jueves, 22 de julio de 2010

Pues nada.

Voz frustrada hacia el avismo, le gritas tu desgracia a un vacío distinto: ya no es plano, ya no es llano, no es libre, no se desata con tu mirada. Nunca más.
Ya no... ya no voy a poder mirarte a la cara para decirte que ojalá fueras mi hermano mayor, y quién sabe cuánto tiempo más acarrearé tu sombra.
No quiero. No quiero llevarte conmigo, quiero abandonarte aquí, destrozar tu esperanza... olvidar tu aroma y embotellar tu esencia en una botella lanzada al mar... observarla marcharse, y luego, no mriar atrás.
¿Sabes? Contigo, me sentía una niña a salvo de cada uno de sus miedos insondables. Los míos eran imposibles, eran constantes, eran, eran mi sombra. Por más que corría, sentía que no se despegaban de mis pies. Corría, y corría más, pero la angustia nos perseguía de cerca.
Me pregunto si a ti te hubiera gustado ser mi hermano mayor, y así estar unidos por una cadena invisible del más puro metal.
Me pregunto... ¿me hubieras "adoptado"?
Aún no sé quién eres, pero ya sé cuánto me importas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario