sábado, 6 de febrero de 2010

La próxima vez que le vea, me va a dar igual, ¿eh?

Me pienso lanzar a sus brazos y no le pienso soltar.
Solo espero estar lo suficientemente despierta para poder reaccionar.
El mejor magosto, el de este año, una pesadilla y una sorpresa genial.
No podía contener la emoción, estaba (ya solo por lo que representaba la fecha) exultante, y de pronto ¡apareció él! Le vi entre la multitud, con su pelo de siempre, sus pantalones claros, con su volumen extraño taaan característico, era él.
Deshecha en excusas me escabullí hasta donde él rondaba, o más bien fui yo la que rondé todo el tiempo a su alrededor, pendiente. Había más gente que se moría por saludarlo.
Cuando lo tuve delante y me miró con una sonrisa sincera... solo pude corresponder con otra cómplice y darle dos besos eternos para distinguirme (cómo no) de la que lo acababa de asfixiar en completa contra de su voluntad.
Después me equivoqué de autobús, fue como magia. ¡Nunca me había pasado! De hecho, siempre fue una de mis peores pesadillas, entre persecuciones y errores de ese horrendo calibre. Así que aquel día fue genial haberme confundido de autobús.
Un "aún no me voy" mordaz, pero la mirada, la frase, la sonrisa y el segundo que me dedicó después... lo dijo todo.
¡Os parecéis tanto! Los dos con ese pelo, con ese cuerpo que no podéis entender (cada uno en una dirección) como la gente se derrite por él. Los dos con vuestras caras, con esas miradas ajenas y vuestra música. Siempre vuestra música.
Ojalá os conocierais. Ojalá pudiera hacer algo por que os conocierais, más bien. Pero... dudas. Porque claro, uno... y el otro... tal vez podría pensar...
Siempre acabo concluyendo que mejor no forzar mundos, no ensuciarlos. Tendré que vivir con el deseo de que os encontréis alguna vez. ¡Ojalá!
Imaginad que os miráis a los ojos... ¡vosotros dos! Podría reírme eternamente, para siempre, ¿eh? Solo de imaginarlo se me escapa la sonrisa.
Tengo ganas de dar un paso. Pero parece imposible... es la clase de férrea línea que yo nunca osaría cruzar. Pero la verdad es que sí quiero cruzarla. No. Perdón: Me muero por cruzarla.
No sé si alguna vez llegaré a hacerlo... pero el tiempo corre, el tiempo se escapa, sé que te irás. ¿Y si te vas y luego me arrepiento para siempre? Y si... y si... y si te pierdo por no haberte sabido querer.
Pero si mato los sis y te lo pregunto y la línea era de hierro de verdad, puede ser garrafal. Uy, uy, no quiero ni pensarlo.
Pf. No sé qué hacer. Pero el tiempo corre.
Y ella... ella me enseñó que hay sueños que se hacen realidad. Aunque a lo mejor sacados de la ciudad de los ángeles, no sé. Aquí todo parece imposible. Pero allí no.
Ella me enseñó que si intentas algo con cuidado, si lo quieres de verdad y te esfuerzas mucho, puedes conseguirlo. Era algo que yo casi había olvidado.
Los sueños hechos realidad.
Como si tuviera miedo de soñar demasiado, o, no, soñar demasiado arriba por si luego me caía y se me rompía el sueño otra vez.
Pero, solo por un momento, sin miedo, imagina que dice sí. Vale, sin miedo es imposible. Si dijera sí... entonces sí que me echaría a temblar.
Da miedo aceptarlo, pero en la ciudad del sireno también hay ángeles, aunque solo sean tres. Estoy yo.
Creo que me están tentando, a ver si me retuerzo para cambiarlo todo, o acepto que se quede como está, si me resigno.
Sé qué quiero hacer. Pero... pero... ¡basta de peros!
Tendré que esperar. (Como siempre, sí, lo sé). Pero pronto me moveré. A pasos diminutos... o uno enorme. No lo sé aún.
Porque es lo que de verdad quiero. Y sé que si lo hago... ella estará orgullosa de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario