lunes, 18 de enero de 2010

Angüish

Por ella, lo perdí todo.
Por ella, la perdí a ella...
La tenía, era mía. Tan cerca, tan clara, solo mía.
Era nuestra.
Ya nunca más... ¿volverá a ser lo mismo?
Nunca más... en aquella salita adorando una tele diminuta, abrazadas entre nosotras, en la felicidad sencilla de un juego de cartas y un buen aliciente... que dejara a nuestra mente filosofar, imaginar.
Si me obligas a hablar, aquel podría ser el piso 707. El piso de dos sietes y una o perfecta... que se descubría un cero en el espejo, con pánico. Pero no lo era. No lo era... era una o, era perfecta. Era un corazón y otro roto al lado, su nombre, la ilusión de un romántico.
Nunca más tres, solas. Siempre habrá odiosos insectos zumbando fuerte y ensuciándolo todo... ¡ensuciándola!
Ensuciándonos.
Ensuciándome.
Todo por que se quitara aquellos ridículos adornos que llevaba para parecerse a los demás caracteres... nunca mejor dicho, digo, que la o colmada se vaciaba, dejaba de serlo, y creyéndose letra se volvía número.
Dolía tanto.
Aún no sé cómo fue el milagro, que volvió.
Pero, ¿solas?, dime, ¿juntas?... Algo dentro de mí sabe que no... nunca más.
Y tampoco nosotras. Ya no lo somos. Es demasiado tarde para querer ser niñas. Entonces aún teníamos alma de niño, pero ya no. La evidencia hace daño, pero nunca más tres, jugando a no dormir.

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