sábado, 30 de enero de 2010

Si me quedo sola, juego a caerme.

Pero ahora no. No puede ser. Una canción martillea en mis oídos, cinco canciones en lista de espera, pero ahora solo son ruido.
Resultado matemático hiriente, ¿mentiras?
Y todo me lleva de vuelta a la niña de la sonrisa rota, al que la rompió una vez con el eco de un portazo, a todo lo que vino antes, y a un peligroso desequilibrio frente al vacío del pasado.
Pero no, no más caídas. Por eso el cambio. Para vivir fuera del abismo. Para vivir verdades además de mentiras. Para que mi vida no se confunda con todas ellas, para que sea verdad.
Pero ya son muchos fines, y hablando de caminos rotos, debo dar la vuelta. Es dirección prohibida... por muy engañoso que sea el nombre.
El reencuentro con una canción desconocida por mi memoria, la ato, esposada a las esquinas presentes. Ella solo desea huir a las pasadas, dejarse llevar por canciones que, parece mentira ¿verdad?, pero siguen siendo exactamente iguales que hace dos, tres, años.
Siguen siendo aquello que compartiste, que te prestaron, la prueba de la confianza de alguien, lo que te hizo caer en las garras del amor. ¿Por la música? También.
También es por ella, sí. Abandono. Nadie usaría esa palabra si supiera la asfixia que le sobreviene. Es cambiarse de carril, es elegir pasear una avenida por el paseo central, no por el lateral, resguardado de coches y repleto de tulipanes.
Es saber que ni siquiera tú sabes si es mentira, o verdad.
Eeeees, una carta de tu pasado. Un piano de cola cubierto de polvo, o una sonrisa enbellecida por el recuerdo.
Es otra broma del destino, supongo. Como la nieve, las luces navideñas, la enfermedad, fin de año... como es tu vida, te dices.
Pero sabes que aguantarás. Aguantarás lo que sea, alguna vez la pescadilla se morderá la cola y la broma dejará de ser fatal, será terrible pero liberadora.
Te dará esa libertad que no se puede conquistar con valentía, como ahora.
La verdad es que este golpe me ha hecho sentir mejor que muchos besos.
Supongo que al igual que dolor por cosas felices, el dolor también te lleva a una sonrisa triste.
Mil horas después sigo alegrándome de haberlo hecho, y de haber luchado con todos los signos que me gritaban que no, que no lo hiciera.
Ver aquel semáforo en verde, el estanco como caído del cielo. Corrí.
Y después, con el aliento que me dio una esquina de la misma piedra que aquella otra, me encaminé a una parte de la ciudad en la que no estaba desde hacía años.
Casi parecía otra ciudad... me temblaban las piernas, me sentía genial. No solo era cómodo, también era fluido, borroso, como una mañana de sábado, el opuesto de una tarde.. y ni parecido a una mañana de domingo.
Se avecina. Sí, mañana. Pensar en él es sobrecogedor. Sé que va a llegar, que va a ser lento, sé que va a doler.
Pero no importa. Hoy me he sentido mejor de lo que me siento desde hace ¿semanas?
Desde que le vi, supongo.
La canción ya hace daño, odio ser tan frágil, que cualquier cambio me lleve lejos... odio los puntos suspensivos.
Por eso tengo que volver a las matemáticas, por muy dolorosa que sea su clara precisión.
¿Acabaré llorando? (Me miro en el espejo, como a un experimento) Todavía un misterio.

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