lunes, 5 de julio de 2010

Al final resultó que sí, eclipse.

Solamente fue un momento de ceguera, pero te bastó para comprender que necesitas ver para vivir, que no todo es tan innecesario como tú creías.
Entonces comprendiste: No había sido más que eso, un eclipse. Lo habías pasado con miedo. Todos lo habíais hecho. Por eso te permitías sonreír con condescendencia cada vez que se mencionaba el tema, guardando el misterio de la oscuridad para ti. A ver, sabías que desvelarlo con palabras era imposible. Sabías... que solo viviéndolo, hundiéndote en él hasta el momento justo de la incoherencia más álgida, conseguías comprenderlo.
Ahora sabías tantas cosas: mucho más que antes. No te referías a conocimientos, o a las aplicaciones exactas de estos, no. Te referías a, vaya, inclinaciones, ángulos, enfoques...
En cierto modo, (para ti de cualquier modo), aquello era un gran logro. Sabías un poco más de lo que casi nadie sabe, si bien también sabías que aún te quedaba mucho, ¡muchísimo!, por aprender. Los pequeños errores del día a día te lo mostraban, insultantes. Pero tú respirabas hondo y los enfrentabas, enfriando todo cuanto tuvieras a mano con un soplo de hielo helado (también a ti misma) y asumiéndolos como sacrificios necesarios.
No hablabas de vidas, por supuesto. Hablabas de roces, que, a veces, eran incluso más significantes.
Había gente que no entendía como pensabas. Tú te exasperabas, tan inocua por aquel entonces.
Aquellos días en que encontrabas refugio en ti misma no tienen nada que ver con ahora, que huyes a proyecciones pasadas, futuras, lejanas, lo que sea con tal de escapar de "aquí y ahora".
No es que lo apruebes, pero al borde del caos, te quedan pocas opciones. Como este avión. Odias la idea de tomarlo casi tanto como la de perderlo, pero solo eso, casi.
Así que subes, extasiada con la idea de volar. Volar... lo cierto es que jamás has fantaseado con volar. Te da miedo, de un modo ciertamente metafísico, que pueda explotar el motor, pero confías a tu mala suerte pasada gozar de alguna buena ahora.
Casi se te escapa el corazón al dar un vuelco doble el avión y tu pecho, pero solo es un despegue (algo inusual en un avión, te mofas de ti misma). Acto seguido estás ascendiendo, ¡vuelas!, directa al secreto más grande de toda tu existencia.
¿Próxima parada?. Felicidad.
Atisbas la forma de un astro al encajar en el círculo perfecto de otro, antes de caer rendida en al asiento, víctima de los habituales sedantes. Sonríes con tus últimas fuerzas, asintiendo para ti: solo eso, tienes que ser valiente... valiente para vivir el eclipse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario