jueves, 4 de marzo de 2010

Un sueño recurrente,

un baile pesadilla,
y las manos en mi cintura que ya puedo seguir soñando,
porque nunca van a dejar de ser sueño.
Una canción con tanta energía como cualquier central nuclear,
una reacción de combustión más que exotérmica...
Y un colibrí que la sobrevuela, sin miedo, inocente él,
de no encontrar nunca más la salida y morir allí, enjaulado entre paredes de acero azulado.
Un sueño recurrente, pruebas de vestuario, escenas mil veces repetidas,
y la angustia de saber que nunca se celebrará la gran función.
Sus manos, ya lo dije, quedarán atrapadas en el sueño.

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