sábado, 2 de enero de 2010

I've heard there was a secret chord

Era una canción secreta... que solo se oía a veces, si prestabas atención, a través de la rendija de la puerta de su habitación. Si te asomabas, podías verla allí de pie, con su guitarra, acunando al tiempo para que se quedase un rato más.
A mí me gustaba quedarme allí en el marco de la puerta un rato mientras nos observaba desde fuera, pero no aguantaba mucho. Lo que yo ansiaba era estar dentro, y mirarla mientras cantaba con su voz de ángel... tumbada en constantes contorsiones nerviosas, en otro regazo.
Así que mientras el tren esperaba el pistoletazo de salida, yo pensaba en la canción secreta, aferrándome a cada nota que mi mente conseguía evocar en la nada. La sentía viva, latente en mi memoria.
Pero el tren tenía prisa, tenía horarios, tenía que llegar a su destino... así que arrancó. Perdía la canción, perdía estar dentro, perdía la respiración mientras el malvado tren me arrancaba de sus brazos, de ese cuerpo pequeñito que me abraza todo el rato, y de ese otro que siempre había sido mi hermano gemelo, lo amase o lo odiase.
Y ahora, aunque busque la canción y la cante yo sola, aunque vuelva a tener voz y sea capaz de evocarla entera... ya no encuentro esa magia ascendente que me daba.
Se perdió en la ciudad de los ángeles, y no es para nada un paralelismo, ahora por fin entiendo, los ángeles nunca se llaman así.
Pero me seguiré aferrando al resquicio del tiempo, a la certeza del recuerdo, al mundo dentro del mundo... del que sé que tengo que salir. Porque si no le estaría mintiendo, y mi promesa fue ser sincera en las mentiras.
Aunque ya la haya roto mil y una veces, sé que tengo que soltar eso a lo que me aferro... y confiar, confiar en que me dejarán quedarme desde la inocencia.
Porque sé que sí... que esa mirada decía "te eché de menos".
Con qué facilidad olvido, pensaba mientras la sonrisa inundaba mi cara. Cómo había podido olvidar cómo me hacía sentir... sentir.
Y con qué facilidad lo recuerdo todo, susurraba mientras pensaba en todos los recuerdos almacenados en aquella pequeña sala donde pasábamos mañanas enteras tras noches sin dormir. Noches de fantasías y mañanas que alimentaban las de la tarde siguiente, noches que las exacerbaban, y así una cadena sin fin.
Sin fin... hasta que acababa. Pero era un final solo relativo, así que seguía siendo genial.
Codicio esos recuerdos, aquellos sentimientos, solo míos, más que nada. A ver, más que muchos otros.
Codicio cada abrazo de aquellos eternos, nunca voy a dejar marchar el olor, la sonrisa genuina que se pega a cualquier espejo.
Fue nuestro... siempre lo habrá sido.
Y aunque nadie entienda de qué, o de quién hablo, por qué ahora, y con qué sentido, yo sí lo entiendo todo.
Y si yo lo entiendo, lo demás da igual.
Porque sé que sí... que esa mirada decía "te eché de menos".
Y si la canción secreta me lleva allí, a los brazos de las personas que más quiero, voy a escucharla las veces que haga falta... para volver locas a las personas de esta odiosa casa.

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