jueves, 7 de enero de 2010

A veces.

A veces pienso en nuestras vidas, en la tuya y en la mía. Pienso que por más que lo intenté, jamás llegaron nada más que a hablarse con los ojos cerrados a través de una puerta entornada.
Creo que hubiera sido muy feliz contigo.
Y creo que hubieras deseado abrazarme, más de una vez. Para mí saber que eso podría pasar... ya era razón suficiente para querer llegar hasta ti.
Lástima, qué pena, que para ti no lo fuera.
Con esto no quiero decir que deseara tus brazos, ¿eh? Solamente deseaba el vínculo, el sentimiento. Ansiaba poder mirarte a los ojos sin que el pánico me obligara a echar a correr.
Y te va a parecer imposible, pero aun me acuerdo de aquel tren número trece, de aquella llegada, de aquel andén... De la primera mirada.
A veces me gustaría ponerme unas gafas, y verlo todo de color "tú". A lo mejor así lo entendía todo de una vez.
Qué rabia. Ni siquiera me atrevo a escribir tu nombre.
¿Alguna vez te arrepentirás... de haberme dejado allí sola, con la oreja pegada a aquella puerta.
¿Alguna vez podré agradecerte... que me obligaras a quedarme pegada a la odiosa puerta.
Tú no lo entiendes. Pero para escucharte, tan bajito que siempre hablabas, no podía apartarme de allí. Tuve que salir de mi pozo negro. Y fue por ti.

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