lunes, 10 de mayo de 2010

Te echo de menos, a la antigua tú.

A la persona que eras cuando te conocí, sin abrir todavía, nos saludábamos desde nuestras orillas del río, aún lejos.
Eras genial, ¿sabes? La antigua tú tendía siempre hacia arriba, sin límites, y por supuesto estos nunca coincidían... eras voluble. Un instante sí, y al instante siguiente no tanto.
No como ahora, que solo intentas alcanzar lo imposible, el horizonte... ya no tiendes hacia arriba, solo hacia delante, y tu límite es eso, constancia, una extraña farsa de felicidad eterna.
Esa farsa, ¿te hace feliz?
No sé, tenías menos tetas, pero estabas orgullosa de ellas, no te escondías, te comprabas el biquini que mejor resaltara tu cuerpo.
Era pequeño, proporcionado, era sincero... era muy inocente. No como ahora, que todo es una mentira que te excusa de acusaciones pasadas.
¡No tenías límites! No me imitabas. No seguías ningún esquema, y ahora simplemente eres una asíntota horizontal. Vuelves a ponerte un "he madurado" en la boca y sigues caminando cada vez una parte enésima de milímetro más abajo, hacia el cero (pero para nunca alcanzarlo. es un límite.).
Si me mirabas poniendo ojitos no podía negarte nada, no sé si porque no veía la treta oculta o porque por aquel entonces eras distinta. Ni siquiera importa.
Solo sé que te echo mucho de menos... a lo mejor si no tuviera tu voz grabada, tu egocentrismo guardado, si no tuviera los recuerdos que tengo sería muy fácil quererte como eres, sin darme cuenta de nada. Pero los tengo. Tengo todo eso.
No me malinterpretes, ¡claro que te quiero! Es solo que... estoy cansada de tanto trascendentalismo, de tanta profundidad torcida, de fingir que existen las ideas de Platón, de creerme que eres un Aristóteles metafórico, o de aguantar que todo el mundo piense que deducir los secretos de su tonta vida merezca un título o un aplauso.
Sí, estoy harta. Harta de que seas suya... ojalá todo volviera a ser color mandarina.
Al menos entonces no tenías dueño, el único del que querías ser no existía en tu vida.
La verdad es que me alegro mucho, y no me arrepiento de nada, y sí, me refiero a eso. Así vuelvo a poder ver... ya no estoy ciega, ni atada. Soy libre otra vez.
Y muchas veces me pregunto, con tristeza, si tú volverás a ser libre, si elegirás volver algún día a mi lado. No lo creo.
Pero es bonito soñar... soñar que eres la antigua tú, que me traes una pulsera trenzada de regalo y que sueñas con pasar tres días conmigo y con ella en Boiro.
Sí, me gusta soñar.
Soñar que todo era como antes. Que tenernos a las tres era suficiente. Que nada más importaba, si estábamos juntas.
Soñar... sin límites.

No hay comentarios:

Publicar un comentario