sábado, 19 de junio de 2010

A veces.

A veces me muero por estar allí. A veces me muero por conseguir sentirme aquí igual que allí. A veces me muero por querer apostar por algo aquí tan fuerte como siempre lo hago por todo allí. A veces me muero por abrazar a uno de ellos, a veces, por gritarle todo lo que siento bailando. A veces me muero por ir allí y pasear yo sola, sin ella, sin nadie: solas, la ciudad y yo... sería un día de sol. A veces me muero por saber cómo serían las fotos sacadas ese día de soledad en el paraíso, a veces por bailar en su plaza mayor, por cantar, por empuñar mi espada y cantarle mi furia al viento... a veces me muero por encerrar al viento, lejos de él, para que nunca pueda volver a llamarlo suyo. A veces, me muero por él, y otras veces me muero por morirme por él, aunque él no esté en aquella ciudad: a veces me muero por estar allí para que no pensar en él sea más fácil, pero al no pensar en él también me muero. A veces...

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