lunes, 11 de enero de 2010

Cuando caminábamos por la ciudad,

íbamos cogidas de la mano sin darnos cuenta. Las dos enfundadas en abrigos negros y estéticos conjugando una imagen invernal, ayudados de botas altas, ¡y también negras!
Daba igual caminar horas, era la ciudad de los ángeles. E iba de su mano, de la de ella.
Daba igual también si las esquinas que con tanta ilusión buscábamos estaban cada una en una punta de la ciudad... no importaba. Cada una tenía un nombre, cada una su historia, y a lo mejor esperábamos recordar mejor al sentirnos en ellas otra vez.
Una ilusión vana, tal vez, pero yo estaba tan triste, que si no para recordar, para un abrazo eterno sin soltarle la mano.
¿Por qué parecía que todo se escapaba, se quedaba atrás?
Ya no sabía si era yo, que viajaba en aquel tren sentada hacia el pasado, o era aquella etapa, de despedidas, (¿más despedidas?) y esquinas vacías.

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