miércoles, 7 de julio de 2010

Una batalla interior

materializada en la disputa por un balón. Si todo fuera tan sencillo.
Un disparo de adrenalina en la sien, gritos y énfasis, abrazos, emoción.
Y, solo después, una sonrisa triste... cansada, por mi Alemania, que pierde. También un vacío, aunque lo ignoro y solo lo siento de una forma muy vaga, en la parte de atrás de la cabeza, donde reina el malvado Subconsciente: sincero, salva y condena.
Por un segundo siento la pasión de todos esos hombres que gritan cuando cruza el balón, pero, de un modo extraño y de textura rancia y oblicua, eso destapa la sequedad de la vida.
Aún así todo se llena de una inocencia... insospechada. Me doy cuenta de que, realmente, todo adulto ha sido y sigue siendo un niño. Niños... si pudiera esconderlos de la fría Realidad, todo sería más fácil y nadie tendría que sufrir. Pero no puedo. Nadie puede. Y yo... también me expongo, desnuda ante ella, de presencia indeleble.
Uf... las batallas interiores son circulares, y tienen demasiadas tangentes. Asumirlas es difícil, todo un hábito. Seguirlas es un logro, porque su velocidad de transcurso es vertiginosa... pero me seguiré esforzando, porque son las únicas que pueden llevarte a algún sitio. Las tangentes. Los nexos. (Los nexos...). Los puntos de contacto son mi pasión, y cada instante de conexión, mi aliento de vida.
¿Veis...? Me pierdo en mi propio círculo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario