viernes, 22 de enero de 2010

¿Mi futuro?

Lo único que tengo grabado en mente, es que va a ser de color luz. Un dorado vivo, ardiente pero fluido, como la felicidad. Va a ser del único amarillo que no asfixia del mundo. Uno que llena de ilusión con solo respirar.
La verdad es que solo Cobrin lo ve. Y lo ve, como siempre, a su manera. Ve una imagen, que no solo es imagen, ve un cuadro vivo, si queréis llamarlo así.
Cuánta vida, diréis. La verdad es que sí, ve muchísima.
Ve una brisa tan clara que ni la más realista mañana puede destrozar.
A lo mejor ve... tristeza y distancia a veces. Muchas más veces de las que le gustaría, por eso no quiere mirar hacia ahí. Ella que conoce el secreto del día a día, lo ve también en el futuro. Pero es diferente, ese futuro es una canción.
Es lejos... sí, muy lejos. No quiere entrar en el dilema de quién va a ser la guapa que deja a dos ancianitos decadentes solos, porque conociendo nuestra suerte, nuestra querida hermana se irá a vivir a Japón, ganará un viaje al espacio o irá a investigar a la Antártida. Con tal de sobresalir y tener concesiones del mundo, lo que sea.
Así que es un futuro de trenes y aviones. Distancia. Por todas partes.
A lo mejor también enfados serios, a lo mejor dolor. Unos bucles de sensaciones muy peligrosos, de esos que atraviesan el inframundo y rozan el cielo a la semana siguiente... pero es parte del dorado, ambientado en filigranas góticas (color negro).
Es parte de la luz.
Cobrin lo mira a veces, va a visitarlo a donde lo tiene encarcelado, para no perder y tampoco vivir solo para el norte.
Ah, el norte.
Ojalá los puntos cardinales no corrieran en direcciones contrarias.
Perseguirlos es tan agotador.

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