miércoles, 24 de marzo de 2010

Ojalá estuvieras aquí ahora.

A veces tengo la sensación de que eres el único abrazo en el que puedo llorar sin sentirme culpable, o sin tener miedo de sonar muy rota, a veces tengo la sensación de que solo puedo sincerarme contigo.
Y es que ahora mismo hacerlo con cualquier otra persona me da hasta miedo.
Por eso te llamé otra vez, por eso te hice cruzar el río otra vez. Lo siento. Sé que tienes una vida al otro lado.
Pero es que hoy... está nublado.
Pero no nublado como siempre, ni solo un poco nublado, no; está nublado de verdad. Desde que me encerré en las nubes después de comer, solo fui capaz de salir una canción mientras salió un tímido arcoiris, pero fue muy breve, en seguida se me marchitó en los ojos...
Las lágrimas me salían solas.
¿Por qué tengo la sensación de que el mundo me juzga?, dime.
Es que yo creo que el destino no existe. Pero cuando algo sucede, estoy firmemente convencida de que es por algo, o de que es lo que merezco, entonces... ¿por qué se me divide la opinión?
Si ya no está dividida. A lo mejor elegí ser una otra vez demasiado pronto, no sé.
A lo mejor aún no estaba preparada.
¿Tú qué crees? (Ni siquiera me molesto en apartar las lágrimas, y te miro, allá arriba, con la mirada perdida en la pregunta. Perdida de verdad.)
Es que... (Mis miembros se contorsionan ayudándome a expresar, moviéndome brusca.) no sé qué pasa. Me estoy perdiendo. ¿Dónde estoy?
Por qué ahora que estás tú se van las nubes. (Miro hacia los lados y hacia arriba, nerviosa, me retuerzo las manos) Tengo miedo de lo que eso pueda significar.
Pero me da igual. Aunque no existas, aunque no te conozca, aunque tú jamás me abrazarías...
Cuando estás aquí todo está más claro. Si sigues ayudándome tanto, cada vez te llamaré más.
No puedes ser tan bueno. (Lloro, dándome un cabezazo contra su pecho)
Huele. huele... (El olor me invade y se me hace un nudo en la garganta. Ya no puedo hablar más.
Él se empieza a agachar, despacio, para sentarse en la hierba. Cuando casi está sentado yo me caigo junto a él y me dejo acunar, agradecida.)
*No me voy a evaporar, ¿eh?* (Bromea en voz baja con una sonrisa.
Pero yo no le creo. Me siento tan perdida que ese brazo, ese cuello impregnados de su olor son la salida del laberinto, y me agarro a ellos, arrugándole el polo de rayas verdes. ¿Cómo puedo acordarme de su vestuario aún?)
Sí te vas a evaporar. En cuanto abra los ojos ya no estarás aquí, y volveré a estar yo sola. (Me encojo) Sola... en mi cabeza.
(Mi cuna se para. ¿Qué pasa?)
*No estás sola. Busca dentro. Tú eras todas ellas. Estáis ahí... las tres.*
(Hace como que golpea mi cabeza con los nudillos, a lo mejor intentando hacerme reír. Lo consigue. Me hace pensar. A lo mejor tiene razón.)
*Y... (Duda) yo también estoy ahí. (Sonríe) ¿Verdad? (Asiento, despacio. Un poco avergonzada también. Él ensancha su sonrisa) y... aquí también. Si no no me llamarías tanto. Por mucho que te ayudase.* (Me está señalando el pecho.)
Tienes razón. Siempre tienes razón. (Suspiro bajito)
*Y además tengo que irme.
No estés triste...
Nos veremos pronto.*
(Y dejando la sonrisa en el aire, corre hacia el río. El río que lo devolverá a donde pertenece, allá, a la ciudad de los ángeles. Allá, lejos de mí.)
No te creo.
(Susurro, prepotente, pero me levanto sonriendo, aún con lágrimas en las mejillas, es extraño. Todo el peso que me oprimía ya no está, me siento endiabladamente ligera. Tanto, que no puedo evitar querer correr tras él... dudo un poco, pero al final yo también cruzo.
Sé que me perderé muchas veces por el camino antes de hacerlo, pero voy a encontrarle.
Voy a encontrarle en su mundo.)
A lo mejor sí... Tal vez nos veamos pronto.

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