lunes, 25 de enero de 2010

Me dormí pensando en la cena perfecta, como siempre, la imposible.

Una mesa larga, tres rostros frente a mí, uno tan callado como siempre, pero ahí, a pesar de todo. Riendo, y, es raro, pero en primer plano.
Otro que lo agita todo, es un agitador experto.
El otro no importa. Siempre tiene que haber algo que importe menos.
En la cabecera más lejana está él, se lo explico a ellos. Él no para de lanzarme miradas encendidas, burlonas. Se las contesto poniendo los ojos en blanco, ahora otros tres son los burlones.
Consiguen que me ponga roja, entre todos... pero están todos.
A mi lado, en frente, en las cabeceras, dispersos. Cuesta creer que casi todo lo que más quiero se pueda reunir en una mesa, antes de dormir.
Ellas, a mi izquierda y derecha, como vínculo hacia el resto. Él tan lejos, pero se las arregla para estar más cerca que a los que puedo susurrar de enfrente. La pequeña está también, por una vez con todos, los suficientemente casual para que no salten chispas. No pasará nada, él la contendría.
Aquella es mi noche... y, ¿sabéis?, es una noche imposible.

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