu pelo.
Lo tienes corto otra vez, como cuando empezó todo.
Tienes tanto miedo. Susurras que no puedes seguir así, que quieres...
Pero un roce de una nariz te hace levantar la mirada. Hay un cruce descompensado, y directo, y después solo hay dos bocas desatadas, después del primer roce suave.
Te suelta con un gemido suave, y suplicas, "lágrimas no", pero no puedes contener más el temblor, y te rompes en el llanto de una niña aterrorizada que lleva demasiado tiempo encerrada.
Te deja llorar, solo mirando y después te caes contra su pecho y un brazo te atrapa, con una fuerza que te hace daño, pero da igual.
El brazo te dice que no va a soltarte jamás, y tres palabras, susurradas al oído, ponen el final.
Y el comienzo de todo. Casi puedes verlo, abriéndose al mismo tiempo que abres tú los ojos, por entre lágrimas.

Solo espero que sea un espejismo...

y no un cristal real.
Ya no quiero más cárceles. Necesito espacio para volar...
Volar.


Atracción soñada.

El dibujo de un abrazo, mezclando caricias con respiraciones pausadas en el pecho del otro.
El dibujo de una mueca hasta cierto punto avergonzada, pero más bien indulgente, aunque reclamante.
Y ya, cuando parece imposible que se me escapen más los deseos, el subconsciente recalca su traición con un final que sabe a burla.
Un beso.
Solo uno y ni siquiera terminado, ni enfocado del todo, pero un beso a pesar de todo.
Me despierto con la daga hundida en el estómago, y al tenerle delante... algo en mi mirada se dispara hacia sus labios.
No sé cómo, pero sé que no estuve sola en ese sueño.
Un beso muy definido, diría yo. Demasiado para ser imaginación mía... o solo mía.

martes, 16 de marzo de 2010

¿Es que no lo entiendes?

Lo único que ella necesita ahora es a su padre.
Y eso ni tú, ni cualquier otro que le prometa ayuda en "lo que necesite", vais a poder dárselo.
Así que cállate, porque me parece incluso cruel ponerte a su completa disposición en una frase, cuando sabes perfectamente que es mentira... y nunca harías nada por ella.
Pero también sabes que ella nunca va a pedirte nada, maldito falso.
Así que cállate, porque me pones enferma.
¿Es que no lo entiendes? Es un padre, no una escayola en la pierna.

lunes, 15 de marzo de 2010

¿ES QUE NUNCA VAS A APRENDER?

Oh, dios.
¡Eres tan decepcionante!
Y voy a seguir pensando eso de ti hasta que lo cambies.
Y hasta entonces, cada vez que mires esto verás este día, verás esta sensación de pánico en el estómago, esta sensación de horror contenido, esta angustia atada, verás tu presente, porque hasta que no me demuestres que lo has cambiado no volveré a respetarte.
Y hasta entonces no será pasado.
Y sabrás que esto es cierto porque, ¿sabes?, lo estás escribiendo tú.

domingo, 14 de marzo de 2010

Una cafetería escondida, un baño pequeño hasta para ser un baño.

Un beso contra la pared de la puerta del baño, y ya no había baño.
Respiración cortada, una sonrisa de ojos entreabiertos, y las paredes blanco sucio vuelven a estar ahí.
Labio mordido, indecisa.
Él pregunta, buscando con la mirada. Sus labios te acosan, recibes la caricia encantada, sedienta, cada roce es delicioso y a la vez dulce, pero fresco, ágil.
Pero vuelves a mirar y...
Su cara se ríe de tu sonrisa mordida, y va a volver a besarte pero algo en tu cabeza consigue recuperar la cordura, justo a tiempo.
"Espera" Se lo dices con la mirada. Hasta casi lo asusta a él, el pánico de esa mirada.

-Llévame al sitio que más adores de tu mundo.- Expira de pronto una sonrisa encendida.
-... -
-¡mpf!- Alguien te devora en un beso.
Su boca te suelta, pero no sus manos. Consigues ver entre los latidos de tu cabeza y de tu pecho, y balbuceas.
- ...Oh, vale. Estoy allí.

La única señal que sus largas uñas necesitaban para recorrerte con suavidad en un momento electrizante, en vilo, y después, ¡zas! Sin darte cuenta estás aplastada entre la pared contraria y sus manos, y, ¿sabes?, el baño ya no está.
Es más, ahora, de aquellas dos horas, lo único que no ha quedado grabado a fuego en tu memoria, tu conciencia y tu privilegiado sentido de la estética, es aquel baño, pequeño hasta para ser un baño.

sábado, 13 de marzo de 2010

Suplicio

continuo, sin pausa, acelerado, rebobinado... y continuado otra vez.
¿Debería huir del escenario de anteriores crímenes?
Debería escapar, encerrarme para que no me hagan daño.

No, no lo haré. Aguantaré lo que venga, porque ya puestos, debería, debería, debería morir para no sufrir nunca más.
Y esa es la razón por la que me quedaré a aguantar lo que venga, porque vivo, y mientras hay vida... ya decía ella, que hay esperanza.
Así que suplicio, ¡suplicios!, continuo, sin pausa, rebobinado...
y vuelta a empezar.

Romper con un mundo.

¿Cómo se puede romper con algo con lo que ni siquiera estás?
Pero esa es mi especialidad, decidir romper lo que no tengo que romper... y ahora, he decidido romper con su mundo.
Porque me hace daño. Demasiado daño.
¿Será la decisión equivocada? ¿Debería quedarme y pelear? ¿Pelear por un hueco?
No lo sé. Pero no puedo seguir viviendo tan lejos de mí, porque si intento mantenerme viva y fuerte en todas partes... voy a acabar tropezando aquí.
Y esta es la vida que de verdad importa. Porque es la que está conmigo... por nada más.
Así que de momento, distancia de seguridad. Ya veremos con el tiempo... tengo que aprender a decir esa frase y pensarla de verdad.
Siempre es una gran mentira.
Así que... Ya veremos con el tiempo.

viernes, 12 de marzo de 2010

La quiero muchísimo

y ella me quiere muchísimo a mí

jueves, 11 de marzo de 2010

Un ángel frío.

Parece como si le hubieran clavado un puñal en el corazón, decía ella.
Ella lo veía más como un intento suicida del dolor que acarreaba.
Intentó explicárselo a ella.
Pero la niña, otra vez, solo veía una escultura perfecta.
¿Qué iba a hacer con ella?, se preguntaba.
La respuesta era intentar cuidarla, como siempre. Pero es que aquello olía a peligro... y si intentaba alejarla drásticamente del nuevo y helado ángel, ella solo querría alcanzar su corazón.
Y no. No, no. No otra vez.

domingo, 7 de marzo de 2010

A la sombra del funeral, la promesa de una boda.

Un día completísimo, ¿a que sí?

Mermelada de mora.

Es domingo por la mañana, y las perspectivas para hoy son una carga en el estómago y vestirse para un funeral.
Aún así le recuerdas, y piensas que tú no quieres morirte sin haberle vivido a él.
Fiebre, te duele la cabeza...
La empatía duele.

sábado, 6 de marzo de 2010

Una noticia fúnebre.

Transmitida por una voz de ojos azules.
Menos mal que fue esa voz, que lo deja ver todo.
La verdad es que es una voz bonita..

Zumo de mermelada de fresa.

Sábado por la mañana y la luz que se cuela por la persiana te arranca de los brazos del sueño.
Te despierta, y tú solo puedes sentir la cama demasiado vacía.
Sábado por la mañana y toda la luz que quieres es la que necesitarías para percibir sus ojos si estuviera aquí, tumbado a tu lado.
Te despierta, y tú imaginas... está aquí, tumbado a tu lado.

Te estremeces y encoges aferrada a su cuello, pegando tu cuerpo al calor del suyo. Él se ríe y juega con tu cintura, sin prisa, sin fuerza, como si supiera que nunca podrías alejarte de esa cama.
Buscas un punto de apoyo y encuentras una mano que se entrelaza a la tuya y una sonrisa como si solo fuera un aliciente y no una mueca, que te hace reír.
Él te hace callar, ¿es que no te das cuenta? ¡Nadie puede descubriros!
Estás desnuda, y no opones resistencia cuando se te echa encima y se queda ahí, respirando en tu cuello. Te preguntas qué hace, y aguardas con impaciencia, ya sabes que no lo descubrirás. No al menos hasta que él quiera. Siempre es así.
Le muerdes la oreja, apremiante, y él salta. Te echas a reír porque te das cuenta de que solo estaba usando tu hombro de almohada. Él sonríe fingiendo vergüenza, con esa mirada difusa, teledirigida.
Tú no puedes parar de reír... y ahora es él quien muerde tu oreja, y empieza a... uhh, te estremeces entera. Parece que se ha enfadado y va a hacértelas pagar. De pronto tu risa solo son suspiros y exclamaciones... ahogadas, digámoslo así.
Tu mano va hacia su nuca, sus rizos. Adoras esos rizos. Tu otra mano no puede resistirse a jugar con su espalda, y le notas pararse un momento a sentir tus caricias.
Sonríes.
Pero si tú has pasado a las manos, él no va a quedarse corto, comprendes, demasiado tarde.
Casi gritas, pero su boca llega a tiempo en un mordisco de socorro.
Parece que tus labios le hacen olvidar la pelea un rato, y giráis medio abrazados hasta quedar apoyados sobre ambos costados.
Aquello ya no puede llamarse cama, perdisteis las sábanas en algún momento de la pelea, y la almohada yace en el suelo, asombrosamente lejos.
Tu piel tiene frío, pero no eres capaz de sentirlo con sus enormes manos alcanzando tu espalda.
¿Por qué nunca te abraza fuerte, ni te lleva más cerca de él? La pregunta se filtra entre la confusión que es ahora toda tu mente.
Algo en ti responde alejándose de él. Te incorporas precipitadamente y esperas allí, apoyada en tus manos a que se te pase el mareo.
Sabes que te está mirando. Sabes que ni siquiera está confuso, porque todo es demasiado obvio para él, sabes que tampoco está sentado, casi puedes verlo apoyado en un codo clavado en el colchón.
Tú no vas a moverte, y tampoco es que puedas, algo se cierra en tu pecho alejándote del aire. Sollozas buscando oxígeno. Y no, él no se mueve.
Sabe que es algo que tienes que superar sola. Mientras te esfuerzas por respirar piensas, te gustaría que pudiera ignorar más todos esos pequeños matices y corriera a abrazarte.
Al final te calmas, suspiras de alivio y la cabeza se te cae sobre el hombro. Entonces una mano tira de tu brazo y te hace caer de espaldas. Pero allí ya hay una mano para atraerte hacia él, que te asfixia en un abrazo.
Esta vez eres tú la que se queda quieta, dejándose atrapar y solamente acariciando su piel desde tus brazos, por encima de sus hombros.
No te suelta, entiendes. Él tampoco quiere soltarte. Pero no es así como se debe vivir. Quiere que lo entiendas. Tienes que confiar en que él no va a evaporarse.
Niegas con la cabeza, no serás capaz. Te abraza más fuerte.
Sabes que ahora tendría que soltarte poco a poco, dejarte allí sola y marcharse cerrando la puerta con cuidado, pero sabes que no hará eso. Espantas el recuerdo de tu padre volviendo a sus brazos, que dicen que no van a soltarte.
De pronto entendéis algo a la vez y rueda sobre ti, te mira. Hay un eco de delirio en las dos miradas, que prenden como azufre incendiado.
Sus manos ya se han retirado de tu espalda, de golpe y sin que te des cuenta. Solo lo entiendes cuando las sientes en otro punto de tu cuerpo, abriéndose paso...
Has perdido la respiración otra vez, pero él solo ríe.
Tus brazos se lanzan a su cuello y aprietas su cabeza contra tu hombro, sientes unos labios desconcentrados, tiemblas sin nervios.
Algo acecha, algo se avecina, algo acosa la mente de los dos, encerrándoos en la pesadilla.
Gritas y nadie puede evitarlo, ella se siente crecer desde dentro, una corriente de emoción atraviesa su garganta y te dejas hacer, despacio, a tempo.
Cada sacudida te despierta una imagen mental, cada impulso te hace aferrarte más a su cuello, algo te dice que si lo sueltas vas a perderte en esa habitación.
La penumbra te arranca sombras, las sombras te estremecen, cada vez que te estremeces sus manos lo empeoran, se empeora y se trasciende, al trascenderse te asustas, ¿dónde estás tú?
Estás perdida y lo único que sientes es a...
a tempo, con furia, tu cabeza lo compara con un incendio.

Abres los ojos entre las lágrimas. No piensas quedarte a ver el despertar en la pesadilla.


jueves, 4 de marzo de 2010

Un sueño recurrente,

un baile pesadilla,
y las manos en mi cintura que ya puedo seguir soñando,
porque nunca van a dejar de ser sueño.
Una canción con tanta energía como cualquier central nuclear,
una reacción de combustión más que exotérmica...
Y un colibrí que la sobrevuela, sin miedo, inocente él,
de no encontrar nunca más la salida y morir allí, enjaulado entre paredes de acero azulado.
Un sueño recurrente, pruebas de vestuario, escenas mil veces repetidas,
y la angustia de saber que nunca se celebrará la gran función.
Sus manos, ya lo dije, quedarán atrapadas en el sueño.