domingo, 3 de enero de 2010

Antes de que Cobrin te aplastara

me fascinabas.
Pero te aplastó. Fue tán fácil. Cuando dejé de interponerme entre ella y tú, te derribó de un plumazo.
Y cogió ese halo dorado que yo había puesto ahí, y lo lanzó por el aire. Se perdió como si tuviera la consistencia de un rayo de luz.
Yo solo pude quedarme sin aire, mirando impotente. Te estaba viendo tal y como eras, no como yo te había dibujado. Y, ¿sabes?... lo peor es que ya me daba igual.
Me dabas igual.
Solo tenía ojos para todo lo que te rodeaba.

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