domingo, 28 de febrero de 2010

Me duelen los oídos por culpa del silencio.

Y el pecho, por su culpa, porque yo espero, y él no llama.
La cabeza también, pero es porque se pierde.
Y un pie por forzar la articulación hoy, demasiado temprano.
El dolor es bueno, pero el dolor de la espera no.
No te hace sentir vivo, te mata desde dentro, asfixiando poco... a poco.
Y no puedo abrazarme a la música, porque me sangrarían los oídos, me estallaría la cabeza, quien sabe si me rompería el pie al sentirme tentada de bailar, y me acordaría todavía más de que no llama.
Y la soga, dentro, se apretaría un poco más.

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