jueves, 27 de mayo de 2010

Vamos, ven.

Me llamó. Me llamaba...
Yo solo me arrastré, una vez más, hasta su cuerpo delgado. Era increíble como unos brazos tan finos, casi tanto como los míos, me hacían sentir tan segura.
Me dejé caer una vez más contra su pecho. Respiré su risa cuando la soltó. La había encerrado tantos días. La busqué en sus labios, curvé su sonrisa.
Era tan húmedo... como aquel día de hacía un par de semanas. Él seguía llorando desde entonces. Seguí trabajando, modelando su sonrisa con alguna que otra caricia... me aproveché de las cosquillas que conocía tan bien, de roces de nariz.
Conseguí mi objetivo, pero los dos sabíamos que era un trofeo de plástico, para contentar al jugador. Aun así lo dejé pasar, le atrapé entre mis brazos, él no me hubiera dejado, y me aferré a su cuello apresado rompiendo a llorar.
Lloraba por desidia. Porque todos lloraban. Porque se respiraba tristeza. Porque yo, que estaba tan ciega, solo conocía el color de su sonrisa... y me la habían robado.
Una tumba allá, lejos, dormida ya bajo metros de tierra, la había encerrado un par de semanas atrás. Me mordí el labio al pensar "para siempre".
Noté una mano en la cintura, todo el apoyo que podía darme... incluso a mí. Aunque sabía que no estaba bien, que debía ser fuerte (fuerte por los dos, había dicho él), yo lloraba.
Supliqué que me perdonara mirando al cielo, despistada, para quedarme paralizada después. ¿Lo habría murmurado de verdad?
Una convulsión el un pecho enfrentado al mío me respondió que sí. Alguien se me cayó encima...
Con un abrazo que daba miedo.
Me llamé estúpida, me insulté mil veces.
Pero, aun recuerdo... aquello, le despertó. Fue lo único que consiguió atravesarle, lo único que pudo arañarle el corazón en el centro de la herida, lo único que consiguió traerle de vuelta.
En aquel momento pensé que se me iba a romper en los brazos.
Se me ocurrió que yo iba a tener que vivir luchando porque una mitad siguiera viva, habiendo muerto la otra... buscándola siempre entre tinieblas.
Pero aguanté. Aguanté. Porque si yo era fuerte, él iba a ser fuerte.
"Fuerte por los dos".
Lo susurré en su oído... se lo repetí muchísimas veces. Y le mentí. Le conté que todo iba a salir bien. Le dije que algún día volvería a su lado. Le reñí porque eso era lo que él hubiera querido.
Hasta le grité. Le mentí muchísimo.
Pero mentí tan bien, me creí tanto lo que estaba diciendo que acabó creyéndome... y aquella mentira, solo aquella mentira, fue lo que le hizo quedarse a mi lado.
Un mes después conseguí una sonrisa rota. Dos meses después una risa lenta. Yo miraba al cielo y suplicaba que él le diera fuerza, todas las noches.
Le pedía que volviera, le decía que él le necesitaba, cuando nadie miraba.
Pero no volvió.
Nunca volvió.
Así que seguí mintiendo... tenía el arte de mi parte. Seguí atándote a la vida con más y más mentiras, y la única verdad de la que podía estar segura por entre el velo de lágrimas que cubría cada día: le quería.
A lo mejor nunca se creyó ninguna de mis mentiras. A lo mejor... mi verdad tenía suficiente fuerza para separarle de él.
Sé que no. Siempre lo supe... pero ahora que se duerme, cantando muy bajo en mis piernas, me gusta pensar que sí.
Que fue esto que siento... aquello que lo salvó un día.







No hay comentarios:

Publicar un comentario